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Texto y foto: Jhonny Brea
La Jornada Maya

Martes 6 de diciembre, 2016

No lo van a creer, pero a mis años, por primera vez soy titular de mi carnet del IMSS; es decir, que estoy como derechohabiente directo, como integrante de ese cada vez más reducido número de trabajadores con acceso a servicios de salud. En realidad tiene un rato que lo soy, pero en esta ocasión tuve necesidad de ir a consultar, previendo una incapacidad.

Verán, el lunes me encontraba trabajando cuando recibí una llamada de la escuela de mis engendros. Ambos tenían calentura y era necesario ir por ellos –ustedes comprenderán, las labores propias de mi sexo. Obviamente me los llevé a una de estas farmacias con servicio de “asesoría médica” y resultó lo esperado: infección en la garganta; lo fantástico es que fue en simultáneo.

Pues bien, a los dos días comencé a sentir malestar, dolor, hinchazón en los ojos, escurrimiento nasal, además de tos pero sin aumento en la temperatura. Ya para el jueves eso me pareció raro y decidí apersonarme al Seguro, primero para ver mi alta y después consultar.

Como bien comprenderán, la primera experiencia de todo derechohabiente es enfrentarse a la gente del archivo. Según, tenía bien mis papeles pero… “su comprobante domiciliario sólo puede ser luz, teléfono, agua o predial, si no no lo puedo dar de alta”. Bien, había llevado un estado de cuenta, que me han aceptado en otras partes, pero olvidé que el IMSS es el IMSS, y siguen utilizando diskettes de 3 ½.

Volví el viernes. Para entonces varios compañeros de trabajo supusieron que había adelantado la fiesta y me encontraba crudo. Ojalá hubiera sido verdad. Ahora sí, me dieron mi hoja de alta y carnet provisional y me tocaba pasar a Medicina Preventiva para que me dieran el definitivo.

Parte de la aventura es localizar dónde le toca pasar a uno, pues aunque hay señalética, el afectado –que obviamente no tiene los cinco sentidos funcionando a toda su capacidad -, puede aparecer en el segundo piso buscando su consultorio cuando le toca en la planta baja, o en consulta materno infantil mientras localiza el baño. Algo así me ocurrió. Me tocaba en el módulo seis de Preventiva, cuando hice cola en el dos.

El módulo seis era imperdible: donde había más gente, de pie, esperando que saliera la persona que debe poner orden, recoger los carnets y asignar los turnos. Ahí esperé media hora, junto a otros ocho compañeros de infortunio (en realidad cuatro eran una familia con un nené que se la pasó al llanto vivo), a que saliera la enfermera.

“Voy a pesarlo”, me dijo amenazante la enfermera, cuando al fin fue mi turno.

“¿Así es la cosa? Yo quería consultar, no que me dijeran gordo”, alcancé a responder al botepronto, y amenacé con acusarla a la Coordinación y a la Codhey por malos tratos.

En fin, vino el sermón de que ella nada más hace su trabajo, cosa que tengo que reconocer que hizo muy bien. Esta vez, ella estaba para instruirme sobre los servicios a los que en un momento dado puedo acudir, precisamente de la parte preventiva, por lo que pactamos que haré una visita apenas me sienta mejor, para iniciarme como usuario del área de nutrición.

Me llevé más de media hora con la enfermera, que ya tenía mejor humor. Claro, había aprovechado para torturarme con el paso a la báscula y apuntar mis 101 kilos de humanidad en el carnet, además de pincharme el hombro izquierdo (antitetánica), derecho (contra influenza) y el dedo cordial de la mano izquierda (medición de glucosa).

“Le voy a dar estas pastillas para que se revise la placa en los dientes”, dijo mientras me daba un sobrecito con dos tabletas, “y unos condones, para su salud reproductiva”.

Total, 40 minutos después tenía ambos brazos adoloridos, y entre mis manos mi carnet, dos pastillitas para detectar placa y ocho condones. No quise sacarla de la idea de que me estaba dando muchos. ¡Eso son buenos deseos! Sin embargo, todavía necesitaba pasar a consulta y para esto ya eran las 12:40. Más fácil esperar al turno de la tarde que pretender ser el último del matutino.

Eventualmente, luego de haber pasado cuatro horas en mi clínica, me atendió un médico que en dos minutos me confirmó en el temor: zika. ¿Tratamiento? Reposo, con dos días de incapacidad (viernes y sábado, o sea nada), y dos cajas de paracetamol.


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