de

del

Miguel Carbajal Rodríguez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 26 de octubre, 2016

Vivimos en una sociedad en donde muchos no tienen acceso a la equidad y a la justicia; en donde podemos ver, a través de los medios cómo algunos usan sus privilegios para rentar, por ejemplo, un helicóptero y aterrizar en donde les venga en gana o a quienes deciden impunemente exterminar cientos de hectáreas de vegetación para su beneficio. La impunidad, el abuso del poder político y económico, el derroche de la riqueza...

Vemos a una clase política que abusa del trabajo de un pueblo a quien deberían servir, que aprovecha la ignorancia, la falta de educación y la violencia social para lograr sus fines, que ha hecho de la impunidad y de la corrupción instrumentos de saqueo, robando el futuro de miles.

Un pequeño porcentaje de la población apoderada del 80 por ciento de una riqueza insultante, cuyo estilo de vida consumista demanda los recursos naturales de millones de personas ignoradas y olvidadas, con altos costos sociales y ambientales, que nubla la conciencia de quienes la ejercen para ignorar a los que viven en cielos oscuros.

Hasta el sol se paga con dinero de manos de extranjeras, que compran recursos naturales del país para explotarlos hasta el agotamiento; dejando secuelas ambientales y sociales que se padecerán por décadas. Son empresas que despojan de sus tierras a sus legítimos dueños, quienes las han cuidado y conservado por generaciones.

Es ese sol de las oportunidades que no llega a los pobres sin nombre, a los que miran como prescindibles; que no llega a los migrantes de pies cansados y quebrados que huyen de la oscuridad de una noche que grita hambre y enfermedad. Pies de niños, de mujeres y de hombres que en la búsqueda de la luz, serán violentados y abusados ante la mirada cómplice de quienes deberían protegerlos. Despojados de su historia, su cultura y su hogar, debido al exterminio del entorno que les daba sustento, o por el horror de la guerra.

Ese sol no sale para generaciones que no conocen lo que es vivir sin miedo. Para miles que sirven a intereses económicos y políticos que se benefician por cada bomba que estalla.

La oscuridad de la noche es eterna para los padres de hijos desaparecidos, noches largas en donde la paz es sustituida por la incertidumbre de la tortura o de la muerte; para cientos de jóvenes que han sido silenciados por las armas y la violencia.

Ese sol tampoco sale para para quienes, después de sobrevivir al paso de un huracán, por ejemplo, padecen enfermedades. Ni salió para los más de 23 mil que murieron ayer, hoy, cada día.

Para que ese sol salga se necesitan más políticos honestos, empresarios socialmente responsables, educadores ambientales, emprendedores sociales, familias fuertes y unidas; así como instituciones con una vocación genuina de promover el bienestar; pero, sobre todo, se necesita una sociedad solidaria; que, desde lo individual a lo colectivo, puedan garantizar que en este mundo, el Sol, algún día, pueda salir para todos.

Mérida, Yucatán


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