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del

Gastón Ramírez Cuevas
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Viernes 11 de noviembre, 2016

Cuando se supo que Herrerías y compañía dejaban la administración de la plaza más grande del mundo, mucha gente se regocijó. Cuando se dio la noticia de que la nueva empresa era la de Bailleres y que estaría capitaneada por Javier Sordo, el entusiasmo bajó considerablemente. Los hechos le han dado –como siempre- la razón a los pesimistas.

Si bien las novilladas, con y sin picadores, lograron hacernos abrigar ciertas esperanzas por el trapío de los animales lidiados y por la confección de los carteles, todo eso se vino abajo cuando nos enteramos de cómo estaba armada la parte inicial de la temporada grande.

El primer golpe fue el elenco de toros y toreros. Esperábamos agradables sorpresas y en el fondo es lo mismo de siempre. Ahí están ciertas ganaderías que no sirven para nada, como Bernaldo de Quirós, Teófilo Gómez y San Isidro, y espadas muy vistos con poco o nada que decir, como El Zotoluco, Castella, Armillita IV, etc. Tratando de verle el lado positivo al asunto, hay que agradecer que no hay rejoneadores, que no vienen ni Ponce ni El Juli, y que algunos carteles están bien rematados, por ejemplo el del domingo 27 de noviembre en el que aparecen Fermín Rivera, Sergio Flores y José Garrido, para lidiar un encierro de El Vergel.

El golpe más artero nos lo dieron cuando la empresa reveló el esquema de precios y fechas. Juzgue usted: Un 15 por ciento promedio de aumento a la renovación del derecho de apartado, esa especie de abono que constituye el timo más grande de la historia del mundo taurino. Diez corridas y tres novilladas en un mes exacto (hablamos de cinco sábados, cinco domingos, dos lunes y un viernes), algo totalmente atípico para una plaza de temporada, como siempre ha sido la México. Todos los festejos comenzarán a las cinco de la tarde, una hora absurda y más a fin de año. Por si fuera poco, los precios de los boletos aumentaron salvajemente, entre un 30 y un 80 por ciento. De este modo, el aficionado se estaría gastando en un fin de semana todo el dinero que antes tenía destinado a tres o cuatro domingos de toros. Tal parece que la intención de los nuevos empresarios es que la plaza esté vacía los días de corrida.

Lo contradictorio es que don Alberto Bailleres y el arquitecto Javier Sordo Madaleno han llevado a cabo una plausible labor de mejora y renovación en lo que al embudo de Insurgentes se refiere (nuevos asientos de barrera, focos que funcionan en los túneles, cambio de la arena del ruedo, pintura roja por doquier, etc.). Pero esto no deja de ser su obligación y no hay derecho a querer cobrarle todo el material y la mano de obra al sufrido público.

Otro rubro en el que nos han fallado los nuevos mandamases es el de la comunicación. Las noticias y pormenores de la temporada se han venido dando a conocer tarde y mal, exigiendo del aficionado un despliegue fenomenal de astucia para saber quién toreaba, cuándo podía adquirir su localidad y cuánto iba a valer la entrada.

Vienen ya las primeras dos corridas, la del sábado 12 y la del domingo 13 de noviembre. Veremos si la gente acude y si los toros de Bernaldo de Quirós y de Xajay se parecen en trapío, fuerza y bravura a, por ejemplo, los novillos de Zacatepec. Pero eso es, como dijera el licenciado don Ignacio Burgoa Orihuela, no sólo utópico, sino quimérico y quizá hasta onírico. Bien sabemos que esos bichos salen bobos, terciados y débiles. De los toreros (Zotoluco, Manzanares y Talavante el 12; Joselito Adame y Roca Rey en mano a mano el 13) esperamos ¡faltaba más! grandes cosas, pero todo dependerá de la materia prima, el toro. ¿Y habrá gente en los tendidos? Es poco probable en virtud de los precios tan prohibitivos.

En suma, queríamos constatar un cambio positivo ahora que finalmente le han dado puerta a Rafael Herrerías, pero da la impresión de que en lo que se refiere a abusar de San Aficionado Mártir, siempre se puede ir a peor.

Previendo la poca o nula asistencia de público a los festejos, me ha venido a la mente aquel viejo chiste del caballo que entra a un bar en Nueva York. El caballo pide un whisky y el barman se lo sirve. El equino se bebe su trago y pide la cuenta, a lo que el camarero responde: “Son $87 dólares.” El mosqueado animal saca su cartera y paga con un billete de a cien. El barman le da el cambio y por hacer conversación le dice al cuadrúpedo: “Oiga, casi nunca vienen caballos a honrar este bar con su visita.” A lo que el corcel responde: “No me extraña ¡con estos precios!”.

Ciudad de México


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