Reporte 8 AM

Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Daniel Lozano escribe una crónica entre las ruinas que dejó el terremoto en Haití en enero de 2010.
La Jornada Maya

Martes 11 de octubre, 2016

Tras el paso del huracán Matthew, el más poderoso en el Atlántico desde 2007, las autoridades de Haití han enterrado a algunas de las mil víctimas mortales en fosas comunes, informa Reuters. Al mismo tiempo, varios brotes de cólera han aparecido en el país caribeño y dificultan la labor de las autoridades, que tratan de conseguir agua, alimentos y medicamentos en buenas condiciones para las miles de personas que viven en centros de acogida. En las redes sociales, nadie ha lanzado hasta ahora un #YoSoyHaití. Tampoco aparecen fotos de perfiles con los colores de la bandera de esa nación, la primera en lograr su independencia en América.

Daniel Lozano es un periodista que nació en España. Sin embargo, optó por ser ciudadano del mundo, específicamente de América. Conoce el continente como nadie. Te lo aseguro: como nadie. Ha cubierto golpes de Estado y revoluciones; campañas presidenciales, elecciones… Y desgracias. Él fue uno de los primeros corresponsales extranjeros en aterrizar en Haití tras el terremoto de 2010. Se encontró con un país deshecho, y desde esas ruinas escribió, como consta en la fotografía que ilustra esta columna.

Llegando, en el epicentro del dolor, tecleó en una computadora, obviamente sin acceso a Internet: “Madeleine Monfort se arrodilla. Junto a ella, Haití entero. Son las 16.53 horas, justo un mes después del 12 de enero, cuando la tierra aniquiló Puerto Príncipe. El día maldito en que naufragó su futuro siempre incierto. Madeleine levanta al cielo la fotografía de Michel. La aprieta y la retuerce con fuerza suave, como si la acariciara y la ofreciera a su Dios. Como si sus rezos ayudaran a que su hija sane de las heridas que le produjo el terremoto y que todavía la mantienen hospitalizada”.

Cuando las cifras apabullaban, Daniel le puso rostro a la catástrofe, al apocalipsis. Escribió decenas de reportajes que no dejaron indiferente a nadie. Te lo aseguro: a nadie. Por este trabajo, que sólo se comprende conociéndolo, fue uno de los candidatos a obtener el Premio de Periodismo en España. Yo estaba con él cuando se dio a conocer a los ganadores de este galardón. Injustamente, él no era uno de ellos. Sin embargo, se alegró por sus colegas. Daniel es así. Un buen periodista pero mejor ser humano.

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Marie Charles Jasmine, Marie Niva y Dieff Walter son tres estudiantes universitarios. Ellas cursan administración en recursos naturales; él ingeniería civil. Todos en la Universidad Marista de Mérida. Los tres son haitianos y llegaron a esa casa de estudios en 2012. El 12 de enero de 2010, cuando el reloj estaba a punto de marcar las cinco de la tarde, el mundo en el que había nacido Marie Charles Jasmine Beublome se destruyó. Completamente. Esta joven haitiana se encontraba en el colegio que las hermanas franciscanas tienen en Puerto Príncipe. Ella, las religiosas y sus alumnas estaban orando. “Cuando sentí que la tierra se movía”, recuerda Marie Charles Jasmine, “salí corriendo del lugar”. Hace una pausa, y después añade que muchos, muchísimos otros no lograron salir. “Ahí murió mucha gente”. La capital de Haití se vino abajo, literalmente. En total, fallecieron más de 300 mil personas y un tanto igual quedó herida. Más de millón y medio se quedaron sin hogar. Aún en la actualidad, dos años y medio después de esta violenta manifestación natural, cientos de miles de haitianos viven en carpas.

Yo los entrevisté llegado, hace ya cuatro años. Escuché las tragedias de su vida. Ayer, por la tarde, vi a dos de ellos, intentando comunicarse con sus familiares. “Nadie de nuestras familias falleció”, me informó Dieff. Sin embargo, el huracán Matthew se llevó sus casas y sus pertenencias. Haití es, de nuevo, una isla que va a la deriva de la historia, que después de ser azotada por la furia de la naturaleza está ahora expuesta a enfermedades como el cólera. El terror en los ojos de aquellos estudiantes que entrevisté en 2012 regresó, con la fuerza de la impotencia.

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Antonio Cavazos Bueno es un hermano marista, a cargo de su comunidad en Haití. Él es de México. En ese país hay hermanos en Dame Marie, Latiboliere y Jérémie. De esa población, de 100 mil habitantes, son los alumnos de la universidad, “está a siete horas en autobús de Puerto Príncipe”, explica Dieff. Ahí se instaló un sistema desarrollado por la Unexmar, de la Universidad Marista. Éste consiste en dos tanques, uno con peces reproductores y otro con especímenes juveniles. El agua de esos estanques, fertilizada orgánicamente por los propios peces, sirve para el riego de cultivos de ciclo de corto plazo de vegetales y legumbres que se acostumbra comer en Haití. El suelo también se enriquece con la composta que se produce y las semillas que se utilizan se germinan en pequeños invernaderos. El paso de Matthew, me imagino, destruyó también este sueño. El hermano Cavazos Bueno era superior de la provincia de México occidental cuando se fundó la Universidad Marista de Mérida. Entonces, su consigna fue muy clara: “Sólo sabremos si estamos avanzando si el pueblo maya, los más pobres de los yucatecos, están encontrando oportunidades y rasgos de justicia”.