Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya
Viernes 9 de diciembre, 2016
Se llama Maqroll. ¿Qué otro nombre podría tener un gaviero? Y nos dice que ya se ven, en el horizonte, las copas de los árboles de Ítaca. Concluimos 2016, un año lleno de aventuras, pleno de experiencias; en el que nos topamos con lestrigones, cíclopes y el colérico Poseidón. Y a pesar del consejo de Kavafis, tuvimos miedo, mucho miedo.
Mi padre, Lázaro, que sorteó la tempestad provocada por la mitología a la que desafiamos, recibe el anuncio de Maqroll sorprendido; él, que ni en sus más recónditos sueños se vio en el 2017. El padre de mi gemelo también lo avista, recordando en compañía de su hijo su vida de periodista y lector de tarot. Nos quitó y nos dio.
Navegamos estos doce meses y llegamos también, con placer y alegría, a puertos nunca vistos antes; nos detuvimos en los emporios de Fenicia y ahí adquirimos hermosas mercancías: nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes sensuales. Conocimos a personas; hicimos entrañables amigos y formidables enemigos, que ahora nos definen y sus —buenas, malas— compañías esperamos con ansia.
Tomamos café y whisky con sabios egipcios, de los que aprendimos más que en los salones de clase; que nos dieron Norte, que se convirtieron en faro. A pesar de que el viaje fue unas veces furioso, otras plácido, en nuestra mente nunca dejamos de tener en mente a Ítaca: llegar ahí fue siempre nuestro objetivo, nuestra meta. Y ahora estamos a punto de atracar, un año más viejos, un año más sabios. Con nuevas y formidables cicatrices, con potentes tatuajes de anclas y de estilizados nombres de mujeres —tres, en mi caso. Es precisamente ese destino lo que nos brindó tan hermoso —y tan triste, en varias ocasiones— viaje. Nunca aburrido, siempre retador.
Nunca nos engañó, nunca nos prometió una travesía cómoda. Y eso lo comprendemos hasta ahora, en el mismo instante en que Maqroll —¿qué otro nombre podría tener?— nos avisa que ya está a la vista. Ahí. Disfrutemos, entonces, de la paz que representa llegar al puerto, a nuestro puerto, sin olvidar que en pocos días volveremos a partir, con viento o sin él, a enfrentarnos de nuevo a enfrentarnos de nuevo con los días y los meses, con la vida y la muerte; con 2017.
Mérida, Yucatán
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