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José Juan Cervera
Facsímil de un diario motuleño
La Jornada Maya

Miércoles 31 de agosto, 2016

La memoria histórica emerge desde muchos afluentes, y entre todos ellos, la letra impresa exhibe un peso singular. Una de sus múltiples expresiones se concreta en las planas de las publicaciones periódicas.

En lo que toca a Yucatán, como bien se sabe, su tradición se remonta a 1813, año de la introducción de la imprenta en esta península. Hay estudios, aproximaciones descriptivas y catálogos comentados que ayudan a enfocar este proceso, contribuciones de autores como Rodolfo Menéndez de la Peña, José Toribio Medina, Ricardo López Méndez, Carlos R. Menéndez, Antonio Canto López, Michel Antochiw Kolpa y Jorge Mantilla Gutiérrez, si han de mencionarse los más conocidos. Además, hoy es posible consultar los registros de la Biblioteca Virtual de Yucatán, privilegiado instrumento para profundizar en dicha materia.

Un aspecto que merece atenderse cuando se revisa el conjunto de periódicos y revistas que se han editado en Yucatán, es el que se refiere a los medios impresos que circularon en las distintas poblaciones del estado. Los temas y asuntos a los que se consagraron, sus características físicas, su periodicidad y el grado de su aceptación pública fueron variados, como se puede suponer, así que adentrarse en sus páginas implica un reconocimiento de su valor testimonial, tanto por las épocas que representan como por los espacios geográficos que les dieron origen.

Ciudades y villas como Valladolid; Progreso, Izamal, Motul, Espita, Tizimín, Tekax, Dzidzantún, Ticul, Maxcanú, Tecoh, Kinchil y Cansahcab, entre otras, tuvieron sus propios periódicos, varios de los cuales surgieron al calor de las campañas electorales, como la muy reñida de 1897 para ocupar la primera magistratura del estado, cuando el gobernador liberal Carlos Peón Machado aspiró a su reelección para el cuatrienio 1898-1902, con el propósito de consolidar los avances de sus iniciativas progresistas, a la que se opusieron los partidarios del militar conservador Francisco Cantón, quien finalmente obtuvo el cargo.

También surgieron órganos de prensa orientados a la difusión de contenidos pedagógicos, como [i]La Infancia[/i], que entre 1876 y 1878 publicaron en Izamal los hermanos Antonio y Rodolfo Menéndez de la Peña, junto con el notario Pablo Bolio. De igual modo abordó estos temas la revista mensual [i]El Niño Artillero[/i], cuyo primer número apareció en Tecoh en enero de 1917, en la que colaboraron los profesores Manuel Alcalá Martín, Artemio Alpizar Ruz, Agustín Franco Villanueva y David Vivas Romero.

Otras revistas dieron preferencia a la creación literaria, como [i]Arpa Eolia[/i], que Pilar Fontanilles dirigió en Espita en 1912, y [i]Juventa[/i], que entre 1935 y 1941 circuló en Progreso. Por supuesto, los textos en prosa y en verso siempre estuvieron presentes en diversas publicaciones, junto con variados tópicos. Un caso significativo fue el de [i]El Demócrata[/i], que inició sus ediciones en 1887 y que en 1912 brindó amplio espacio a la literatura, cuando tuvo como director a José Rueda Ontiveros, esposo de Pilar Fontanilles y escritor igual que ella.

Hay lugares que albergaron numerosas ediciones, por ejemplo Valladolid, con[i] El Cronista de Oriente[/i] (1888), [i]La Voz de Oriente[/i] (1897), [i]Oriente[/i] (1910), [i]La Juventud[/i] (1913), [i]La Bandera de Oriente[/i] (1913), [i]Alma Oriental[/i] (1914), [i]Numa[/i] (1961-1962) y [i]El Gavilán[/i] (1990-1991), entre otras. En Progreso se dieron a conocer [i]El Faro[/i] (1886), [i]El Horizonte[/i] (1890-1893, 1896-1897), [i]El Huracán[/i] (1897), [i]La Oposición[/i] (1897), [i]El Juguete de las Olas[/i] (1911-1917), [i]Razón y Justicia[/i] (1913), [i]La Defensa del Obrero [/i](1917), [i]La Voz del Puerto[/i] (1920) y [i]Juventa[/i] (1935-1941). Motul tuvo [i]La Gaceta de la Costa[/i] (1896-1897), [i]El Eco de la Costa[/i] (1897), [i]El Lucifer[/i] (1897), [i]El Correo de Motul[/i] (1897), El Fénix (1899), [i]El Heraldo de Motul[/i] (1906), [i]Círculo Rojo[/i] (1918), [i]El Intransigente[/i] (1929) y [i]El Heraldo de Motul[/i] (1992), que al titularse así rindió homenaje a su antecesor del mismo nombre.

Serían útiles estudios monográficos que describieran y analizaran los contenidos de esos impresos. Por ser mucho más que tinta reseca y papel resquebrajado, imágenes desvanecidas y recuerdos triturados por el tiempo, tales periódicos reclaman nuevas interpretaciones que ayuden a explicar acontecimientos no del todo vencidos por el olvido. El sabor local que evocan añade elementos propicios para alumbrar los caminos de la historia regional.

Mérida, Yucatán
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