El agua fue el elemento primordial que permitió el desarrollo de la vida y millones de años después posibilitó el surgimiento de civilizaciones a partir de la agricultura; en Medio Oriente con el cultivo de trigo y cebada, en Asia con el arroz, en Sudamérica la papa y en el México Antiguo con el maíz; en todas estas áreas el agua fue sacralizada en dioses y seres que ejemplificaban esta característica generadora de vida. También para estas culturas el agua es un elemento que purifica cuerpo, alma y espíritu.
En la cosmovisión de los pueblos y culturas del México Antiguo se concebía que el universo era una fuerza fundamental de opuestos pero complementarios y todos los seres naturales y sobrenaturales se constituían con esta fuerza y energía vital. Esta dualidad, el hombre la observaba todo el tiempo: el día y la noche, lo frío y lo caliente, lo masculino y lo femenino, la vida y la muerte. La fuerza dual no se limitaba al mundo perceptible sino se aplicaba también al mundo sobrenatural y a los dioses. Un dios en especifico tenía estas dos cualidades: elementos positivos y negativos; cabe aclarar que el concepto de positivo y negativo en el México Antiguo tiene que ver más con dos tipos de fuerzas o esencias distintas, opuestas pero complementarias, y no es el concepto occidental en donde se asocia lo positivo con lo bueno y lo negativo con lo malo. Tal era el caso de Chaac, el dios del agua y de la lluvia entre los mayas. Este dios era uno de los más venerados ya que de él dependía la lluvia, el agua para la siembra a principios del ciclo agrícola, y la subsecuente lluvia para el desarrollo de la planta de maíz, este era su aspecto positivo y benéfico, pero también tenía uno negativo: el trueno, el rayo, las lluvias torrenciales que destruían las siembras y el huracán que acababa con todo y originaba la muerte, y sin embargo de este estado surgiría la vida nuevamente.
Un mismo elemento, el agua, un mismo dios: Chaac, con dos aspectos opuestos pero complementarios, una visión totalmente opuesta a la visión de los conquistadores y del mundo occidental en donde o es blanco o negro, una visión y mundo polarizado…cuando reconozcamos que los dos extremos si bien son opuestos se complementan, cuando valoremos el otro extremo, nos acercaremos al punto de la unidad, al equilibrio que el hombre del México antiguo siempre busco.
Edición: Ana Ordaz
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