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del

Pedro Bracamonte y Sosa
Foto: Víctor Camacho
La Jornada Maya

Martes 18 de octubre, 2016

La noticia se ha difundido por el país y el extranjero. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el Quinto Congreso Nacional Indígena lanzarán una candidatura independiente para la Presidencia de la República en las elecciones de 2018, en la figura emblemática de una mujer indígena. Los cuatro partidos grandes no se darán por aludidos, por ahora. Se saben asegurados en la vida política y en la distribución de los puestos públicos, de los recursos y de los “embutes”: PAN y PRI y sus aliados menores encabezan la disputa por el máximo poder y el máximo beneficio. Pero la decisión de la candidatura de una mujer de un pueblo originario es de una inmensa trascendencia y dejará, desde el inicio de las campañas, un sello nuevo y esperanzador en lo que se avizoraba ya como “más de lo mismo” o, peor aún, el estilo de mala caricatura de la contienda Trump-Clinton.

La candidatura del EZLN y del CNI entraña algo mucho más importante: un programa político de transformación social, que no de gobierno solamente, y, por tanto, de la constitución nacional. Por vez primera en México, los ciudadanos de los pueblos originarios podrán levantar su voz y sus demandas y propuestas en conjunto, con una misma identidad más allá de sus diferencias lingüísticas y culturales. Y es que el año pasado, según el INEGI, más de 23 millones de mexicanos se autodenominaron indígenas y más de 7 millones conservan sus lenguas. Pero un sinnúmero de mexicanos devienen de ese origen. El programa a encabezar por una candidata independiente contendrá, desde luego, como una primera bandera, el proyecto de vida de los pueblos originarios, pues de hecho ya lo tiene en los acuerdos de San Andrés, que no fueron aceptados por el gobierno y el Congreso. Pero, a mi parecer, lo más importante será que esta candidatura, su programa y su movimiento expresen las aspiraciones y la voz auténtica de los pobres de la ciudad y del campo, de los trabajadores, de quienes hace años o décadas ya no ven esperanza de un futuro mejor. Un auténtico proyecto de nación.

Así, una candidatura indígena se revela como la posible ruptura, en la democracia, del imperio de los partidos tradicionales formados por grupos de poder y de negocios, de quienes brincan alegremente de siglas y de color para preservar en sus intereses personales. Es temprano para vaticinar el alcance del movimiento al que invitan el EZLN y el Quinto Congreso Nacional Indígena. ¿Podrá ser una candidatura legal para el Estado? Todavía es pronto para saberlo. Pero el tiempo es breve en la historia.

Mérida, Yucatán

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