En su encíclica más reciente Hermanos todos ( Fratelli tutti), divulgada ayer, el papa Francisco formuló una severa crítica al neoliberalismo aún imperante en buena parte del mundo. Se manifestó por los derechos sin exclusiones de nacionalidad, género o condición social, abogó por la dignidad de los migrantes, señaló que el mercado es “un dogma de fe neoliberal” que “no resuelve todo” por sí mismo y que el proponerlo como solución universal representa “un pensamiento pobre y repetitivo”.
Jorge Mario Bergoglio cuestionó el concepto de guerra justa y se deslindó del pasaje del catecismo en el que se menciona “la posibilidad de la legítima defensa mediante la fuerza militar”.
Por añadidura, el documento propugna la reforma de la Organización de Naciones Unidas y del sistema económico y financiero internacional, critica el “insano populismo” de quienes, con cualquier signo ideológico, instrumentan la cultura del pueblo para ponerla “al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder”, y advierte que “la política no debe someterse a la economía”, en tanto que ésta no debe estar supeditada “al paradigma eficientista de la tecnocracia”; subraya además que las diversas religiones deben ayudar en “la construcción de la fraternidad y la defensa de la justicia”.
El Papa cuenta que la redacción del texto fue interrumpido por la pandemia de COVID-19 y reflexiona que la crisis sanitaria mundial “dejó al descubierto nuestras falsas seguridades”, “evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente” por parte de las naciones y concluye que “si alguien cree que sólo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es deber mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad”.
Ante la “pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos”, Francisco propone superar el acendrado individualismo característico de la época actual, voltear a ver a los otros y comprometerse en la superación de la pobreza, el cuidado del medio ambiente y pugnar por la universalidad de los derechos humanos, los cuales “no son iguales para todos”. En suma, lo que el representante de Roma señala en Fratelli tutti es ya no la posibilidad, sino la imperiosa necesidad de construir un mundo distinto al que se ha erigido en décadas recientes con los lineamientos de la rentabilidad de los capitales en detrimento del desarrollo humano, la concentración de la riqueza que multiplica la miseria, la competitividad a costa de la destrucción del tejido social, la productividad por encima del bienestar. Tales orientaciones se han traducido en injusticias monstruosas, en un palpable malestar planetario, en conflictos armados y en creciente violencia delictiva.
La referida encíclica papal introduce, pues, un importante punto de referencia en la búsqueda de formas de convivencia mundiales y nacionales que permitan superar los desastres humanos, económicos, políticos y ambientales que ha dejado el neoliberalismo.
Es reconfortante que, a pesar del empantanamiento de su proyecto reformista para la Iglesia católica, Francisco permanezca como una figura vigente en el debate de ideas y siga contribuyendo en la construcción de una nueva perspectiva ante la crisis civilizatoria que hoy se manifiesta.
Edición: Ana Ordaz
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