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Pedro Bracamonte y Sosa
Foto: Valentina Álvarez Borges
La Jornada Maya

Martes 08 de noviembre, 2016

Hoy se decide quién, la señora cansada Clinton o el zoquete Donald, ocupará la Casa Blanca, en el país que sigue siendo el más poderoso del mundo a pesar de su prolongado estancamiento económico. Para el caso da lo mismo, en varios sentidos. La apariencia de las campañas electorales es la de una mexicanización de la disputa de políticos y empresarios por el poder: acusaciones verdaderas o falsas de escándalos sexuales, de corruptelas con el dinero, de abusos de poder, de latrocinio; con un vocabulario de quinto patio y la disputa por los electores con medios poco éticos, por decir lo menos. Pareciera un desaguisado verbal y de conductas inmorales únicamente. Pero las apariencias engañan. Lo que se debate es mucho más profundo y peligroso que los griteríos de ocasión.

En el fondo, se trata de encontrar una vía para detener la caída del Imperio en un mundo que ya no puede controlar, porque pareciera que los sueños de éxito les han jugado una mala pasada a las élites norteamericanas anglosajonas, y están en el momento de despertar o de hundirse en una larga e impredecible pesadilla. Ganaron la Guerra Fría. Pero de la caída de la Unión Soviética surgió Rusia con sus antiguos ímpetus imperiales. Se derrumbó el muro de Berlín, pero a cambio Alemania comanda ya la economía y finanzas de la Unión Europea. Remodelaron el Medio Oriente para controlar el petróleo y a cambio las guerras son interminables y costosas, y el control político se sale de las manos con un Mundo islámico en las llamas del terrorismo, que tanto temen. Saquearon la América Central y del Sur casi sin bajas o intervenciones militares directas, para encarar la silenciosa invasión de millones de migrantes desposeídos en sus propios países. Fue tanta la alharaca para irradiar por los continentes el ideal del capitalismo que la nación más poblada abrió sus puertas a un semi-controlado libre mercado que le ha proveído de un crecimiento económico competitivo frente a la economía estadounidense. Cuánta razón tuvo aquél viejo dirigente chino al pregonar “no importa de qué color sea el gato, siempre y cuando cace a los ratones”.

Lo más importante, sin embargo, para el melodrama entre la dama cansada y el zoquete, es la percepción basada en una realidad bien documentada en la propia certeza de los trabajadores estadunidenses de salarios, sueldos o ingresos medios y altos, de que su nivel de vida está descendiendo y cada día hay menos oportunidades en la competencia por el ascenso en el bienestar. Por el contrario, los más ricos han acrecentado sus fortunas como lo demuestra, con datos empíricos, Thomas Piketty en su libro [i]El Capital en el siglo XXI[/i]; una tendencia que abarca a los Estados Unidos y a Europa occidental. Esto es, en el fondo del fenómeno Trump existe un reclamo social efectivo contra el Estado gringo y sus políticas públicas externas e internas. En esas condiciones, la competencia por los buenos empleos se vuelca contra los iguales y más todavía contra los de abajo. Se usa como bandera el racismo, pero ya no tanto contra los negros sino contra los latinos, esos los de la “raza de bronce”, los últimos y más débiles advenedizos de la gran nación. Es una respuesta espontánea e instintiva similar a la de los británicos que votaron por el “no” a su permanencia en la Unión Europea. Soterrados están el interés personal y el pensamiento racista de la superioridad blanca o, al menos, de los legítimos estadunidenses, definidos por el color de la piel y el hecho de haber llegado antes en comunión con sus padres fundadores.

Entonces, en los Estados Unidos no se disputa una representación popular democrática para hacer gobierno. No, más allá del circo –al que se coló sin estar invitado Peña Nieto- los resultados trascenderán a los candidatos demócrata y republicano. Si gana el zoquete, el país se cerrará en sus sueños económicos y se tornará todavía más agresivo en el uso del poderío militar. Si gana la dama cansada, la diferencia será de grado: avanzará a un proteccionismo económico quizá consensado con sus aliados y tendrá prioridad una política menos militarista. Pero no hay duda, EU va a optar por un retorno al viejo proteccionismo que decía combatir. Lo requiere para renovar su desarrollo. ¡Ay, de los neoliberales mexicanos, sea cual sea el resultado, ya los dejaron aplaudiendo sin chocar las manos! Es la condena de todos los copistas.

Mérida, Yucatán

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