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Lo científico y lo político en medio de la pandemia

Actualmente navegamos en mar de 'fakes news', medio 'fake news' y noticias justificadas
Foto: Fernando Eloy

Nalliely Hernández Cornejo*

Primera parte 

 

En los meses que llevamos de emergencia sanitaria, la opinión pública se ha saturado de diagnósticos y pronósticos derivados de la pandemia. En ella encontramos visiones optimistas y pesimistas; moralistas sobre el “merecido” que nos ha dado La Naturaleza por la obvia destrucción que hemos hecho de ella; sobre la necesidad de repensar nuestro actuar en el mundo, o de cómo seguramente no repensaremos nada una vez que pase lo peor. Asimismo, navegamos en mar de fakes news, medio fake news y noticias justificadas de las que a veces tampoco resulta fácil comprender sus consecuencias inmediatas para solucionar la situación mundial. En ese océano de la hipotética democratización de la opinión pública, que casi marea, he encontrado dos términos que se han convertido de uso generalizado y casi abusivo: “evidencia científica” e “ideología”. 

Por un lado, a primera vista, parece positivo que ahora todo mundo hable de ciencia y use su terminología. Palabras como evidencia concluyente, no concluyente, metodología, hipótesis, estadística o ensayo clínico, han aparecido en foros, artículos periodísticos y en las conversaciones cotidianas. Por otro lado, parece resurgir el uso del término de origen marxista “ideología” en los diversos análisis sobre la pandemia, el cual parecía, relativamente, pasado de moda, después de la caída del muro de Berlín, de la idea de que el capitalismo parecía inevitable y que entrábamos en una época postideológica una vez que Francis Fukuyama expuso su tesis de que la historia como una lucha de ideologías había terminado.

Sin embargo, si echamos un vistazo más detenido y cuidadoso, el uso de estos términos ha resultado un tanto simplista y a veces equívoco. Creo que sería útil, en el debate coyuntural, profundizar en ellos, puesto que tiene implicaciones prácticas relevantes. Y como decía Charles S. Peirce, un concepto no es sino sus consecuencias prácticas. 

De manera más o menos generalizada y grosso modo, este uso de “evidencia” e “ideología” se opone y obedece aproximadamente a los términos: verdadero (como certeza, seguro, inapelable) y falso  (como ilusorio), pero que legitima un poder político, respectivamente. Así, hemos presenciado en no pocos países, incluido el nuestro, un uso político de la pandemia, cuando desde diversos frentes de la sociedad (la oposición, la prensa, la sociedad civil) se señala al Estado de hacer afirmaciones ideológicas para legitimar determinadas políticas públicas, y viceversa. Simultáneamente, desde los mismos frentes, se reivindican otras medidas o afirmaciones, porque son producto de la famosísima “evidencia científica”. 

El ejemplo tan polémico del cubrebocas es iluminador al respecto, aunque no es el único. Por un lado, podemos ver que el subsecretario de salud Hugo López-Gatell matiza su eficiencia o afirma que su utilidad se ha sobreestimado, y una parte de la prensa lo acusa de irresponsable o "negacionista del cubrebocas", afirmando categóricamente que la “evidencia científica” es determinante al respecto. Por el otro, podemos ver al presidente afirmando que, el pueblo mexicano es ejemplar por usarlo (¿?), aun cuando no se sabe a ciencia cierta si funciona.  Asimismo, el propio subsecretario afirma que la conferencia de prensa sobre el coronavirus es un foro exclusivamente científico, y no político, y sus detractores acusan de lo contrario. En ambos casos se simplifican las situaciones y estas exigen un uso más cuidadoso de lo científico y lo político, de “evidencia” e “ideología”. 

