Como bien sabemos y poco se menciona públicamente, el sector turístico es probablemente el más afectado por la pandemia. Primero se cerraron las fronteras, y con ello la industria turística quedó convertida en un adorno. Aeropuertos, cruceros, hoteles, parques… todo quedó abandonado. Los empleados de las compañías tuvieron que irse a descansar con la esperanza de volver, inicialmente en 15 días, que se convirtieron en tres meses y ya vamos en el quinto.
Cancún ya recibe bastantes vuelos, la mayoría nacionales; los internacionales se limitan a Estados Unidos, único país que ha mantenido el puente aéreo vigente y activo con Cancún, y no está por demás recordarlo, es el país con más casos de COVID-19 en el mundo, lo cual no abona a la recuperación sanitaria.
Desde principios de junio se abrió parcialmente la infraestructura turística con la esperanza que paulatinamente las cosas fueran mejorando. Cada semana, el número de vuelos ha aumentado y más y más negocios vuelven a abrir sus puertas con la esperanza de la recuperación. Pero lo cierto es que la ocupación hotelera está subiendo muy lento; obviamente aún existe mucho temor de viajar. Aunque es un hecho que las personas, después de estar tres, cuatro, cinco meses en encierro, quieran viajar, también es cierto que el paro económico ha sido mundial y aunque algunos pocos pueden darse el lujo de hacerlo; en estos momentos no cualquiera puede darse el privilegio de tomarse unas vacaciones.
Hasta que no exista una vacuna, la recuperación turística será de manera parcial y, francamente, insuficiente para los mínimos necesarios que destinos como Cancún y la Riviera Maya requieren. Este inmenso esfuerzo que se está haciendo para abrir e invitar a los vacacionistas a que vengan a México, que vengan a la Riviera Maya, son un gran cúmulo de buenas intenciones, de ganas de recuperarnos y de la necesidad de abrir la actividad económica antes de que más empresas caigan en quiebra, antes de que más gente quede sin empleo. La cruda realidad es que muchas empresas están quebrando, muchas personas se han quedado sin empleo, sin ingreso o, a los que les va mejor, con un ingreso parcial.
Después de cinco meses de esperar la recuperación ahora nos queda más que claro que esta situación se está prolongando y que en el mejor de los escenarios la recuperación puede llegar hasta la temporada de invierno, que tradicionalmente es la temporada alta. Pero todo va a depender del COVID, de cómo lo manejemos en México y en Estados Unidos, dependemos de una vacuna, de que mejore la economía mundial y de que los negocios turísticos sigan vivos para cuando eso ocurra.
Las personas no aguantan tanto sin un empleo o sin ingresos, por lo que muchos de los habitantes de Cancún, Playa del Carmen y Tulum han regresado a sus lugares de origen; es evidente que hay una disminución en la población. Esta emigración seguirá ocurriendo conforme el desempleo siga creciendo y las oportunidades no vuelvan.
Tristemente no hay empresa que aguante mantener completa su nómina sin tener ingresos. Los despidos siguen a la orden del día, la situación económica se complica para todos y el plan de recuperación arranca de forma lenta y parcial, obviamente provocado por el mal manejo de la pandemia que sigue creciendo semana tras semana, en México y en Estados Unidos.
Nos gustaría volver a ser optimistas y hablar de ocupaciones alegres y empleos dignos que brinden salarios suficientes, pero esto no va a ocurrir sino hasta que hayamos resuelto de manera exitosa el problema que hoy nos ocupa y que no es otro sino el virus que nos acecha.
Edición: Elsa Torres
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