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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Ap
La Jornada Maya

Jueves 17 de noviembre, 2016

Donald Drumpf, no Trump, es el apellido del presidente electo de los Estados Unidos, pero un error en la neoyorquina isla de Ellis, a donde llegaban en aquel entonces los migrantes de todo el mundo que pretendían internarse en Estados Unidos, modificó el apellido, quizá dándole un sonido más anglosajón.

Friedrich Drumpf, así se llamaba el abuelo de Donald que emigró a Estados Unidos desde Alemania en 1885, con sólo 16 años. Huía de la miseria, tras la reciente muerte del padre, quien había dejado una familia numerosa sin forma de ganarse la vida. Soñaba con riquezas el joven Drumpf, mientras trabajaba en una barbería en Alemania y después en Nueva York, barriendo cabellos y barbas cortadas. Riquezas que amasó en los Estados Unidos con hoteles y restaurantes que funcionaron como prostíbulos durante la fiebre del oro, según la investigación de la escritora Gwenda Blair, autora del libro [i]The Trumps: Three Generations That Built An Empire[/i] ("Los Trump: Tres generaciones que construyeron un imperio"), texto comentado por [i]The Guardian[/i] y por otros medios anglosajones e ibéricos en días recientes, y que hay que leer.

Dicho libro, actualizado en una reciente edición como [i]The Trumps, Three Generations of Builders and a Presidential Candidate[/i] ("Tres generaciones de constructores y un candidato a la presidencia"), también menciona cómo los Drumpf, o más bien los Trump, mintieron acerca de sus orígenes germanos durante la Segunda Guerra mundial, cuando en los Estados Unidos se generó un profundo sentimiento anti alemán. Decían que eran de origen sueco, y más genéricamente, Donald aseguraba que sus orígenes eran de diversos países europeos para esconder sus nexos genéticos con la Alemania nazi.

Pero Blair viajó hasta Kallstadt, el pueblo de milenaria tradición vitivinícola alemán donde nacieron los ancestros de los Trump. El abuelo de Donald, en una de las peripecias que definirían la historia, regresó a su tierra natal para casarse con una mujer de su mismo terruño para después regresar de nueva cuenta a Nueva York y no volver más a Alemania. A Friedrich Drumpf las autoridades alemanas lo expulsaron, tras acusarlo de no querer cumplir con el servicio militar, narra Blair, hecho que tendría consecuencias históricas.

En otro capítulo también se habla de los presuntos nexos del padre de Donald Trump con el Ku Klux Klan, aunque el ahora presidente electo lo niega categóricamente. Sin embargo, la sombra de duda permanece y crece en estos días en que, tras una campaña centrada precisamente en el odio racial resurge el Klan en diversas apariciones públicas en los Estados Unidos.

Los orígenes de Trump, no cabe duda, ayudan a comprender al personaje que se dispone a dirigir los destinos de la nación más poderosa, emparentado culturalmente con esa Alemania que se vio involucrada con dos terribles guerras mundiales y que parió a Adolf Hitler.

Echando un vistazo a los archivos de Ellis Island disponibles en Internet, pude encontrar a 105 personas que registraron su ingreso por la puerta por antonomasia símbolo de la migración fundadora de los Estados Unidos que tenían apellido Lliteras. Muchos de ellos provenían de la Isla de Palma de Mallorca (de donde es originario el apellido Lliteras, en particular de Manacor), como sucedió con nuestro bisabuelo quien en cambio decidió quedarse en Ciudad del Carmen, México. También pude encontrar al menos a cinco Sentíes que tomaron el camino de Ellis Island y se perdieron en los anchurosos caminos de América.

Pero tras esta breve digresión, retornando a Donald Trump, hay que señalar que preocupa, profundamente, el grupo de personajes con los que se está rodeando el presidente electo. Por ejemplo, con personajes como Newt Gringich, un hombre de la extrema derecha estadunidense conocido por su odio hacia México. Pero no es el único, como el neocon John Bolton, quien durante la administración de George W. Bush preconizó la exportación de la democracia a punta de cañonazos. O Stephen Bannon, designado por Trump como consejero estratégico y acusado por la comunidad musulmana y hebrea de racista y antisemita. No menos preocupa la posible nominación de Ben Carson, cirujano de 65 años, como posible secretario de educación, y miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que predica la observancia literal de la Sagradas Escrituras, en particular del Génesis, e impulsor del Creacionismo, que niega las teorías de Darwin calificándolas de falsas.


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