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José Juan Cervera
Foto: Facsímil del libro
La Jornada Maya

Viernes 4 de noviembre, 2016

Las cualidades estilísticas de una obra literaria, aunadas a otros valores, la hacen apreciable a los ojos de sus lectores, sellando su fidelidad a un autor que, con el uso de determinados recursos, los seduce, siempre que corresponda a sus expectativas estéticas, al gusto de su época o a otros factores que puedan influir en una recepción favorable de aquella. Y aunque nuevas tendencias desplacen a las que imperaron en épocas pasadas, siempre brillarán elementos que dan un especial atractivo a lo que no desluce por completo el paso de los años.

Pierre Loti (1850-1923) se hizo de una legión de adeptos en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siguiente, quienes demandaban sus libros, impresos en sucesivas ediciones y traducidos a varios idiomas, sobre todo algunos títulos que cautivaron a varias generaciones, que acaso las actuales puedan redescubrir con provecho. Uno de los más populares fue su novela [i]Las desencantadas. Los harenes turcos contemporáneos[/i] (1906), que en 1934 publicó en México Editorial Botas, con una segunda edición en 1958 y con portada e ilustraciones interiores de Roberto Montenegro.

La escritura de Loti, llamado en realidad Julien Viaud, se identifica con el impresionismo literario, tiñéndola de abundantes descripciones, coloridos detalles y evocaciones sensoriales, si bien no la dotó de grandes refinamientos de estilo a la manera de algunos de sus contemporáneos. No basta atribuir a su predilección por los escenarios exóticos el influjo que ejerció en quienes lo leyeron con deleite, ya que la simple referencia a países y comarcas lejanas no transforma espontáneamente un texto en algo apetecible. En él palpita, en cambio, el deseo de acercar a unas culturas los caracteres que confieren a otras su sentido particular.

Si bien su autor advierte que “se trata de una historia enteramente imaginaria”, excepto en lo que se refiere al alto grado de desarrollo intelectual que a inicios del siglo pasado permeó los harenes de Turquía, dando paso a una emancipación que en la trama apenas cuajó en expresiones de rebeldía individual, Rafael Solana hace ver que Loti se basó en una experiencia personal para escribirla, aunque las mujeres que la inspiraron no fueron turcas en realidad, sino que se integraron a esa cultura partiendo de orígenes occidentales, algo que se supo después de la muerte del escritor francés.

En esta obra el sentido conceptual de harén no es el que ordinariamente se le concede, sino que se trata de “la parte femenina de una familia constituida y educada lo mismo que las nuestras, salvo los tupidos velos para la calle y la imposibilidad de cambiar un pensamiento con un hombre, si no es con el padre, el marido, el hermano o, algunas veces, por tolerancia, con el primo muy cercano con el que se jugó siendo niña.” Saltan a la vista las penosas restricciones que frustraron los anhelos de mujeres como las que figuran en el relato.

Es así como el Estambul del temprano siglo XX incita en el escritor Andrés Lhery –alter ego novelado de Loti- la nostalgia de un antiguo amor que floreció en esa ciudad, cuando su regreso a ella resulta de una serie de cartas que crean nuevos lazos de afecto con tres mujeres incógnitas, quienes poco a poco van revelando sus identidades y sus amarguras. Con su trato cordial y sincero, goza su confianza al punto que ellas le piden escribir una novela cuyo título deciden sea el de Las desencantadas, transmitiendo la idea de que sus protagonistas experimentan un cambio en su existencia cuando al llegar alguien especial se rompe el encantamiento que las dominaba, porque si la tradición es favorable a la supremacía de los varones, éstos la ejercen sobre sus cuerpos, mas no sobre sus almas, como al final lo demostraron las jóvenes al hacer uso de su albedrío de un modo extremo y desesperado.

Los encuentros clandestinos con Lhery, arriesgados e ingeniosos, no tuvieron más propósito que recibir de él la consideración que se brinda a seres pensantes y responsables, mientras los turcos sólo les pedían ser bonitas y amorosas. Al abandonar la ciudad de los califas, el novelista advierte que su encanto proviene de “una emanación de almas femeninas, porque en el fondo siempre es eso lo que nos liga con los lugares o con los objetos”. Un amor cuyas profundas reverberaciones fecundan la experiencia de habitar el mundo, aun en la más distante de sus dolidas latitudes.

Mérida, Yucatán

*Pierre Loti, [i]Las desencantadas. Los harenes turcos contemporáneos[/i]. México, Editorial Botas, 1958, segunda edición. Traducción de Carlos Roumagnac. Portada e ilustraciones interiores de Roberto Montenegro, 378 pp.

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