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Texto y foto: Gloria Serrano
La Jornada Maya

27 de noviembre, 2015

Un niño en compañía de su padre, la cámara que los encuadra a ambos y el reportero que pregunta, al pequeño, si sabe –si comprende– por qué se encuentran ahí. Su vocecita de inmediato responde en un vivo y conmovedor francés: “Sí, porque hay chicos malos que no hacen cosas buenas y porque tenemos que ser cuidadosos para no cambiar de casa”. Es en este preciso instante cuando comienza el edificante e improvisado diálogo entre un mesurado padre y su perspicaz hijo:

-Oh! No, no te preocupes, no tenemos que mudarnos. Francia es nuestra casa.
-Pero hay chicos malos papi…
-Sí, pero hay gente mala en todas partes…
-Tienen pistolas y pueden dispararnos porque son malos papi…
-Está bien. Ellos tienen armas, nosotros tenemos flores.
-Pero las flores no hacen nada, están por… por…
-Claro que sí, mira hacia allá. Las flores están para combatir las armas.
-¿Para proteger?
-Sí.
-¿Las velas también?
-Son para recordar a las personas que se fueron ayer.
-Las flores y las velas están aquí para protegernos…

El reportero interviene y le pregunta al niño si eso lo hace sentir mejor, a lo que responde que sí, mostrando a la cámara la nobleza infantil que asoma a través de su discreta sonrisa. Se trata de un video, difundido por NBC News, que circula en redes sociales y muestra la entrevista realizada por [i]Le Petite Journal[/i] el día siguiente a los ataques terroristas, ocurridos la noche del 13 de noviembre en la capital francesa. Y mientras lo observo por segunda vez, pienso que el periodismo tiene un particular magnetismo: estar justamente ahí para captar el vínculo profundo del individuo y la realidad que lo rodea, para narrar quiénes y de dónde son los que aparecen o hacia dónde van. No hay necesidad de inventar, la vida misma nos regala el personaje, la crónica, el reportaje, la entrevista o la más sobresaliente de las novelas.

También las flores y las velas, que están ahí para “algo más” que adornar. Igual que las bellas artes, como la música. En Mérida son otros los niños que, como aquel en París, en medio de las dificultades que nos presenta este crispado siglo, encontraron un contrapeso en el sonido de los cuatro cornos que llegaron a Casa Infantil El Roble, AC Casa de la Alegría, en la Colonia San Marcos Nocoh. Fueron Samuel Rafinesque (Francia), Juan Godino (España), Davide Fanchin (Italia) y Juanjo Pastor (España), cornistas de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, quienes tocaron los instrumentos con la misma sencillez de [i]El Principito[/i] hablando con [i]El aviador[/i] en la novela de Antoine de Saint-Exupéry, publicada en 1943.

De la misma forma apareció Claudia Guerrero, el hada que relató la historia de [i]Los Cuatro Cornos Cardinales[/i], obra inédita del compositor Leonardo Mortera. Los cornos sonaron solemnes, estimulantes, y la voz de magia de esta narradora, conocedora fantástica de las virtudes de la palabra, llevó las mentes de los locos bajitos que la escuchaban hasta esos mundos fabulosos, poblados de duendes traviesos –como los aluxes– donde la música se percibe diferente, suscitando las ganas de bailar, de balancearse y girar con los ojos cerrados y los brazos extendidos. Luego aparecieron estrellas tornasol de distintos tamaños que este ser semidivino comenzó a esparcir como regalos por todo el lugar, mientras las miradas incrédulas de todas esas caritas radiantes la seguían fijamente para no perder un segundo de su fantasía personal ni de la divertida escena colectiva.

En el evento estuvieron presentes Elda María Gasque y Alma Rosa Alcocer, responsables de la asociación; Margarita Molina, presidente del Patronato de la Orquesta Sinfónica de Yucatán; Patricia Lobeira e Iliana León, presidente y secretaria del DIF Municipal de Boca del Río, Veracruz, quienes acudieron a la cita para conocer el proyecto y valorar su posible aplicación en aquella localidad. El concierto se realizó con apoyo del Ayuntamiento de Mérida a través del Fondo Municipal para las Artes Escénicas y la Música 2015. Samuel, Juan, Davide y Juanjo, los músicos, son además miembros de Educarte, AC, la entidad que desde 2007 trabaja por la juventud y la infancia mediante la educación musical y artística en zonas desfavorecidas de Mérida y del interior de Yucatán.

El uso sistemático del terror, o la pobreza, o la marginación, son formas de violencia que –aparte de boicotear a las sociedades y a las personas– patean la infancia y domestican el más generoso de nuestros recursos renovables: la imaginación, surtidora inagotable de creatividad en la niñez y de reinvención social cuando el que la conserva llega a la edad adulta. Está bien. Ya se lo dijo un padre a su hijo: “Ellos tienen armas, nosotros tenemos flores”. Más nos vale extender prontos la mano para tomar la lección, serenarnos y en futuras ocasiones evitar toparnos, de nuevo, con el odioso sinsentido: Las flores, las velas y, también la música, están aquí para protegernos o, quizás mejor, para salvarnos del más temible, del más cruel de los enemigos: nosotros mismos.

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