de

del

Jaquelyn Rosado Puerto
Foto: Valentina Álvarez Borges
La Jornada Maya

Miércoles 23 de noviembre, 2016


[i]¡Ah, yo me siento abrir como una rosa![/i]
[i]Ven a beber mis mieles soberanas[/i]
[i]¡Yo soy la copa del amor pomposa[/i]
[i]Que engarzará en tus manos sobrehumanas![/i]
[i]La copa erige su esplendor de llama…”[/i]
-D. Agustini


Desde tiempos inmemoriables se reconoce a la miel de abeja como símbolo de la fertilidad y de la abundancia. Era ofrecida en ceremonias en honor a los dioses, puesta en vasijas en la habitación nupcial de los recién unidos, como ingrediente de recetas afrodisíacas o aperitivas, de las cuales podemos mencionar el mulsum; que es una mezcla de cuatro partes de vino tinto con una de miel. También era utilizada como compuesto de fórmulas para conservar la belleza femenina. Se dice que Cleopatra tenía un secreto para volver locos a los hombres, que involucraba a la miel de abeja. Este secreto consistía en que, antes del amor, colocaba en su entrepierna un poco de miel con polvo de almendras. También la ocupaba para bañarse en tinas contenidas con leche de burra, y mantener así su piel suave y tersa. En tiempos de Ramsés II, al celebrarse la ceremonia nupcial, el esposo prometía a su mujer darle 12 recipientes con miel cada año. Los romanos también apreciaban el dorado néctar, y cuando volvían de batalla anhelaban dedicarse a cosechar de sus colmenas aquel bálsamo que sanaría sus heridas y endulzaría sus amargos momentos, aquellos que se viven cuando se está cerca de la muerte.

En la antología poética griega, un verso atribuido a Platón (427-347 a.C.) menciona: “Él yace entre las rosas que florecen sonrientes y sobre sus labios las rojizas abejas gotean su miel”, refiriéndose a Eros, dios de la atracción sexual y la fertilidad.

En el libro [i]El Cantar de los cantares[/i], se menciona en varias ocasiones al dulce néctar de las abejas como parte de los poemas dedicados al amor. El capítulo 4, versículo 11 cita: “Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua; y el olor de tus vestidos, como el olor del Líbano”. En el capítulo 5 versículo 1 se lee “Yo vine a mi huerto, ¡oh hermana, esposa mía!; he recogido mi mirra y mis aromas; he comido mi panal y mi miel, mi vino y mi leche he bebido…”. Una vez más, la miel simboliza la plenitud y la abundancia que se comparte con la pareja.

Antonio Machado (1875-1939) fue de los poetas que más mencionó a las abejas y la miel en sus obras. En su libro [i]Nuevas Canciones[/i] equipara el amor de los amantes con la actividad de las abejas: “colmenero es mi amante; Y, en su abejar, abejicas de oro vienen y van. De tu colmena, colmenero del alma, yo colmenera”.

En su [i]Canto de la miel[/i], Federico García Lorca (1898-1936) la refiere con sublimidad, venerándola en dulces letras poéticas. He aquí algunos fragmentos: “…La miel es la epopeya del amor, la materialidad de lo infinito. Alma y sangre doliente de las flores condensada a través de otro espíritu. ¡Oh divino licor de la humildad, sereno como un verso primitivo! Dulcísima. Dulce. Este es tu adjetivo. Dulce como los vientres de las hembras. Dulce como los ojos de los niños. Dulce como las sombras de la noche. Dulce como una voz. O como un lirio. Para el que lleva la pena y la lira, eres sol que ilumina el camino. Equivales a todas las bellezas, al color, a la luz, a los sonidos…”

Anaïs Nin (1903-1977), escritora estadounidense de padres cubano-españoles, mencionó a la miel en uno de sus relatos eróticos [i]La mujer del velo[/i]: “George fue presa del deseo de explorar y tocar todos los rincones de aquel cuerpo. Separó la abertura de su sexo con los dedos y regaló sus ojos con el fulgor de la piel, el delicado fluir de la miel y el vello rizándose en torno a sus dedos”.

La miel ha sido apreciada a través de los tiempos como elemento afrodisíaco y medicinal; las abejas como mensajeras entre los dioses y la humanidad. Las colmenas han sido representadas hermosamente talladas en oro, en madera, como parte del simbolismo de templos, en códices y papiros. La gratitud humana hacia este insecto polinizador y hacia su embriagante néctar se ha perpetuado hasta nuestros días, donde muchos aún sabemos apreciar y agradecer no solamente la miel que nos proveen, sino el alimento que nos llevamos a la boca, pues son los polinizadores por excelencia. Su uso afrodisíaco aviva las pasiones, sublima el erotismo y acerca a lo divino la unión con la pareja. Que nunca falte miel en la alcoba, que nunca falte en el corazón una colmena zumbante, que nos inspire a amar, a defender y a preservar las delicias de la Naturaleza.

Mérida, Yucatán

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