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Urgen ideas frescas

La gente “mata el tiempo”, está aburrida, se entretiene
Foto: Reuters

Sí, urgen ideas frescas, refrescantes, expansivas, renovadoras, estimulantes. Ideas de niños, jóvenes, provocadoras, sabias, humanizantes, alegres, vivas.

El miedo nos amarra a lo conocido. Esto nos da seguridad y rechazamos cualquier idea novedosa que nos quita el tapete y nos enfrenta a pensar, elegir, debatir, cambiar, compartir.

En el proceso de investigación para la novela que estoy bordando, me encontré con la Gran Exhibición de 1851 en la que la reina Victoria inauguró el El Palacio de Cristal, en Londres, y donde el telégrafo y las llantas de caucho fueron las estrellas.

Lo interesante de esta nota es que, de los 6 millones 39 mil 722 visitantes, destaca la presencia de Charles Darwin, Karl Marx, así como los escritores Charlotte Brontë, Charles Dickens, Lewis Carroll, George Eliot y Alfred Tennyson, todos ellos en busca de ideas, información y la posibilidad de llenarse de asombro. 

Un nuevo siglo

Años después, en 1900, se realizó en París la Exposición Universal como una celebración a los inventos del pasado siglo y al acelerado desarrollo que se avecinaba con el nuevo. De abril a noviembre, en un espacio de 216 hectáreas, la Exposición Universal recibió a 48 millones 130 mil 300 visitantes ávidos por visitar sus 33 pabellones, 21 de ellos dedicados a la ciencia y la tecnología.

Los hermanos Lumiére, quienes hicieron su primera proyección pública en 1895 en París, presentaron sus películas en una pantalla colosal de 21 x 16 metros. Seguramente estimulado por ellos, Raoul Grimoin Sanson sorprendió a todos con su experimento del cinéorama que simulaba un viaje en un salón de baile. El filme se proyectaba en una pantalla circular de 93 metros de circunferencia con 10 proyectores sincronizados. Los espectadores se sentaban en el centro, arriba de los proyectores, en lo que parecía una canasta que colgaba.

Tres millones de visitantes atrajo el telescopio que alcanzaba imágenes de la luna 10 mil veces más grande.

Una de las mayores atracciones de la feria fue el mayor acuario del mundo ubicado en una galería de 722 metros de largo. Los tanques de agua tenían 38 metros de largo, 18 de ancho y 6.5 metros de profundidad, donde los visitantes podían observar infinidad de variedad de vida marina.

Sin embargo, la torre Eiffel, inaugurada en la feria de 1889, como la construcción más alta del mundo con sus 1710 peldaños -que los atrevidos suben a pie- y sus 2 millones y medio de tornillos, siguió siendo la reina. 

En su inauguración tuvo el rechazo de muchos ciudadanos que les pareció un atropello al buen gusto y, ahora, cosa curiosa, 130 años después, es el icono del país. 

Leyendo lo anterior me pregunto si hemos perdido nuestra capacidad de asombro, de disfrute frente a las novedades. La gente “mata el tiempo”, está aburrida, se entretiene.

Los invito a asomarse al documental de Netflix: El dilema de las redes sociales para entender un poco en lo que nos estamos convirtiendo.

¡Ayyyyyy! ¡Urgen ideas frescas! Aún estamos a tiempo. 

 [email protected]

Edición: Elsa Torres


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