de

del

Gastón Ramírez Cuevas
Foto: Imelda Saldívar

Lunes 17 de octubre, 2016

[i]Novillos[/i]: Seis de Zacatepec, impecablemente presentados. El primero, el tercero y el sexto fueron ovacionados al salir de toriles. Al primero y al segundo se les aplaudió en el arrastre. El cuarto y el quinto tuvieron que ser devueltos a los corrales porque, merced a un par de accidentes deplorables, se inutilizaron.

Uno de Cerro Viejo que hizo cuarto bis, de aceptable presentación, resultó medio manso pero se dejó. Uno de San Lucas, el quinto bis, era un adefesio muy juvenil, pero colaboró hasta donde pudo y le cortaron una oreja de pueblo.

[i]Novilleros[/i]: Nicolás Gutiérrez, al que abrió plaza le mató de pinchazo y entera baja: leves pitos. Al cuarto bis lo despachó de un pinchazo y bajonazo: silencio.

Jesús Enrique Colombo, al segundo de la tarde lo pasaportó de dos pinchazos y entera trasera: silencio tras aviso. Al quinto bis le recetó una buena entera a toro parado: oreja.

José María Hermosillo se deshizo del tercero mediante un pinchazo casi en la penca del rabo y una entera perpendicular: silencio. Al que cerró plaza le atizó un pinchazo y luego una entera tendida y trasera: silencio.

[i]Entrada[/i]: Cerca de tres mi personas en una tarde de mucho viento, misma que terminó con un fenomenal chubasco cuando doblaba el sexto.

***

El guapísimo encierro de Zacatepec no tuvo suerte. Los tres espadas distaron mucho de estar a la altura de sus enemigos. Y para colmo, los que demostraron mayor bravura y fuelle, el cuarto y el quinto tuvieron que ser sustituidos por animales que en nada se parecían a los pupilos del legendario hierro tlaxcalteca.

Vamos toros a toro.

El que abrió plaza tenía un trapío impresionante y ofreció bastantes posibilidades de triunfo pues embistió con clase en la muleta, sobre todo por el lado izquierdo. Desgraciadamente, Nicolás Gutiérrez no supo encontrarle la distancia ni torearlo con el oficio necesario y todo quedó en una fuerte ovación al novillo que murió como mueren los bravos, en los meros medios.

El segundo fue bastante más complicado que el anterior. Colombo, el muchacho venezolano logró estar a tono con un bicho grande, manso y complicado. Lo mejor de su labor fueron los excelentes pares de banderillas y continuación un ramillete de muletazos y adornos elegantes. Por porfiar de más, el de Zacatepec le propinó a Jesús Enrique una fuerte voltereta en tablas y no le ayudó nada a la hora de la verdad.

El tercero, primero del lote de José María Hermosillo, también fue un novillo de excelente lámina y de juego muy interesante. El muchacho de Aguascalientes anduvo siempre fuera de cacho y desconfiadillo, y así no se puede torear con éxito a un novillo con casta y pitones. Lo más memorable de la actuación del novillero fue una especie de gaonera cambiada en la que aguantó una barbaridad.

La cosa comenzó a zozobrar cuando el cuarto se partió la mano derecha. Algunos decían que fue al tropezar en uno de los tantos hoyos que trufaban el ruedo, otros decían que había sido la rematar en un burladero, mientras que algunos más suponían que se lastimó al embestir al caballo. La cosa es que ese malhadado pupilo de los hermanos Muñoz, el cual había embestido con una codicia y una alegría pocas veces vistas aquí y en China, fue devuelto. Lo sustituyó un reserva de Cerro Viejo, el cual fue el clásico rumiante de estos tiempos: tonto y manejable pero sin emoción alguna en su comportamiento. Nicolás, quien tantas esperanzas nos había hecho abrigar hace un par de temporadas en Arroyo, anda perdido y muy corriente. A base de trapazos aburrió al respetable antes de asestarle un feo bajonazo al burel.

La mala suerte para los ganaderos continuó en el quinto, de nombre “Payomo”, mismo que embestía en serio, con enorme bravura y clase. A ese extraordinario novillo un peón impresentable lo estrelló contra un burladero y le partió el pitón derecho desde la cepa bien entrado ya el segundo tercio. Parte de la afición piensa que el criminal subalterno lo hizo adrede y no seré yo quien la desmienta. El segundo reserva, de San Lucas, fue un animalito muy escaso de todo, y a ese sí que Colombo le hizo fiestas. Anduvo a la trágala con el capotillo, bullidor en banderillas y zaragatero y pueblerino con la muleta. No obstante, mató con gran acierto y la gente –muy dadivosa- pidió y obtuvo una oreja para el joven de Táchira.

El sexto le permitió a Hermosillo lucir en un quite por zapopinas y luego, como todo el festejo que había causado tanta expectación, tristemente se apagó.

Abandonamos la plaza entre un aguacero de proporciones bíblicas, pero contentos por haber visto que en la Fiesta no todo está perdido y que Zacatepec sigue criando toros bravos. Lástima que ya no abundan los novilleros que puedan con ese tipo de ganado.


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