Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Cristina Rodríguez / Archivo
La Jornada Maya
Viernes 14 de octubre, 2016
“Una persona me comentaba, que si te perjudicábamos a ti, secuestrándote a cualquiera de tus seres queridos, usted estaba en la disposición de entregarnos a nosotros carretadas de dinero por la liberación de cualquier integrante de tu familia … pero dónde señor, si mis elementos se percataron Lliteras, que desgraciadamente para nosotros, usted no es la persona acaudalada ni millonaria que nos habían dicho”.
Con estas palabras inició una “conversación” a través de mí teléfono “privado”, contratado con la empresa Telmex, el jueves por la tarde. Acababa de llegar a casa y tras sonar el timbre del teléfono y levantar la bocina, escuché, entre amenazas e insultos que fueron escalando de tono, la exigencia de que entregara dinero a un desconocido a cambio de “protección” para mí y mis familiares.
“Yo sé de antemano, señor Lliteras, quién eres, por eso te hablo con respeto, no te vengo a chingar ni a perjudicar con esta llamada, que te quede bien claro, ni a ti ni a tus seres queridos, siempre y cuando usted entienda la situación … nosotros, para seguir respetando su seguridad, tanto la suya como la de su gente, señor Lorenzo, nosotros queremos un apoyo económico”.
El delincuente al teléfono, con tono tal vez norteño o que podría ser inclusive de algún otro país de América Latina, claramente sabía nuestro segundo nombre, el que no aparece en nuestra cuenta de Facebook ni de Twitter, y mucho menos en nuestra contestadora de teléfono, por lo que presumimos que lo obtuvo a través de los registros de la misma empresa Telmex, ya que nuestro número está contratado como privado.
“Por primera y única ocasión, hacia (sic) el cártel de los Zetas, y nosotros nos damos por bien servidos, nosotros no te venimos a agarrar de ventas, no te venimos a quitar ni lo mucho ni lo poco que tengas, pero sí queremos ver un gesto generoso, porque en esta clase de negocios, lo que más importa es la palabra, porque un cabrón sin palabra, señor Eduardo, créeme que no vale nada, yo le doy mi palabra, como caballero y como buen cabrón que soy, que si me apoyas a mí y a mi gente y llegamos a un acuerdo, se le cuida y protege, pero usted llega a menospreciar la manera en que me estoy dirigiendo contigo, yo te pego a ti, te pego donde más te duele, así con el corazón en la mano, para que lleguemos a un buen acuerdo, y nos quedemos de ver un lugar público y seguro. ¿Con cuánto me puede apoyar?”
Tras dichas palabras, que parecían escupidas por un hábil merolico callejero, dedicado al timo de la estampita, y un peligroso delincuente al que uno se encuentra en un callejón solitario y oscuro, en el que sólo se escucha de fondo el lejano ulular de las sirenas de las patrullas de policía, el personaje prosiguió con su monólogo, salpicado por mis breves provocaciones.
Prolongué la conversación lo más que pude, con el propósito de documentar, vía vídeo, lo que estaba ocurriendo, y poder posteriormente, realizar la denuncia ante la Fiscalía General del Estado.
El delincuente de marras, ante mis dudas, me interrumpió a gritos y añadió: “escúchame, escúchame, escúchame, habla el comandante Pablo Toscano, Alfa, Mega, Metro, Zeta 7, de acuerdo, me estoy identificando precisamente para que sepas con quién estás hablando Eduardo, estoy bajo las órdenes del comandante, Esteban Hernández, directamente, cuánto dinero nos puedes apoyar Esteban (sic), escúchame bien, cómo te estoy hablando, yo no vengo por gruesas cantidades por qué sé que no las tienes, pero nos puedes recuperar algo de tanto puto dinero que investigamos”.
El sujeto acabó la “conversación”, amenazando, insultando y gritando, ante nuestra negativa de entregarle dinero: “¡¿así que te vale madre tu familia?! ¡¿O quieres que te empecemos a perjudicar con tus seres queridos?! ¡No te preocupes, denúnciame ante las autoridades, aquí las autoridades prefieren estirar la mano, que estirar la pata! …si te vale verga la familia cuélgame la llamada viejo”.
Posteriormente, tras concluir la llamada, hubo otros intentos por comunicarse conmigo, pero ya no levanté la bocina.
De inmediato, intenté llamar a mis familiares, y me resultó imposible. De alguna manera estaban bloqueando mi celular así como el de otro familiar que estaba en mi casa. Inclusive enviar el vídeo por mensaje, resultaba imposible. También tenían bloqueado mi teléfono, móvil de alguna manera.
Según las explicaciones que me dieron dos amables agentes de la Secretaría de Seguridad Pública de Yucatán, las extorsiones telefónicas en el estado tienen un repunte.
Hay un promedio de 20 llamadas al día que son denunciadas, sin contar, obviamente, las que no lo son, así como tampoco se sabe cuántas personas han caído en la trampa de los delincuentes que operan en muchas ocasiones desde los penales del país.
Y según testimonios de otras personas con las que compartimos la experiencia, las extorsiones son mucho más comunes de lo que ya se había admitido oficialmente.
Según el presidente de la Coparmex, Gustavo Cisneros, "el fenómeno es estacional: hay épocas de mucho movimiento y creo que las autoridades han hecho campañas para que en primer lugar la gente no caiga en la trampa y en segundo lugar, para que denuncie".
"A mí me pasó hace 5 años con uno de mis hijos y la respuesta de la autoridad fue inmediata", aseguró.
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