En julio de 2019, se presentó una iniciativa en la Cámara de Diputados para modificar la Ley General de Salud sobre cómo se etiqueta y presenta la información nutrimental de varios productos que la población consume. Paralelamente, inició el proceso para modificar la NOM-051, que es la que aplica a las etiquetas de alimentos y bebidas.
Meses después, el 27 de marzo de 2020, después de varias consultas públicas, se publicó la modificación a la norma NOM-051, señalando que, a partir del 1º de octubre de 2020, entraría en vigor. De todas las NOM en México, la 051 es la que más comentarios recibió durante las consultas.
Las etiquetas son muy visibles, grandes, frontales combinando fondo negro con letras blancas. La idea es que llamen la atención y sean leídas por los consumidores.
No en todas partes fue posible ver las etiquetas a partir del 1º de octubre. Poco a poco, principalmente por el agotamiento de producto en bodega, en comunidades pequeñas los productos con las nuevas etiquetas apenas están siendo visibles. Ha sido interesante notar algunas reacciones.
Una semana antes del inicio de la implementación de la NOM-051, se llevó a cabo un sondeo en una tienda de conveniencia, ubicando personas y productos que compraban. Se encontró un patrón de que los productos comprados tenían una alta probabilidad de ser los mismos en cada visita a la tienda. El ejercicio se repitió en fechas posteriores al 1º de octubre, del 11 al 17 de octubre, con la seguridad de que los productos en oferta ya tenían las nuevas etiquetas. Fue interesante notar que la mayoría de las personas compraron los mismos productos casi por inercia, no prestaron atención al nuevo etiquetado.
Al preguntar a los consumidores por qué elegían uno u otro producto, respondieron “porque consideramos que son saludables”. Esta apreciación aplicó, por ejemplo, a jugos, cereales, té, yogur y bebidas de chocolate. Es decir, ya hay una percepción sobre los productos elegidos por los consumidores, contra la cual el nuevo etiquetado tiene retos para alcanzar su objetivo.
Otro ejemplo: tres personas acudieron a un restaurant, una pidió un té, otra pidió un jugo y la otra una cerveza. El té y el jugo tenían presentación en lata. Siendo personas con buen nivel de educación notaron rápidamente el nuevo etiquetado, y rieron al darse cuenta de que las bebidas que consideraban saludables tenían un aviso de exceso de azúcares y que sólo la bebida con contenido bajo de alcohol no tenía aviso alguno.
El nuevo etiquetado de productos alimenticios es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, no hay que perder de vista que por sí mismo no podrá alcanzar el objetivo de lograr una población mas saludable. Primero, debe haber la certeza de que el consumidor sepa leer. Segundo, que tenga la habilidad de procesar la información adecuadamente de modo que pueda tomar una decisión educada sobre sus hábitos de consumo. Tercero, que pueda evitar la inercia y efecto de los comerciales a favor de los productos que no son considerados saludables. Y cuarto, que pueda tomar conciencia, cambiar sus hábitos y transmitirlo a sus seres queridos.
Nada fácil, por eso es necesario una educación de calidad, que forme personas con pensamiento crítico. Solo saber leer y escribir no ayuda a tener buena salud o combatir obesidad o diabetes, han sido demasiados años que lo han comprobado.
Edición: Elsa Torres
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