de

del

Carlos Meade
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 12 de agosto, 2016

La distancia entre el grandilocuente discurso de la sustentabilidad (que pregonan autoridades y desarrolladores) y la realidad turística y urbana de Tulum es tan enorme que constituye un caso alarmante de esquizofrenia social, en la que la fantasía vuela sin ataduras, mientras el crecimiento económico que se concreta en el día a día replica viejas prácticas que garantizan lo contrario de lo que el discurso proclama.

Iniciativas como las surgidas en congresos y reuniones, así como en la creación de organismos diversos, representan esa voluntad tan mexicana del autoengaño compasivo. Una voluntad repetidamente activa entre nuestros políticos y nuestra clase empresarial, quienes acaban creyendo en sus mentiras y viviendo en ese mundo de simulación y fantasía. ¡Ya supérenlo!

Para muestra de esa enfermedad mental que se padece entre las élites que dominan en Tulum, basta referirnos a los documentos del Primer Congreso Internacional sobre Turismo Sostenible Riviera Maya y del Foro Tulum Ciudad de la Cultura y el Conocimiento, de donde surge la Declaración del Grupo Unidos por Tulum. En estos eventos, realizados en 2011 y 2012, se contó con una amplia participación de los empresarios turísticos y de funcionarios del gobierno.

En los acuerdos alcanzados en esas iniciativas, que a primera vista parecen tan legítimos, participaron, inclusive, académicos y ONGs con perfil ambientalista. Citamos algunos fragmentos, respetando la redacción original.

Entre las conclusiones del Foro se dice: “Los mayores valores de Tulum residen en la riqueza de sus ecosistemas acuáticos y terrestres, …, así como por el vigor e importancia de la cultura maya…” Se reconoce que “El modelo de Cancún y Playa del Carmen, ha generado degradación ambiental y social, y definimos que no es nuestro camino, …” Aunque el camino correcto se define con vaguedades y planteamientos insustanciales. Se reconoce, por ejemplo, que “Los mayas actualmente se encuentran marginados del desarrollo, …” pero no se aportan ideas claras orientadas a superar esa marginación.

De la Declaración del Grupo Unidos por Tulum destacamos: “Proponemos una nueva visión para Tulum, encausada por los ejes de la cultura y la naturaleza, … integrando los valores de la cultura y la sociedad maya, logrando una identidad y un espíritu propios.” De nuevo declaraciones de buenas intenciones que resultan vagas y que no aterrizan en propuestas concretas.

Del Primer Congreso Internacional sobre Turismo Sostenible citamos: “Teniendo como objetivo el de conformar a Tulum como el Laboratorio de la Sostenibilidad, y desde la Riviera Maya generar un Nuevo Modelo de Desarrollo Turístico, en la Evolución Natural, La Sostenibilidad, …” Amén de la confusa redacción, resulta inquietante eso de que los ciudadanos de Tulum seamos conejillos de indias de los desarrolladores. Y más inquietante es que se afirme que “…el Municipio de Tulum ha logrado a través de los últimos 20 años consagrarse como un destino ambientalmente responsable …” ¿Aunque ni siquiera tratamos nuestras aguas residuales?

En este documento también se considera a las comunidades mayas: “Generar alternativas para la incorporación de las comunidades mayas en un modelo inclusivo y respetuoso”. Pero ante tales declaraciones, llama la atención que en el mapa del plan de desarrollo turístico municipal (2013-2016) ni siquiera aparecen las comunidades de la zona maya. O sea que a la hora de planificar y presupuestar, los mayas, en realidad, no existen.

Como se puede ver, la cacareada inclusión de la población maya en el desarrollo no pasa de expresiones humanitarias esquizoides. En otros rubros se han alcanzado algunos logros. Gracias al empuje de las ONGs, se ha establecido, por ejemplo, el Comité de Cuenca de Tulum (órgano auxiliar del Consejo de Cuenca de la Península de Yucatán) para la gestión integral del agua y se ha incidido en los criterios normativos de los programa de ordenamiento urbano y municipal. Mientras tanto, las cosas han avanzado en sentido opuesto de lo declarado en esos eventos sin que los firmantes de esos acuerdos hayan dicho, de manera firme y consistente, ni media palabra. Nada, fuera de celebraciones insulsas como el día de la tierra, el día del medio ambiente, el día del agua y otros eventos de relumbrón pero sin consecuencias prácticas. Tulum se transforma a una velocidad de vértigo y su patrimonio cultural y ambiental diariamente es pateado por la real-politik y el real-desarrollo.

[b]Quintana Roo[/b]
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