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José Juan Cervera
Foto: Nicolás Pizarro, [i]La coqueta[/i]. México, Premiá Editora de Libros-Consejo Nacional de Fomento Educativo, 1982, 200 pp.
La Jornada Maya

Jueves 20 de octubre, 2016

Las novelas del siglo XIX mexicano están impregnadas de las preocupaciones sociales que rondaban a sus autores, hombres de acción e ideólogos consagrados a edificar una nación a la que amenazaban los conflictos internos y la voracidad de las potencias extranjeras. Hoy se les suele considerar lecturas en las que la ficción y la historia patria se entretejen para dar noticia de etapas distantes que formaron nuestro ser colectivo; sin embargo, en su origen fueron concebidas como un testimonio vivo, apenas recreado con un tratamiento literario, de sucesos que desataron furores y arrebatos.

En [i]La coqueta[/i], de Nicolás Pizarro (1830-1891), a la vez que se desenvuelve el asunto principal, se observa la diversidad de fuentes que sustentan su discurso narrativo y las múltiples referencias que resuenan en sus pasajes, comunicando significados capaces de despertar interés en el lector de nuestros días. Describe las vicisitudes de dos medios hermanos que se enamoran de la misma mujer, quien con su carácter voluble propicia el enfrentamiento entre ellos al tiempo que alimenta las expectativas de otros pretendientes; a pesar de ello, es un personaje que reflexiona sobre su condición subordinada en una sociedad que codifica rígidamente las relaciones entre los representantes de cada sexo.

Publicada en 1861, [i]La coqueta[/i] se sitúa temporalmente en 1858, cuando el presidente Benito Juárez llega a Veracruz reivindicando la legitimidad de los poderes con que fue investido, durante la Guerra de Reforma instigada por la ambición política del alto clero que buscó posiciones ventajosas en una república con manifiestas debilidades. Así, las nuevas leyes fueron motivo de enconada disputa, y en este contexto el autor pone en boca de algunos de sus personajes convincentes alegatos en defensa del orden constitucional.

Juan Díaz Covarrubias (1837-1859) es uno de ellos: médico, novelista y poeta que formó parte del grupo de jóvenes ejecutados el 11 de abril de 1859 por soldados al mando del general conservador Leonardo Márquez, tras una batalla cuyo resultado devino favorable a las fuerzas reaccionarias. Díaz Covarrubias fue uno de los [i]Mártires de Tacubaya[/i] que la posteridad evoca con indignación retrospectiva. En algunos capítulos de la novela aparecen fragmentos de sus poemas, con los que Pizarro se propuso remarcar la atmósfera sentimental de esta historia.

El autor atribuye a su protagonista, la bella e inconstante Magdalena Malibrán, un parentesco de sangre con Beatriz del Real, mujer del siglo XVIII cuya memoria ha deformado la tradición popular al grado de presentarla como una dama de noble cuna entregada a la vida licenciosa, cruel con sus esclavos y condenada a un destino fatal que, de acuerdo con las consejas, la llevó a vagar como alma en pena en los linderos del Veracruz antiguo, hasta que un cura virtuoso logra ahuyentarla. Esta versión la relata, con voz crédula y supersticiosa, uno de los personajes secundarios.

En lo que toca a la conformación étnica del entorno veracruzano, el escritor liberal pone de relieve las cualidades de los pobladores de origen africano destinados tradicionalmente a las labores de servidumbre, al ponderar “el desarrollo notable de inteligencia que muestran los negros y los descendientes de estos en la costa”. Al final de la obra, un criado con estos rasgos genéticos llega a sacrificar su vida para salvar la de uno de los hermanos distanciados.

Pizarro deja ver que el fondo de su novela se dirige a demostrar la esterilidad moral del tipo femenino en que se inspira, de tal modo que “la mujer coqueta aparecerá como la flor seca que perdió todos sus colores, y en lugar de haber alimentado gérmenes de vida y copiosa semilla, sólo mostrará gusanos asquerosos, vicios secretos que la habrán enervado”. Magdalena renuncia al amor que despierta en ella uno de los hermanos y decide contraer matrimonio con un hombre acaudalado que no la satisface, atrayendo sobre sí el hastío mutuo y la inconformidad inmediata.

El autor esboza un ensayo de socialismo utópico en el epílogo de la narración, idea que desarrolla en [i]El monedero[/i], otra novela suya que apareció en el mismo año que La coqueta. Tales características, junto con otras como la equiparación que hace Pizarro entre los procesos de la ciencia física y las predisposiciones morales, confieren a la novela un atractivo especial que la hace perdurable.

Mérida, Yucatán

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