En Haití aumentan las protestas contra el desacreditado presidente Jovenel Moise, acusado de múltiples delitos e incrementar la represión y la pobreza.
El actual ciclo de manifestaciones lleva ya más de un año, partiendo del reclamo contra las políticas económicas, hasta la exigencia del fin del colonialismo histórico que asola a la primera nación latinoamericana independizada. No es nuevo decir que Haití es el país con mayor pobreza y desigualdad del Caribe y en el que la violencia sistémica oprime a la población y el abandono gubernamental del pueblo corona un silencio global sobre Haití, cuyas noticias poco se difunden y mucho se tergiversan.
El pueblo haitiano denuncia inseguridad, crimen, corrupción e impunidad y fortalece su lucha por la salida del poder de Jovenel Moise antes del 7 de febrero.
El régimen se empecina en mantenerse y simula reformas constitucionales para apaciguar las demandas sociales, cuando en realidad tiene la intensión de promulgar una nueva Constitución que pondrá en riesgo la existencia del Senado y retornará al presidencialismo dictatorial que por décadas gobernó.
La situación en Haití es sumamente preocupante, pues los intereses colonialistas del imperialismo han sumido a la nación durante más de dos siglos a una condición de dependencia e injusticia de la que el pueblo aún no logra salir, pues aunque se silencie por los medios de comunicación, en Haití existe la resistencia anticolonialista-imperialista y revolucionaria que lucha por la emancipación del pueblo y el establecimiento de la democracia y la justicia.
Entre otros organismos políticos, el Partido RASIN Kan Pèp La, denunció la actitud intervencionista de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Organización de los Estados Americanos (OEA), ya que con la excusa de contribuir a redactar una nueva Constitución, ambas entidades han enviado representantes alineados al gobierno repudiado.
Repudio a la ONU y OEA
En el comunicado del Partido RASIN Kan Pèp puede leerse: “No hay ninguna ley, ninguna convención internacional que otorgue a esas instituciones el derecho de inmiscuirse en los asuntos internos del país. Esta práctica es la expresión de una visión intervencionista y colonialista, y así como el desprecio que tienen hacia el pueblo haitiano […] Recordamos a todos que la ONU y la OEA son dos instrumentos al servicio de los intereses de los imperialistas, especialmente del imperialismo norteamericano”.
En otra declaración, diversas organizaciones populares y revolucionarias haitianas mencionan que: “El régimen de Jovenel Moise es completamente ilegítimo y corrupto. Las bandas han cometido muchos delitos, atacando barrios populares y matando a los opositores del régimen con impunidad. Con la profundización de la crisis política y económica, Moise pide una nueva constitución para consolidar aún más su poder”.
El pueblo haitiano, organizado en la resistencia proletaria-popular, requiere la solidaridad internacional de los sectores progresistas y de izquierda del mundo. En nuestra América las voces de justicia para Haití deben multiplicarse y extenderse, parar tantos años de opresión y hacer surgir una nueva realidad para la primera nación latinoamericana revalidada al calor del deseo de independencia y soberanía. La esperanza de Haití es la misma que tienen todos los pueblos en el mundo.
Edición: Ana Ordaz
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