 

Fernando Eloy

 

Segunda parte

Si bien, el sentido marxista originario de la ideología, como una distorsión de la realidad (falsa conciencia) al servicio de un poder inconfeso, parece no sostenerse después de los cuestionamientos que la posmodernidad hizo al concepto de verdad último y totalizador (¿hay una conciencia verdadera?), de acuerdo con diversos teóricos, sigue siendo útil recaracterizar el término para dar cuenta de la realidad social. Lo primero que resulta esclarecedor siguiendo a Slavoj Žižek es desvincular el término ‘ideológico’ de lo falso o erróneo. Como él mismo dice: “un punto de vista político puede ser bastante exacto (o ‘verdadero’) en cuanto a su contenido objetivo y, sin embargo, completamente ideológico; y viceversa […]”. Según el esloveno, estamos en el espacio ideológico cuando un contenido, ya sea verdadero o falso (por ejemplo, la evidencia sobre la efectividad del cubrebocas) sirve para alguna relación de dominación social, pero “es necesario que la lógica de dicha legitimación permanezca oculta para ser efectiva”. En suma, para nuestro caso, un resultado científico puede ser utilizado ideológicamente independientemente de su grado de certeza. 

Lo segundo que sería conveniente señalar es que, de acuerdo con diversos teóricos de la ciencia como Roseph Rouse, Bruno Latour, Harry Collins, entre muchos otros, y como he expuesto ya en otras columnas, el contenido de la ‘evidencia científica’ es producto de una práctica cultural y como tal, no es sinónimo de certeza absoluta o verdad última, mucho menos aún en estudios de una enfermedad emergente que carece de un historial necesario y suficiente para hacer afirmaciones relativamente concluyentes. Así, los resultados sobre el cubrebocas son hipotéticos, y con cierto grado de confiabilidad, pero parece poco probable que existan pruebas exhaustivas y definitivas en todos los escenarios y con todas las variables posibles a menos de un año del surgimiento de la enfermedad (en las últimas semanas aparecen artículos sobre la transmisión por aerosoles y la importancia de la ventilación, que hace unos meses no se consideraba tan relevante). Pero, más aún, ninguna evidencia científica está al margen de condicionamientos culturales y, por tanto, políticos (de financiamiento, idiosincrasias, prejuicios, intereses). 

En esa medida, me parece que justamente hay un uso ideológico del término ‘evidencia’ en la discusión del cubrebocas y de la naturaleza de la información de los foros que el Estado proporciona a los ciudadanos. Si los resultados de los estudios hasta ahora realizados por la ciencia afirman la hipótesis de que el cubrebocas es útil para prevenir el contagio, unos enfatizan la incertidumbre que implica tal resultado para minimizar su importancia y otros la relativa certidumbre para establecerla como definitiva (a este respecto el matiz del subsecretario resulta adecuado). Ninguna afirmación es falsa, pero ambas son usadas con un interés que permanece oculto, a saber, legitimar o deslegitimar el poder político a través de lo científico (en concreto, al gobierno federal). 

Por otro lado, la conferencia de prensa sobre la pandemia que se realiza todos los días, no puede ser un espacio científico, sin dimensión política, porque involucra políticas públicas que deben considerar aspectos diferentes de sus consecuencias. Esto no es algo negativo o reprobable, no es oscurantismo o ideología, tampoco da cuenta de una mala plataforma intelectual del gobierno federal (como algunos afirman). Pero el uso del término ‘exclusivamente científico’ y ‘basado en evidencia’, parece ocultar esta dimensión desde ambos bandos. 

Hoy más que nunca parece indispensable tener en cuenta la máxima baconiana (y foucaultiana) de que el conocimiento es poder, y el poder es político, pero debemos demandar, como sociedad, una legitimación transparente de este. En definitiva, la fusión de lo científico y lo político en el escenario contemporáneo no es anormal ni nueva en la historia. De hecho, es inevitable. Pero exigiría detenernos en el uso de estos términos para darles su dimensión social adecuada a los resultados científicos: tener clara y explícita su relación con lo que nos parece deseable políticamente. Esto requiere cierto análisis de la ciencia y la política desde la filosofía, la historia o la ciencia social, y representa una oportunidad para ver estas disciplinas como relevantes para nuestra realidad práctica. Sería deseable que como sociedad aprovechásemos dicha oportunidad.

 

*Profesora de la Universidad de Guadalajara 

[email protected] 

 

Edición: Laura Espejo


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