de

del

Ramón Rodrigo
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Viernes 11 de noviembre, 2016

Para el aniversario de Cottolengo, formaron un comité para la fiesta y a mí me tocó ser el [i]secre[/i], a [i]BamBam[/i] el coordinador; [i]Choy[/i] y [i]Scrapy[/i] fueron nombrados encargados de mantenimiento. Durante una semana estuvimos planeando y organizando las cosas para el domingo 23.

A las instalaciones de Cottolengo le tuvimos que dar una [i]manita de gato[/i], así que empezó la operación hormiga, para el chapeo. Al mismo tiempo, los del comité, propusimos una lluvia de ideas para la fiesta del aniversario y es mismo día nos cayó como chubasco la noticia de que Bepensa no iba a colaborar con mucho, sólo con un poco de producto.

El sábado 15 se formaron otros comités: el de bienvenida, el de estacionamiento, el de puestos de comida y bebidas y de áreas públicas, así como el cafetero. En la junta que tuvimos con el patronato, nos dijeron que, a fin de cuentas, Bepensa no iba a dar nada, no nos iban a ayudar. Así que decidieron llamar a uno de sus amigos del Club España para pedirle ayuda. El de las carpas llegó al día siguiente, y las montamos de una vez. La semana fue frenética y caótica: el subdelegado que tenía el dinero para comprar la cal [i]peló gallo[/i] y todos estábamos tensos. Finalmente, los de Bepensa accedieron a donarnos un poco de producto, gracias al ingeniero Madero.

[b]Compras[/b]

Para la fiesta, decidimos encargar un trompo para dar tacos al pastor y nos aliviamos cuando amigos de los clubes España y Reforma nos donaron dinero para seguir con los preparativos. Las donaciones no dejaban de llegar, afortunadamente, y todos los comités seguimos con los trabajos de operación y logística. También nos tomaron la foto de la generación 2016.

Para amenizar, conseguimos a un grupo, que patrocinó uno de los padrinos, [i]Kike[/i]. De cuando en cuando tuvimos juntas con los del patronato, para rendir cuentas y mostrar avances.

Llegaron los tambos donados por un diario; me tuve que quedar a recibirlos y a supervisar avances. Más compras. Se pudo conseguir una camioneta, que nos prestaron desde Sisal.

El cochino que encargaron llegó vivo a Cottolengo, así que tuvieron que sacrificarlo y despiezarlo. También los pavos que llegaron como donación estaban vivos. El padrino Mariel donó el café y Bepensa llegó a montar su donación. Sor Magdalena me pidió permiso para partirle la madre a toda la logística. Llega el padrino y también le da en la madre a lo que íbamos a montar en la tarde. Arremete contra todos y prueba mi obediencia y tolerancia, negándome dinero necesario para el evento, haciéndome cambiar el montaje de lonas y puestos hasta cinco veces. Sor Magdalena hace más cambios, así que los mando a la chingada y me voy hacer otras cosas.

Puedo conseguir algo de dinero y me voy a comprar los ingredientes para la cochinita y llevar el cerdo al cafecito de mi amigo Marco. Llega Santos con el aire donado por Miguel, mi primo. Llegada de los campechanos, el coordinador da la bienvenida dormido en su módulo. Después de misa, nos entregan nuestros gafetes y los boletos para la comida.

Las actividades, el día del evento comienzan desde temprano. Estoy de pie, cuarto para las cuatro, para sustituir al velador y de una vez me pongo a hacer las cuentas. Después de las alabanzas y el desayuno, nos instalamos el equipo de música y lo demás que hacía falta.

A las nueve de la mañana empiezan a llegar los invitados. Una hora después, comienza el desmadre: nos quedamos sin pan y las tortillas no llegaban, ni el escabeche, ni el relleno negro, porque el chofer se quedó padroteando por ahí. Tiempo más tarde, llega el padrino Ruedas con el lechón. Llegan las tortillas, los tacos al pastor, y se acaban los tamales. Nos avisan que encontraron el coche destrozado de El [i]Tribu[/i] y después nos confirman su muerte.

Como a la una de la tarde, tenemos una junta abierta de doble A. El padrino nos trata de pendejos, porque faltan sillas, cosa que no habría pasado si hubiera respetado el montaje original. Me sacó del aturdimiento por la muerte de El [i]Tribu[/i] y me puse a poner sillas: el servicio te hace olvidar de tus problemas. Oigo a un padrino que dice “Unos tienen que morir para que otros nazcan en el preciso momento”. A las tres es la conferencia del padrino, y después, el bailongo. A las 18 horas, nos organizamos para dejar todo limpio y, al día siguiente, rendimos cuentas e hicimos los reportes para entregar al patronato. Agradezco a la banda del Club España, del Club Reforma, del CUM y de la UIC, a los padrinos y a todos los que nos apoyaron en este evento.

Esta columna va por ti, mi [i]Tribu[/i]; te quedaras siempre en mi corazón.

Mérida, Yucatán

[b][email protected][/b]


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