Cecilia Lavalle
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Miércoles, 31 de agosto, 2016
Yo entiendo al señor Presidente. Entiendo bien cuando dice que parece que las malas noticias son las comunes y se dejan de lado las buenas. El problema es que no tenemos la misma idea de lo que serían buenas noticias.
El señor Enrique Peña Nieto está convencido de que el problema no es de fondo, sino de forma. Buen aprendiz de Jesús Reyes Heroles, quien dijo que: “en la política la forma es fondo”, nuestro Presidente supone que el problema es de percepción: No es que no haya buenas noticias, es que no las vemos.
El pasado martes 16, en un discurso pronunciado en Hidalgo, dijo: “A veces nos quedamos muy marcados con las malas noticias, que parece fueran comunes o fueran las que a veces más se destacaran, y se olvidan y se dejan de lado las buenas noticias que mucho cuentan, que impactan positivamente en la vida cotidiana de las familias mexicanas. Hay que rescatarlas, porque hay muy buenas noticias”.
Y para que nos quede claro, el mensaje de su cuarto informe de gobierno es: “Lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”.
En verdad, no es que yo quiera llevarle la contraria; es que, insisto, no nos estamos entendiendo.
Una buena noticia sería que, ¡por fin!, hubiera consecuencias por los actos de corrupción del Presidente. Y lo mismo me refiero a la “casa blanca” que al plagio de amplios fragmentos en su tesis de licenciatura.
Buena noticia sería que tengamos certeza de lo que pasó con los estudiantes de Ayotzinapa, y los responsables estén encarcelados.
Buena noticia sería que haya consecuencias para quienes son responsables de los crímenes de Tanhuanato.
Buena noticia sería que supiéramos quiénes son los responsables de los asesinatos en Nochixtlán y estuvieran siendo procesados legalmente.
Buenas noticias serían que no hubiera un enclave de trata de blancas en Tlaxcala o Hidalgo; que se atendiera con eficiencia y eficacia la desaparición de cada mujer; que los feminicidios no fueran tema de discusión conceptual y sí tema de prioridad nacional.
Buenas noticias serían que viéramos al gobierno bien plantado defendiendo el Estado laico y la ley, sin recular a las presiones de grupos religiosos; hoy por el matrimonio igualitario, ayer por los anticonceptivos, y ayer y hoy por el derecho a decidir e incluso, ¡de nuevo!, por el derecho al divorcio.
Buena noticia sería que hubiera consecuencias por todas las irregularidades e ilegalidades cometidas por el titular del Comisión Nacional del Deporte, que llevó a su novia a pasear a Brasil con dinero público, y aceptó regalos indebidos de quien diseñó los trajes deportivos de la delegación mexicana.
Buena noticia sería que se anunciaran recortes salariales a la élite gubernamental en lugar de aumentar la gasolina y la luz comercial e industrial.
Buena noticia sería, en fin, que se pusiera un alto a la corrupción e impunidad que tiene al borde del abismo a nuestra nación.
Pero en lugar de eso tenemos verdades oficiales que, por si hiciera falta aclarar, nadie cree. Tenemos [i]mea culpas[/i] mediocres. Tenemos muchas excusas, muchas simulaciones, muchas omisiones.
Dirían bien un analista: la forma ya no es fondo; ya no puede con el fondo.
Así que, señor Presidente, no dudo que tenga buenas noticias. Es sólo que no tenemos la misma percepción y urgencia de las que necesitamos.
Usted disculpará si le echamos a perder el festejo. Pero no tenemos buenas noticias para festejar.
[b]Mérida, Yucatán[/b]
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