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Pablo A. Cicero Alonzo
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La Jornada Maya

Martes 2, de agosto, 2016

Hoy día, el PRI tiene más de 5 millones de miembros afiliados; para ser exactos, 5 millones 44 mil 528. El fin de semana pasado, el presidente nacional de ese partido, Enrique Ochoa Reza, defendió la honestidad de sus funcionarios públicos, cuya reputación ha sido manchada, dijo, por los actos de una minoría que no llegan ni al uno por ciento. “No permitamos que el 0.1 por ciento nos lastime, nos dañe la reputación de nuestro partido e incluso nos manche por omisión o por silencio nuestro buen nombre”. Es decir, de esos 5 millones y pico de priístas, 5 mil son corruptos. 5 mil 45, para ser exacto.

Aunque Ochoa Reza la trate de maquillar, haciendo énfasis en lo positivo, no es una cifra pequeña. Es más, es escandalosa. Esos 5 mil priistas corruptos son las manzanas podridas que no sólo echan a perder a su partido, sino a todo el país. Ya que no son cualquiera. Si hacemos un recuento rápido de los funcionarios priístas acusados de corrupción, podremos ver que son los que han alcanzado puestos altos; las herramientas para detectar y penar los desvíos de recursos públicos en México no son capaces de ubicar las diarias corruptelas de la maquinaria, y sólo se activan ante el escandaloso robo.

En 2013, la revista Forbes, experta en listas, hizo una que tituló Los 10 mexicanos más corruptos. En ella destacaban, claro, los priístas. Figuraban, entre otros, Carlos Romero Deschamps, Raúl Salinas de Gortari, Andrés Granier Melo, Tomás Yarrington, Humberto Moreira, Fidel Herrera y Arturo Montiel. Si esa lista se actualizara, lo más seguro que algunos personajes se mantendrían, mientras que otros se incluirían, entre ellos los actuales gobernadores de Veracruz, Coahuila y Quintana Roo, cuyos excesos le costaron la continuidad a su partido.

Esos 5 mil corruptos priístas existen porque las leyes se los permiten. Pocos han sido los casos de desvíos del dinero público que han sido castigados. En México, la mejor manera de delinquir es haciendo política. La impunidad reinante ha hecho en la ciudadanía un callo que se refleja en la indiferencia y en el alejamiento de la vida pública. Indolentes, a los mexicanos nos vale madre la sociedad: no nos indignamos por las inmensas fortunas que amasan nuestros gobernantes ni el obsceno ejercicio de lo que ellos llaman poder porque nos han robado, incluso, nuestra capacidad de asombro.

De vez en cuando, muy de vez en cuando, salta a los titulares de los medios de comunicación una irregularidad, tipo la casa blanca de Angélica Rivera, pero las reacciones que se generan únicamente sirven de válvulas de escape; México es una olla de presión perfectamente calibrada, en la que se cocina la peor política del mundo, un guisado de bazofias que hemos comido durante décadas.

Los 5 mil funcionarios corruptos del PRI que acepta Ocho Reza han hecho bien su trabajo, transmitiendo por ósmosis su podredumbre; contagiándola, propagándola. En la actual coyuntura, en la que los partidos políticos han tirado por la borda sus ideologías y cada día se parecen más entre sí, habría que incluir un porcentaje similar de cínicos en cada uno de los institutos que compiten en elecciones, cada uno con sus características.

Por ejemplo, el padrón del PAN no es tan numeroso como el priísta, pero vemos cómo una élite en Yucatán va de puesto en puesto en las administraciones blanquiazules. Así, por ejemplo, el otrora administrador de la desaparecida Procuraduría ocupa hoy un cargo en el Ayuntamiento de la capital. Tal vez ese gris funcionario no sea panista, pero sí una rémora que se mueve con soltura en el laberinto burocrático de ese partido, haciendo y deshaciendo en su pequeño coto de poder, que sustenta desde hace años.

Ese punto uno por ciento ha demostrado ser más astuto y poderoso que el 99.9 restante. Es más, esa minoría cancerígena ha hecho de los que según Ochoa Reza son “mujeres y hombres honestos y honorables que buscan el bien común y que trabajan cotidianamente por mejorar las cosas”, sus cómplices; una inmensa mayoría silente que permite y deja robar a un grupo de delincuentes con la total impunidad.

Pocos días después de su elección como presidente nacional de su partido, Ochoa Reza advirtió que en caso que se compruebe que los funcionarios adheridos al instituto señalados de corrupción traicionaron a la sociedad, pedirá que sean destituidos. Lo anterior lo dijo en una conversación con Jorge Carlos Ramírez Marín, representante del PRI en el INE. Varias semanas después de su imposición, las declaraciones del ex director de la Comisión Federal de Electricidad se reducen a salivazos a punto de evaporarse en el trajín cortesano al que se reduce la política mexicana: únicamente ha cifrado en 5 mil los corruptos de su partido, esgrimiendo esa cifra más como una justificación que como un gran pendiente. Son poquitos, parece que dice; sólo el punto uno por ciento. Son legión, reviro; son 5 mil. 5 mil 45, para ser exacto.

Mérida, Yucatán
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