de

del

Tabacón B. Linus
Fotograma de la serie
La Jornada Maya

Lunes 25 de julio, 2016

Hay muchas razones para ser fanático de la serie televisiva [i]Game of Thrones[/i]: la narrativa, los escenarios, lo magnificente de la producción. Yo escojo como razón principal el papel que le dan a los personajes femeninos, el rol que le dan a la mujer como actor decidido, valiente, con planeación estratégica y claridad mental absoluta. Ellas son las protagonistas serias, sin arrebatos o caprichos.

Las mujeres en [i]Game of Thrones[/i] son casi siempre los jugadores racionales, los que ven más allá de lo obvio, los que cuentan. Los hombres aparecen como los jugadores que titubean, los que se dejan llevar por sus arrebatos carnales, los agentes románticos y cursis cuando es del todo ridículo y absurdo serlo.

Daenerys Targaryen, nuestra espectacular Khaleesi, se despide de uno de sus grandes amores y más leales seguidores Daario Naharis. Ella se despide por razones de Estado, porque hay cosas más importantes por las cuales pelear y en las que su relación pasional es del todo inviable y hasta problemática. Daario Naharis, el gran soldado, guapo, alto y sudoroso, obedece la orden, pero no la entiende; él no entiende el gran esquema de las cosas y -lleno de testosterona- sale con la cursilada de decir que “la ama”, como un último esfuerzo desesperado para retenerla.

Daenerys es siempre la astuta, la educada políglota, la valiente, la que necesita un equipo que la haga fuerte, pero no un protector de damiselas. Ella entiende el riesgo que el amor representa para el ejercicio del poder, y no se hace ilusiones, ni tiene el corazón tontuelo que en más de una serie, cuento o película injustamente le asignan a la mujer.

Por otra parte, Aria y Sansa Stark han sobrevivido las peores atrocidades y tragedias, y han renacido fuertes, decididas, prácticas y enfocadas. En contraste, los hombres Stark son una vergüenza. Robb Stark perdió la guerra y su vida por un acostón y amor de adolescente con la primera mujer que se le atravesó, en un acto de absoluta irresponsabilidad política y militar. Jon Snow, el mismísimo héroe que ha regresado de entre los muertos, siempre está dudando, es inseguro y -también- en su primer amor de adolescente lo arriesgó todo.

Los hombres son unos niños que no saben ponerse de acuerdo, por ello no extraña que cuando hace falta elegir un nuevo líder para el reino del Norte, quien muestra habilidad y oratoria de estadista es una niña de 11 años, Lyanna, quien como heredera de la casa Mormont pone en su lugar a un grupo de cincuentones de la nobleza regional; lo mismo para Yara Greyjoy heredera de las Iron Islands, y uno de los mejores comandantes militar de la serie.

Vamos, incluso en el lado de las mujeres más controversiales, en [i]Game of Thrones[/i] encontramos ejemplos de ese refrescante rol para el género femenino y la nueva mujer. Cersei Lannister es una jugadora política y del poder real. Sin romanticismos ni ingenuidades, hace lo necesario para asegurar su posición política y punto; asume incluso con aplomo la muerte de sus hijos. En cambio, su incestuoso hermano Jaime es un adolescente mental, siempre atormentado por sus sentimientos, tomando las decisiones más inmaduras y “románticas”, en el peor sentido de la palabra. Los jóvenes reyes Tommen y Joffrey Lannister, cortados con la misma tijera, fueron unos personajes entre psicóticos y carentes de todo carácter. Unas flores frágiles.

En esa misma línea, las mujeres del reino de Dorn tienen que poner orden frente a gobernantes masculinos que carecían de carácter y valor, o bien eran unos vividores y engreídos. El príncipe Oberyn de Dorn muere en un combate que ya había ganado por exceso de gallardía (¡sentirse muy gallito, pues!), en una de las escenas más fuertes de la serie. Y lo mismo de la casa Tyrell donde los hombres supuestos cabeza de familia, son unos gorditos pusilánimes, sin idea de nada y, por tanto, le corresponde a la princesa Margaery y su abuela llevar las riendas de la política.

Incluso en niveles menores se da este rol de la nueva mujer. Melisandre, la sacerdotisa del Señor de la Luz, hace lo que sea necesario para mantener la lucha; mientras un supuestamente fogueado consejero de guerra, Davos Seaworth, le reclama a ella -en un ataque de histeria- la muerte de una niña y obliga a que Melisandre sea desterrada, esto en un momento que Jon Snow necesitaba de todos los aliados posibles. Los hombres pusilánimes y su decencia trasnochada.

Y podríamos seguir y seguir, sólo recordemos que todo el drama de [i]Game of Thrones[/i] inició por un rey loco que se robó a una princesa; un prometido que se rebeló por ese acto y después sangrientas luchas palaciegas por supuestas infidelidades, mismas que los hombres y sus ridículas concepciones de orgullo y honra convirtieron en motivo de guerra.

[i]Game of Thrones[/i] es la lucha de mujeres inteligentes y maduras, frente a las constantes estupideces de hombres atrapados en la eterna adolescencia. Por ese rol y nueva perspectiva de género, yo también me declaro un fan de la serie del Trono de Hierro.

Mérida, Yucatán
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