Los políticos se olvidan

Texto: Tabacón B. Linus
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Lunes 5 de diciembre, 2016

¿Alguien recuerda quién era presidente de los Estados Unidos cuando Giuseppe Marconi realizó la primera transmisión de radio que cruzó el Atlántico? William McKinley, y les apuesto que nadie atinó la respuesta.

¿Alguien tiene en mente quién gobernaba Estados Unidos cuando Alexander Graham Bell patentó el teléfono? Ulysses Grant, al que no muchos tendrán presentes como el comandante militar más destacado de la Guerra Civil norteamericana.

Y podemos preguntarnos ¿quién gobernaba Francia cuando Louis Pasteur realizó sus descubrimientos? Y todos fallaremos. Casi nadie recordará quién era el Papa que encomendó a Miguel Ángel los frescos de la Capilla Sixtina.

Ahora una más fácil ¿quién era presidente de México cuando fue presentado el primer iPhone o González Camarena inventó la TV a color? Nadie lo recordará, pero todos sabremos que lo presentó Steve Jobs y todos hemos gozado de un monitor lleno de colores vivos. ¿Quién gobernaba la URSS cuando Yuri Gagarin se convirtió en el primer hombre en salir al espacio? O ¿quién estaba en la Casa Blanca cuando Armstrong puso su pie en la luna? ¿Quién era primer ministro de Inglaterra cuando Los Beatles causaron su primer furor en el rock and roll?

Tenemos claros los inventos, los inventores, los logros científicos y los artistas, pero los políticos se nos pierden, se vuelven borrosos. Y así está bien. Los políticos en el largo plazo son irrelevantes, porque contribuyen en poco -o muy poco- a los temas trascendentales de la humanidad. A los políticos y los gobernantes los soportamos, los sobrevivimos y en cuanto podemos los cambiamos.

Por supuesto que algunos líderes políticos sobreviven, los que encabezaron esfuerzos de guerra o de independencia, por poner algún ejemplo; pero incluso ellos, en el largo plazo, resultan controversiales y sus aportaciones una mezcla de algunas cosas buenas y muchas y muy variadas cosa malas o grises.

Sin duda los políticos lo saben, por eso llenan el calendario de eventos cívicos, que terminan siendo eventos de políticos para recordar a políticos. Rara vez vemos el evento cívico anual para recordar a Diego Rivera, pero el de la muerte de Emiliano Zapata es obligatorio. Quizá en Yucatán ya no tendríamos muy claro el legado de Felipe Carrillo Puerto, si el PRI y el mundo político local no lo hubieran convertido en su santo; y aun así ya es un legado borroso; pero las canciones de Armando Manzanero seguirán frescas por generaciones, muchas más que las del héroe y político de Motul.

Todos recuerdan cuando Maradona llevó a Argentina a la gloria mundialista en 1986, pero el nombre Miguel de la Madrid es oscuro, muy oscuro como el presidente mexicano abucheado en la inauguración del evento deportivo; y ¿quién mandaba en Brasil cuando Pelé brillaba?

Felizmente, al final la historia pone a todos en su lugar y los políticos se olvidan; sus fechas caen en el olvido, sus eventos cívicos en desuso, por más que sus compañeros de tribu se esmeren en organizar discursos y flores para ellos. Los políticos haciendo héroes a los mismos políticos, no logran su objetivo más allá de unas generaciones, en el mejor de los casos. Así les pongan su nombre a aeropuertos, bibliotecas, avenidas y hasta periféricos, averiguamos quiénes fueron esos “grillos” para averiguar por qué una calle o un edificio se llama así, y no porque el nombre nos diga algo.

En 100 años ocurrirá lo mismo. Seguramente las generaciones futuras sabrán quién fue Bill Gates, Elon Musk, Mark Zuckerberg y hasta Madonna. Tendrán presentes a Alejandro González Iñárritu, Usain Bolt y Lionel Messi, pero nadie recordará a Peña Nieto, David Cameron, Matteo Renzi o Donald Trump (salvo que haga algo catastrófico), aún menos al gobernador de tal o cual banco central.

Todo eso dice una sola cosa: es la creatividad, la innovación, la reforma de los cánones de belleza y el uso excelso de la inteligencia lo que trasciende; el resto muere y es olvidado. Quizá es tiempo de entenderlo de una vez y darles a los políticos la dimensión irrelevante que se merecen, poniéndolos servir y no dejando que acaparen noticias, espacios y eventos cívicos. La historia no es de los políticos, es de quienes transforman y hacen más grande a la humanidad. La inmortal es otra lista de nombres.


Mérida, Yucatán
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