Hace algunos años, en una posada para niños, pregunte si alguien sabía qué era lo que estábamos festejando. Rápidamente un pequeño grito: “¡El cumpleaños de Santa Clos!”
La realidad es que si bien, la navidad o natividad sigue viva después de más de dos siglos, instituciones y comerciantes han hecho su parte para diluir las huellas de un Niño llamado Jesús de Nazareth.
¿Cuándo nació Jesús? Algunos expertos han intentado calcular la fecha en la Biblia como fuente. En Lucas, se afirma que, en el momento de la concepción de Juan el Bautista, Zacarías su padre, oficiaba en el Templo de Jerusalén y qué, Jesús nació aproximadamente seis meses después de Juan.
Siguiendo esa hipótesis, Juan nació en marzo y Jesús en septiembre. Esta fecha sería compatible con la Biblia, según la cual, la noche del nacimiento de Jesús los pastores cuidaban los rebaños al aire libre, lo cual difícilmente podría haber ocurrido en diciembre.
Los romanos, el imperio de entonces, celebraban el 25 de diciembre la fiesta del Nacimiento del Sol invicto, asociada al nacimiento de Apolo.
Otro festival romano llamado Saturnalia en honor de Saturno, duraba cerca de siete días e incluía el solsticio de invierno. Por esta celebración los romanos posponían todos los negocios y guerras, había intercambio de regalos, y liberaban temporalmente a sus esclavos.
Para hacer más fácil que los romanos pudiesen convertirse al cristianismo, sin abandonar sus festividades, el papa Julio I pidió en el año 350 que el nacimiento de Cristo fuera celebrado en la misma fecha.
De este lado del mundo, los aztecas veneraban en invierno a Huitzilopochtli, dios del sol y de la guerra, en el periodo del 7 al 26 de diciembre y aprovechando las coincidencias de fechas, los primeros evangelizadores promovieron la conmemoración de la Navidad, dándole características cristianas.
¿En qué momento el ganador se volvió la mercadotecnia con “Jo, Jo, Jo” como protagonista? La gente se felicita y no sabe por qué. Comprar se volvió el objetivo. ¿Qué? ¡Lo que sea!
Se cuenta que, en el siglo III, el obispo Nicolás de Bari, luego llamado San Nicolás, dejaba regalos en los zapatos que los niños ponían afuera de sus casas.
La luna en el pesebre/ se inclina frente al Niño,/ guiñe un ojo a José/ arropa a la madre./ La luna se arroba/ ante el misterio del amor hecho carne;/ comparte el gozo con los niños y las niñas/ canta arrullos, entona villancicos./ Afuera: el ruido, los moños,/ las prisas, las luces de neón,/ la presión social, los brindis,/ la competencia, el hastío./ La luna se pregunta: ¿Dónde quedó el Niño? MRM
Sin importar lo conveniente y los tiempos, la esencia prevalece dos mil años después. Y en este 2020 sin prisas ni bullicios cantamos la Rama y el Niño del tambor, mientras el bicho nos regala la sencillez de un Belem en familia donde un Niño nos renueva la esperanza y obsequia: “Paz a los hombres y mujeres de buena voluntad”.
Edición: Elsa Torres
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