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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Valentina Álvarez Borges
La Jornada Maya

Jueves 15 de diciembre, 2016


[i]Un hombre de cuarenta y muchos años, Paul, sujeta con fuerza a una joven de veintipocos, Janne. No le dirige la palabra; ni siquiera sabe su nombre. Es una cosa; su cosa. La tira al suelo y él se pone a sus espaldas; resopla con odio, como bestia. Le arranca el pantalón, los calzones. Él, con la tenaza que tiene libre, se desabrocha y saca su pene. Toma mantequilla y la utiliza como lubricante para sodomizarla. La chica grita y llora con impotencia. Él jadea con rabia[/i].

Escena de la película [i]El último tango en París[/i], protagonizada por Marlon Brandon y Maria Schneider; dirigida por Bernardo Bertolucci.


“La de la mantequilla”. Así se le conoce a la violación protagonizada por Brandon y Schneider con lúdico —y lúbrico— morbo. Y más de 40 años después, incluso ya muertos los actores, sigue dando de qué hablar. Hace unos días se desempolvó la entrevista en la que Bertolucci reconoció que la actriz no tenía ni idea de lo que le esperaba, que él y Brando conspiraron, incluso en el detalle del lácteo, para hacer lo más realista que se pudiera la escena. No quería que interpretara el dolor; quería que lo sintiera, confesó el director italiano. Pinche [i]arte[/i].

Y es que el machismo nos entra por ósmosis. Incluso en las manifestaciones que deberían alzar nuestro espíritu se enloda la figura de la mujer. Los medios nos reportan frutos de esa cosecha sádica, machista, todos los días, arrancándonos la indignación a golpe de costumbre. Un abuelo que violó reiteradamente a su nieta de siete años, una senadora que fue atacada brutalmente por varios hombres —noticia que se minimiza, haciendo comentarios sobre el físico de la víctima…

La sociedad está programada para perpetuar esos deplorables comportamientos, que encuentra a sus corifeos incluso en las artes. Ahí tenemos la confesión de ese monstruo literario que es Neruda; ahí, la presunción de ese muñequito de plástico que es Maluma, que encandila a la nueva generación con su brutalidad paleolítica, con su simplicidad amébica. Hay, en todos estos casos, pequeñas llamaradas de indignación, que se asfixian rápidamente en nuestra indolencia, que nos limitamos a firmar una petición en change.org, lavándonos las manos. Como Poncio.


***

[i]Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia.[/i]

Texto extraído de [i]Confieso que he vivido[/i], libro de memorias de Pablo Neruda.


***

[i]Estoy enamorado de cuatro babys. Siempre me dan lo que quiero. Chingan cuando yo les digo. Ninguna me pone pero (…). La primera se desespera, se encojona si se lo echo afuera. La segunda tiene la funda y me paga pa que se lo hunda. La tercera me quita el estrés, polvo corridos siempre echamos tres. A la cuenta de una le bajo la luna pero ella quiere con Maluma y conmigo a la vez (…). Diferentes nacionalidades, pero cuando chingan gritan todas por iguales: Quiere que la lleve pa' medallo, quiere que la monte en carros del año, que a una la coja, a la otra la apriete y a las otras dos les de juntas en el baño.[/i]

Letra de la canción "Cuatro babys", de Juan Luis Londoño Arias, Maluma.


***

Una espiral, una historia que no se acaba, un cuento sin fin, un bucle; una espiral, una historia que no se acaba, un cuento sin fin, un bucle… Y así mientras nos neguemos a admitir que todo lo que nos rodea es combustible para la hoguera machista en la que ardemos. Hipócritamente, criticamos a los bertoluccis, nerudas y malumas, mientras le preguntamos a alguien que quiere trabajar en nuestra empresa si piensa embarazarse pronto, o nos burlamos de la agresión que sufrió la senadora por su aspecto masculino, o minimizamos el esfuerzo de esa mujer triunfadora, corriendo el rumor que logró llegar hasta donde está porque se acostó con alguien. Nacimos machistas, pero no estamos condenados a morir siéndolo.


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