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Pablo A. Cicero Alonso
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La Jornada Maya

Miércoles 20 de julio, 2016

Todo el mundo habla de Melania, una “belleza de ojos como el agua”, con “elegancia natural” y una persona quien tiene pasión por las artes, la arquitectura, el diseño, la moda y la belleza. Esta descripción aparece en su biografía, publicada en la página web del comité nacional del Partido Republicano. Melania, ese mujerón de 46 años, es la tercera esposa de Donald Trump. Es 24 años menor que él y posó usando un bikini dorado cuando estuvo embarazada.

Todo el mundo habla de Melania. Y no bien. Es acusada de plagio, ya que el discurso que pronunció anteanoche en la Convención Nacional Republicana tiene extractos muy similares, si no iguales, al que dio Michelle Obama hace ocho años. Melania dijo: “Desde muy joven, mis padres me inculcaron los valores de trabajar duro por lo que se quiere en la vida, que la palabra de uno es un compromiso y que hay hacer lo que se dice y cumplir con las promesas, tratar a las personas con respeto. Me enseñaron y mostraron valores y moral en su vida diaria. Esa es una lección que continúo pasándola a nuestro hijo”.

Michelle, por su parte, hace ocho años, pronunció: “Barack y yo fuimos criados con muchos de los mismos valores: trabajar duro por lo que se quiere en la vida, que tu palabra te compromete y hacer lo que se dice que se va a hacer, que hay que tratar a las personas con dignidad y respeto, incluso si no los conoces, e incluso si no estás de acuerdo con ellos”. Y otras similitudes salpican lo que fue la bochornosa presentación en sociedad de la que es la esposa de quien podría ser el próximo presidente de Estados Unidos.
Ella, ha declarado, sería “una primera dama diferente” y que se involucraría con diferentes organizaciones caritativas. Tal vez la plagiadora Melania es lo que los vecinos del Norte añoran, adictos a los glúteos de Kim Kardashian y a las bizarras aventuras de su cacofónica y bizarra familia. La nación de Paris Hilton, de los reality shows, de la fast food, del waterboarding, de los tiroteos… Un país que se ha empequeñecido en el consumismo y en la soberbia; enanos que están enamorados, como Melania, de un candidato que promete “Hacer grande otra vez América”. