En estas fechas en que Júpiter y Saturno han echo que miremos el cielo nuevamente, lo que el hombre citadino ya rara vez hace, es menester recordar lo importante que fue para los antiguos mayas la bóveda celeste.
En otras entregas hemos resaltado que para el hombre del México antiguo la agricultura era la base de su subsistencia y que en torno al ciclo de la planta del maíz se articulaba el poder, la religión, los rituales y el calendario, el cual estaba basado en observaciones y registros milenarios, prueba de ello son algunas imágenes que aparecen en códices y tallas realizadas en piedra. Estas representaciones de fenómenos celestes dan testimonio del ciclo solar, su estudio era fundamental para una sociedad que dependía totalmente de la agricultura debido a la influencia que tiene en los ciclos estacionales; pero no solo eso, era de primer orden conocer el ciclo de los astros debido a las afectaciones que tenían sobre los seres humanos las plantas y los animales según se creía. Estas fuerzas marcaban el destino del hombre, pero al conocerlas también el hombre podía incidir en ellas haciendo el ritual correcto o la ofrenda indicada.
Es conocido que existían los llamados libros de los destinos, que no es otra cosa que el registros de los ciclos de los astros y sus interrelaciones y en consecuencia sus influencias para los hombres; incluso algunas fuentes del siglo XVI señalan que al nacer el niño, los sacerdotes buscaban en estos libros los signos del día y sus combinaciones en los calendarios solar y lunar para saber que fuerzas actuarían en la vida del hombre. Este conocimiento se transformo en una ritualidad establecida por el calendario, originando un culto particular a los principales astros: el Sol, la Luna y Venus, siguiendo las estrellas que al igual que los astros mayores se consideraban seres divinos.
En el México antiguo todo evento astronómico que difiere de la normalidad del ciclo celeste era un sinónimo de algún aviso de parte de los dioses, esta concepción es compartida por otras culturas en otras latitudes, quizás la más conocida es la aparición de una estrella hace más de 2000 años en Belén, actual territorio de Israel, que anunciaba a los hombres el nacimiento del salvador. Nuestros deseos son que esta conjunción de Júpiter y Saturno sea presagio de buenas noticias para la humanidad. Con el arribo de la vacuna a México en estos días se empieza a ver la luz al final del túnel .
Edición: Ana Ordaz
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