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del

Tabacón B. Linus
Obra. Bronzino (1540-1550)
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 1º de agosto, 2016

Hay pocos ejemplos de violencia de género tan soterrados y fetichistas como la virginidad femenina. Si revisamos bien el tema virginal, resulta que es un acto de violencia, cosificación y estigma para coartar el deseable y sano desarrollo emocional y sexual de la mujer.

Es penoso escuchar a los hombres jóvenes adolescentes -algunos apenas unos pubertos- que quieren una “noviecita virgencita”, a los esposos que con orgullo dicen que ellos han sido la única pareja sexual de su esposa. Escuchar a esos orgullosos fetichistas, es escuchar a quienes se quieren sentir propietarios de sus parejas o dueños de algo que ellos suponen único y que se pueden colocar como medalla. Escuchar hablar a los hombres sobre la deseable virginidad es escuchar la inseguridad masculina en su última expresión, es casi escuchar a perros marcando territorio. Es indignante.

Lo peor del caso es que la virginidad femenina emparejada con la supuesta experimentación sexual -aplaudida y festejada- del “machito”, se ha convertido en tema romántico. El depredador probado y lleno de testosterona, viene a “comerse” a un pobre venadito inocente y puro, y eso hace la pareja perfecta. Ella entregada por siempre al hombre que “la hizo mujer”; aunque, claro, él ya llegó hecho un hombrecito a sus brazos. De verdad, esas figuras tan populares y comunes hasta revuelven el estómago.

Y uno se pregunta, cómo es posible que esos patrones de conducta persistan en el 2016, cuando ha existido un avance relativo en otros temas de equidad y prevención de la violencia de género. Puede haber muchas respuestas a esa interrogante, pero una obvia la encontramos repetida en todos lados, especialmente en el radio, en las canciones, en los temas pop. En los éxitos de Luis Miguel, por ejemplo.

A veces, por azares del destino, uno termina en restaurantes, reuniones o hasta bodas donde ponen esas típicas canciones que llevan títulos como Decídete, Entrégate y hasta la versión luismiguelesca de No me platiques más. Todos son himnos al macho que se está llevando a la cama a una mujer para “robarle el secreto de su piel”, o bien el macho torturado por lo que ella ha vivido antes que él, porque el chiste de una mujer deseable en el fetichismo de la virginidad es que “nazca” el día que su novio, prometido o esposo la conozca.

Triste es escuchar a hombres y mujeres cantar esos sonsonetes románticos, como algo idílico. No hay cosa más nauseabunda que diversos artistas -de hace décadas o de hace unos días- abordando el tema, lo mismo en el reggaetón, la salsa y -lo peor de todo- en la música grupera dónde la idea salta en casi cada canción. Incluso Maroon 5 habla de salir a “cazar” a una mujer, y One Direction (ese insípido grupo pop) con su Steal My Girl, donde casi declaran que tienen escrituras de propiedad sobre su novia. Y claro, Nick Jonas con Jealous, donde el clásico macho inseguro por su novia virgencita le reclama que tal vez ella empieza a desear a otros hombres, hombres que también quieren darle una “probada”.

En conversaciones, con algunas cervezas encima, uno escucha a los hombres repitiendo esos dogmas. Uno se pregunta qué seguridad pueden obtener de una mujer que -según ellos- sólo los “conoce” a ellos y, por tanto, no tiene punto de comparación. Qué pesadilla, quieren ser los primeros y los únicos, porque sin duda no darían el ancho con un poquito de competencia.

La verdadera seguridad de pareja -si alguien la anda buscando- debe venir de un hombre y una mujer, de un hombre y un hombre, de una mujer y una mujer, de dos seres humanos de cualquier preferencia que hayan experimentado, conocido y después de una sana y diversa experiencia sexual y emocional, deciden quedarse el uno con el otro. Pedir la virginidad femenina, es pedir una sexualidad densa, oscura, llena de tótems y fetiches; una en la que el hombre puede ser flojo, perezoso y mal amante, porque su contraparte no tiene punto de comparación o idea de niveles de satisfacción.

Hoy la virginidad femenina es un himno a la inseguridad machista, a sus deficiencias amatorias y a los acomplejados hombres que no quieren una pareja, sino un trofeo, un objeto y un territorio. Es hora de erradicar esa idea que no es sino una idea violenta, pensada para el dominio y no para el amor.

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