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Texto: Eduardo del Buey
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La Jornada Maya

Sábado 26 de noviembre, 2016

Cualesquiera que sean las opiniones de uno sobre su política, él fue un líder mundial de una pequeña isla del Caribe, cuyo impacto se sintió alrededor del globo. Mientras Cuba aún tiene un largo trecho por recorrer en materia de derechos humanos individuales y libertades, es una nación que lidera en el mundo en materia de educación, salud, investigación médica, cultura y deporte. Este es el legado, compuesto claro, por elementos tanto positivos como negativos.

Con 90 años, era la última gran figura histórica del siglo XX. Sobrevivió a muchos de sus enemigos, emocionó a generaciones por la fuerza de su personalidad, y luchó por sus ideales. Los presidentes de los Estados Unidos que intentaron eliminaron por cualquier medio han ido y venido. El último, Barack Obama, incluso visitó la isla como señal de un cambio en la política hacia Cuba, algo que hoy se encuentra en la cuerda floja mientras ambos países se retuercen por saber los planes para la relación del presidente electo, Donald Trump.

Muchos en Miami y otras partes están celebrando. También, muchos lo llorarán en el mundo. Ese es el impacto que tuvo en un planeta que tiene dificultades en encontrar justicia social de diversas maneras. Como él dijo una vez, “un revolución no es un lecho de rosas”.

Será recordado por la Crisis de los misiles cubanos, que casi lleva a la humanidad a una guerra nuclear. Será recordado por oponerse a Estados Unidos y sus políticas en este hemisferio y en cualquier parte. Dejó su marca al apoyar los movimientos revolucionarios de América y África. De hecho, es altamente respetado en ese continente por su apoyo a Nelson Mandela y la lucha africana contra el Apartheid.

Ha sido una figura reverenciada para muchos latinoamericanos por seis décadas, y continuará así en el futuro inmediato. Su visión de un mundo socialista le llevó a muchos errores sobre la creación y desarrollo de instituciones democráticas y libertades fundamentales.

Sus principales políticas económicas centrales llevaron a dificultades a las personas que, en su diáspora, demostraron una habilidad única para desenvolverse y crecer económicamente. El estancamiento económico del modelo cubano, y su degeneración hacia el capitalismo Ersatz en los años más recientes, son también su legado. Los recuerdos de las balsas que partieron de puerto Mariel durante la década de 1980 se mantienen en nuestras mentes como uno de los grandes y trágicos éxodos de nuestros tiempos.

Visité por primera vez Cuba en 1975, como uno de las decenas de miles de turistas canadienses, en una apertura de la isla para tener influencia global. Canadá nunca rompió relaciones diplomáticas con Cuba (tampoco México), creyendo que el diálogo era una mejor manera de tratar los retos que ese país poseía para los intereses occidentales en materia de seguridad y su propia gente.

Regresé con el Secretario de Estado para Latinoamérica en 1994, en unas circunstancias especiales, cuando los cubanos estaban manejando los efectos de la caída del imperio soviético y las consecuencias económicas que esto tuvo para la isla.

Al trabajar en el ministerio de relaciones exteriores de Canadá en Cuba, traté a diario con el país y sus habitantes. En una reunión binacional, un oficial canadiense sacó el tema de la falta de libertades de viaje para el ciudadano cubano, a lo que el delegado de Cuba respondió que importaba más la salud y educación, que las élites gastaran algunos dólares viajando fuera.

Más tarde, como director ejecutivo de la [i]Canadian Foundation for the Americas[/i] (FOCAL), me percibieron por el régimen como un enemigo por crear un programa que trajo análisis de hechos sobre el mito cubano. El diálogo de FOCAL’s con el gobierno cubano se limitó a encuentros con diplomáticos claves que fueron excelentes personas, pero con quienes simplemente estuvimos en desacuerdo en diferentes temas. Dicho esto, sin embargo, el gobierno cubano permitió que académicos participaran en nuestras actividades y que aprendamos sobre el desarrollo de la isla.

Cuba nunca fue el enemigo de Canadá. Fue un país que tomó una ruta diferente, de la cual ciertamente no estuvimos de acuerdo.

Pero, al contrario de otros países latinoamericanos en aquel tiempo, Cuba se enfocó en el desarrollo humano a través de las líneas comunistas. No hay duda de que el impacto de ese país en salud y educación es más fuerte que el de sus vecinos. Su liderazgo puede ser lo que es, pero su solidaridad en respuesta a amenazas clave, como la crisis del ébola en África y el reciente terremoto del 2010 en Haiti, así como su ayuda a otros países afectados por catástrofes naturales o sanitarias ha sido bienvenida alrededor del mundo.

Fidel hoy pertenece a las eras. Pero su impacto, de muchas formas, continuará sintiéndose en un país y un continente en donde él hizo una diferencia, para bien o para mal.

Veremos si la historia lo absuelve realmente.

¡Adiós Fidel!

Mérida, Yucatán


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