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Ilan Vit Suzan
Foto cortesía de Karla Ortega, Gran Acuífero Maya
La Jornada Maya

Miércoles 5 de septiembre, 2016

Una de las actividades humanas que definen la esencia de nuestra especie es la exploración. Desde que los humanos anatómicamente modernos dejaron su hogar, en el África oriental, hace 100,000 años, sus descendientes no hemos dejado de explorar el resto del planeta. Unos 40,000 años después, ya habíamos poblado el centro de Asia, desde el cual se exploró el norte de Europa y el sureste asiático, llegando hasta Australia. En menos de 10,000 años, los pobladores de América habían llegado hasta el extremo sur del continente. A lo largo de estas aventuras, una de las constantes —comprobadas arqueológicamente— fue la cooperación y solidaridad entre los miembros de pequeños grupos de exploradores. Múltiples evidencias del cuidado a los heridos y ancianos garantizaron el avance conjunto.

Los griegos, con su magnífica capacidad para ensoñar mitología, tuvieron que convocar un equipo de héroes míticos para conquistar “el gran desconocido”, el océano. La expedición del Argo, en busca del vellocino de oro, requirió al poderoso Hércules, al ingenioso Orfeo, al joven Meleagro, a los inseparables gemelos, Cástor y Pólux, mientras Aquiles en brazos de su madre despedía a los navegantes que zarpaban hacia la inmensidad. El propio Freud, cuando planteó una disciplina para incursionar en la mente humana, expresó que se hallaba en un territorio sin mapas.

Hoy en día, la exploración de cenotes en la Península de Yucatán exige el mismo nivel de azoro y respeto por lo que se guarda en sus profundidades. Evidencia de miles de años de vida en el planeta se conserva en estos santuarios del pasado. Es el tiempo mismo quien los habita. Son un templo a la historia del mundo y el triunfo de los humanos como la especie con mayor influencia sobre el destino del planeta. Es hora de tomar conciencia de la responsabilidad que esto significa. Para bien y mal, la especie humana tiene el futuro de la vida en el planeta en sus manos. Ya no podemos seguir aplicando los métodos de explotación y gozo que desde el siglo pasado nos empujan al borde del abismo. El manejo sustentable de los recursos naturales debe empezar en casa, como bien dice el eslogan de los noventas: “Piensa globalmente, actúa localmente”.

El cenote Xlacah, en el corazón de la Zona Arqueológica de Dzibilchaltún, es perfecto ejemplo de esta filosofía. Es tiempo de replantear su manejo. El punto de partida es su re-exploración, por un equipo multidisciplinario que siga el ejemplo de cooperación y solidaridad de nuestros antepasados, que esté a la altura de los míticos argonautas y que tenga el respeto del sabio que se adentra en los misterios de la mente humana. Comandados por el gran Memo de Anda —cuya fortaleza recuerda al gran Hércules, cimentada en estudios de arqueología, especializado en osteología y con un doctorado dedicado al pensamiento mesoamericano— un grupo de biólogos, geólogos, topógrafos y, sobre todo, exploradores profesionales, planean esta nueva exploración de lo sagrado en Dzibilchaltún. En este caso, lo sagrado se halla en la convergencia de riquezas naturales y culturales. Es por ello, que especialistas de la talla del biólogo Arturo Bayona y el buzo Robert Schmittner, cuyas habilidades y conocimiento hacen eco al encantador Orfeo y al inagotable Meleagro, darán solidez y seriedad al proyecto de investigación subacuática del cenote Xlacah.

Sin embargo, nada de esto será posible sin el apoyo y solidaridad de la sociedad en general. El proyecto nos incluye a todos. El futuro sustentable de este importante recurso natural necesita una colaboración de todos los visitantes. Por décadas el cenote ha tenido un uso intensivo que requiere un receso temporal para que las especies endémicas puedan reponerse e iniciar un proceso de restauración ecológica. La presencia de varios compuestos químicos en el agua del cenote, muchos de ellos producto de los bloqueadores solares y repelentes de mosquitos que se suman a los productos industriales para evitar el crecimiento de hierba y fertilizantes en las urbanizaciones aledañas, exige un periodo de recuperación del cenote que asegure su futuro sostenible. Si queremos que futuras generaciones de meridanos y visitantes del mundo entero gocen de tan hermoso lugar, debemos hacer un esfuerzo titánico ahora.

Mérida, Yucatán


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