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Romina A. España Paredes
Foto: Valentina Álvarez Borges
La Jornada Maya

Martes 15 de noviembre, 2016

Una isla ideal, ubicada en un lejano y desconocido lugar. Una ciudad de calles perfectamente trazadas, gobernada por los más sabios, donde sus habitantes viven en armonía gracias a que toda posesión es común y nadie tiene más que el otro. La felicidad que reina está fundada en la igualdad, porque la ambición es desconocida y todos poseen justo lo que necesitan.

Así imaginó que sería, en 1516, la sociedad ideal del humanista inglés Tomás Moro. Su obra filosófica, [i]Utopía[/i], dio nombre a un género y un tipo de reflexión que parte de la crítica de una sociedad en crisis, para proyectar la posibilidad de un mundo mejor, basado en la igualdad, la justicia y el bien común.

500 años después de su publicación, muchas distopías han oscurecido la historia de la humanidad. Sin embargo, no podemos decir que la utopía ha desaparecido en las sociedades contemporáneas, mucho menos en México. Los rastros de su presencia son inagotables, en algunos casos ha cobrado forma en la resiliencia con la que las familias de los miles de desaparecidos se han organizado y encabezado uno de los movimientos más valientes y ejemplares en nuestro país.

Recordemos el caso de Araceli Salcedo, quien recientemente visitó la ciudad Mérida en el marco de la Tercera Jornada de Derechos Humanos para dar el testimonio de la búsqueda de su hija Fernanda Rubí, tras cuatro años y dos meses de su desaparición en Veracruz. Enfrentando la corrupción, la impunidad, la ceguera e indiferencia social, Araceli es una voz y un referente de lo que significa “perder el miedo al miedo” con la esperanza de construir una sociedad en la que se respete la dignidad de la vida.

La utopía, siempre crítica y creativa, también está presente en los numerosos actos de solidaridad con los que mexicanos de diferentes grupos y edades se han unido en la defensa de los derechos humanos de los sectores vulnerados en el país, entre ellos: mujeres, indígenas, migrantes, homosexuales y niños. Ante la violencia, la cerrazón, el miedo, el odio y la mercantilización de la vida humana, están las respuestas empáticas y sensibles de una sociedad herida e indignada.

Hablar de utopías, hoy, es más que necesario. Es una tarea imprescindible que no debe ser relegada a los ingenuos e ilusos, como se suele creer cuando se hace referencia a los utopistas; tiene que ser un ejercicio común. Es necesario soñar para trazar las rutas de una transformación para superar la crisis de nuestras sociedades. Si no somos capaces de imaginarlo, si no tenemos el atrevimiento de soñar, tampoco podremos construir alternativas.

Extendemos la invitación a hablar sobre utopías en el Homenaje A 500 años de [i]Utopía [/i]de Tomás Moro, que tendrá lugar el 29 de noviembre a las 18:00 horas en el Foro Cultural Restaurante Amaro, en la ciudad de Mérida; porque sin duda las utopías forman parte del pensamiento humano desde antes de la obra de Moro, pues ha incitado a las personas a imaginar la posibilidad de sociedades más justas y respetuosas de la dignidad humana. Puede ser el mismo que hoy nos lleve a proyectar en un México que se cae a pedazos la utopía que reconstruya.

Mérida, Yucatán

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