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Texto y foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Lunes 13 de noviembre, 2016

La unidad del PRI en Yucatán no vive necesariamente su mejor momento.

Los diputados federales y secretarios del gabinete, que pueden y sueñan con ser candidatos a relevar a Rolando Zapata en la gubernatura, cantan en privado y secreto que nadie puede, con su propia fuerza, obtener el consenso de los otros, por lo que se requiere de una inteligente y audaz decisión de su líder.

Quien gane las elecciones de 2018 será el mayor beneficiado político del principal legado del actual gobernador: los desarrollos en infraestructura y seguridad, que han dado la certeza para que millonarias inversiones lleguen al estado.

La certidumbre del gobierno de Zapata Bello estará a prueba en los siguientes dos años y, aunque bien sabe, como nos lo dijo en entrevista con La Jornada Maya, ninguna buena calificación es suficiente para ser aprobado en las elecciones. En sus manos está la decisión del PRI para que éste no se divida más, como cuando él fue el designado hace cinco años.

Hay que recordar que en aquella ocasión Ivonne Ortega pugnó desde el gobierno hasta el límite para que Angélica Araujo fuera su sucesora, y no Jorge Carlos Ramírez Marín como propuso Enrique Peña Nieto. Viejos políticos, ahora y testigos de esa negociación, nos confirman que después de revisar las encuestas Peña Nieto se opuso a la alcaldesa de Mérida y aceptó el veto de la gobernadora hacia Ramírez Marín.

De ese quiebre, el favorecido fue Rolando Zapata Bello, quien llevó a buen puerto la campaña pero hasta ahora no ha logrado subsanar del todo la división de las fuerzas internas del PRI y que ahora aflorarán conforme los tiempos políticos avancen.

Las diputaciones federales son claro ejemplo de estas divisiones, pues representan a todas las facciones que pintan la historia reciente del poder político en Yucatán.

[b]Las opciones[/b]

El principal nervio de esa batería se encuentra en el gabinete y lo encabeza, por un lado, el secretario históricamente más cercano al gobernador, por los años de amistad y colaboración política, Víctor Caballero. Juntos trabajaron en lo que en su momento se considerará una estructura electoral eficaz en el estado y ahora, como titular de Educación Pública, la refuerza frente a maestros, alumnos y padres de familia. Al frente de la Segey, Caballero tiene una magnífica base, subrayando que la educación es clave para el futuro del estado (en lo cual no se equivoca).

Por otro lado está la confianza que el titular del Ejecutivo ha depositado en Roberto Rodríguez Asaf al frente, primero, de los hilos financieros del gobierno del estado cuando estuvo al frente de la Secretaría de Administración y Finanzas, algo que ni figuras claramente tecnocráticas como Ulises Carrillo y Armando Baqueiro pudieron amarrar del todo. Ahora Rodríguez Asaf tiene en sus manos las cuerdas de la seguridad. Él es quien coordina a los policías con inteligencia militar y federal, y enfrenta los desafíos jurídicos con el Legislativo. Como secretario de Gobierno, su perfil le exige una discreción y austeridad propias de la más alta responsabilidad, y claro, hacer realidad Escudo Yucatán, quizá la inversión de mayor calado en un programa de gobierno en toda la administración de Zapata Bello.

Si por calificación o escalafón fuera, Carlos Ramírez Marín tendría los méritos para ser el candidato, dicen algunos. Es un político completo y con amplia experiencia legislativa al que se le reconocen sus amplias dotes de negociador, por ser un lector disciplinado, informado y en permanente campaña.

Si la estirpe será el factor para conseguir la candidatura, entonces están Pablo Gamboa y Felipe Cervera, quienes satisfacen el requisito, aunque el primero aventaja en carisma para una eventual candidatura.

Los apoyos y formación que ejerce la ex gobernadora Ivonne Ortega, en el caso del hijo de Víctor Cervera, no son poca cosa, así como tampoco lo es la juventud y arrojo del hijo del senador Emilio Gamboa quien, sin duda, quisiera verlo en la silla a la que él no pudo o quiso acceder.

Por lo pronto la indicación en corto y acatada por las partes es esperar a que pase el quinto informe de Zapata Bello, en enero del 2017, para iniciar el juego político que les permita mantener el poder. No falta quien afirme que el tiempo apremia y sean necesarios ajustes por lo menos en el rebasado liderazgo del PRI estatal.

No será una decisión fácil para el gobernador, pues si bien el diagnóstico es claro, hay fuerzas que desafían al partido y tienen vigor, como lo es la opinión de los 12 principales empresarios yucatecos, el nuevo presidente nacional del PRI y su próximo candidato a la Presidencia de la República, que ante la vacilación, al no alcanzar un consenso interno, intervendrán, cosa que nadie anhela, suponemos.

No todos los protagonistas quieren discutirlo y al parecer las estrategias de comunicación del gobierno y su partido están más concentradas en seguir observando cómo crece su enemigo a vencer, Mauricio Vila. Aunque Renán Barrera reaparece en el horizonte ahora que la Suprema Corte aceptó el recurso jurídico de las infames luminarias. Si le dan la razón al Ayuntamiento de Mérida en el máximo tribunal de la nación, Renán será un gallo interesante.

En cualquier caso, el actual alcalde panista sigue avanzando, pausado, nadando de muertito, como le han aconsejado sus asesores, sin arriesgarse, con una comunicación normal y floja en contenidos, presumiendo Mérida (que crece más allá de una buena planeación) y en la comodidad de saber que, hechos los cálculos y ante la posibilidad de perder, puede optar por repetir en la alcaldía.

La unidad del PAN tampoco existe, como lo demuestran sus fracciones legislativas local y federal, y el ex alcalde Renán Barrera, quien ya sufre otra vez la guerra sucia y el fuego amigo, uno de los grandes legados del PRI al PAN y que éste, como en los moches, ya se pinta solo.

Mérida, Yucatán
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