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Generosos benefactores

Visita al Regina Coeli
Foto: exconventoregina.com

Uno de los templos más bellos de la Ciudad de México es el Regina Coeli, que fue parte de un gran convento que fundaron en 1573 diez monjas que salieron del convento de La Concepción, el primero que se estableció en la Nueva España. Está en la calle Bolívar esquina con Regina, ahora grato paseo peatonal.

El exterior, muy sobrio, muestra dos portadas gemelas, características de los conventos de monjas. Sobresalen su campanario de tres cuerpos y la cúpula octagonal. En el interior, el altar mayor es una obra sobresaliente del barroco; su cualidad principal son los estípites, pilastras con forma de pirámide truncada con la base menor hacia abajo. En las pechinas de la gran cúpula se encuentran imágenes de los padres de la Iglesia: San Agustín, San Jerónimo, San Gregorio y San Ambrosio.

Destacan otros dos ricos retablos de estilo barroco salomónico en los que sobresalen las mesas de altar con sus cubiertas de espejo. Ambos están recubiertos de obras de arte: un notable conjunto escultórico de La Piedad, una Dolorosa, escenas de la Pasión de Cristo y lienzos alusivos a martirios de diferentes santos.

Dentro de estas maravillas hay una aún mayor: la capilla dedicada a la Inmaculada Concepción, que construyó en 1733 el arquitecto Miguel Custodio Durán por instrucciones del generoso donante, don Buenaventura Medina Picazo.

La edificación se inició en 1583 y se terminó 10 años más tarde. La notable obra arquitectónica está techada con bóveda de cañón y al centro tiene una cúpula ochavada; agraciadas pilastras con bases profusamente decoradas sostienen el conjunto. El retablo principal, obra del escultor Juan José Vidal y del arquitecto mencionado, está estructurado a base de estípites y adornado con espléndidas pinturas de Villalpando. Consta de tres cuerpos en los que destaca en el centro una grandiosa imagen de la virgen titular, alrededor de la cual se distribuyen pinturas con escenas de su vida. Como era usual en la época, en uno de los cuadros aparece dentro de un gran nicho la figura del benefactor de la capilla.

El convento contaba, antes de que se aplicaran las leyes de exclaustración, con 62 casas para su sostenimiento, que le producían jugosas rentas y ocupaba un terreno de “quince mil quinientas varas cuadradas”.

Después de su incautación se destinó a cuartel y ministerio de la defensa hasta 1886, en que la opulenta y caritativa dama de origen guanajuatense, doña Concepción Béistegui, dejó parte de su fortuna para fundar un hospital que llevaría su nombre. Dice en su testamento: “Yo, María Concepción Máxima Béistegui y García, católica por gracia de Dios y doncella por su benevolencia, teniendo sólo parientes ricos que no requieren de mi peculio, lego mi alma a Dios y mis bienes a los pobres”.

El general Porfirio Díaz inauguró, en solemne ceremonia, el hospital que llevaba el nombre de la benefactora. El inmueble fue remodelado a la moda de fines del siglo XIX y se le recubrió de ladrillo rojo. El interior conservó el patrón arquitectónico del convento, varios muros, arcos y en medio del amplio patio principal, la fuente original recubierta de azulejos. Funcionó como nosocomio hasta 1987, cuando se transformó en casa hogar para ancianos que sostiene una fundación que conserva el nombre de doña Concepción.

En reciente restauración se descubrieron en un pequeño patio dos confesionarios que utilizaban las monjas de clausura. Lucen unas preciosas conchas labradas que proporcionaban belleza e intimidad. Del otro lado estaba el sacerdote en el templo, quien escuchaba las confesiones sin conocer nunca el rostro de la monja; seguramente la imaginaba por el tono de voz y sus palabras. Por cierto, es posible utilizar el patio del antiguo hospital para una recepción: se casa en el prodigioso templo y al lado es la fiesta.

A la vuelta –en Isabel la Católica 83, tercer piso– se encuentra Coox Hanal, que desde hace 65 años ofrece los mejores manjares yucatecos. Entre los favoritos: la sopa de lima, los panuchos de pibil, el chamorro, codzitos con queso holandés, los salbutes, panuchos, papadzules, empanadas de cazón y el relleno negro. De bebida, el agua de guanábana o una cerveza Montejo.

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Edición: Emilio Gómez


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