Álvaro Quiñones
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Jueves 8 de septiembre, 2016
Iniciamos el mes patrio con la reflexión obligada tras el cúmulo de pifias que personalidades de diverso orden nos han recetado, como por mandato divino. No se trata de quejarnos sin ton ni son, sino tratar de aportar un poco de información y contribuir a la sana costumbre de analizar los hechos.
Me detendré en el ámbito local, comentando que al final del primer tercio de su gestión, el alcalde meridano no cumplió aún con su principal ofrecimiento de campaña: modernizar el sistema de transporte público. En cambio, hay que destacar que de su primer Informe de gobierno llama la atención el apartado de promoción y fomento a la cultura, en el cual se consigna la realización de más de 2 mil eventos en el año, lo que significa que en promedio se realizaron 5.4 eventos al día. La concurrencia estimada se registra en un millón, 350 mil asistentes; cifra que es superior, incluso, a la población total del municipio de aproximadamente 892 mil habitantes.
Más allá de las cifras, se percibe un intento genuino de articular una política pública en el tema, porque además de las vaquerías yucatecas, las remembranzas musicales, los paseos culturales, las serenatas de Santa Lucia, la noche mexicana y las noches blancas, Mérida es uno de los pocos municipios que signó una carta de derechos culturales y funge como ciudad piloto para el desarrollo de la llamada Agenda 21, además se ha denominado por segunda ocasión como Capital Americana de la Cultura y tiene un fondo municipal propio para el apoyo y fomento de las artes escénicas, visuales y editorial, para este año, de 3 millones, 500 mil pesos.
Si a todo lo anterior, agregamos las acciones que realizan el gobierno estatal y la iniciativa privada en el tema de cultura, no es extraño considerar a la ciudad como un destino perfectamente distinguible de otras capitales. En este contexto ¿cómo podríamos interpretar la renuncia inducida del que fuera director de cultura de la comuna meridana? ¿Realmente una desafortunada expresión realizada a título personal en una red social es un motivo suficiente? Cuando no hay evidencia de falta grave ¿Por qué renunciar a un funcionario si no se tiene al sucesor? ¿Habrá acaso algún motivo desconocido para lo que parece ser un arrebato juvenil? Mal el alcalde, mal quien lo asesoró en el tema y mal el cuerpo de regidores, al fin y al cabo la auténtica autoridad del municipio, si secundan este cambio. Hacemos votos para que este caso sea un caso aislado y no un síntoma de una de las peores enfermedades de los gobiernos: gobernar por ocurrencias.
[b]Mérida, Yucatán[/b]
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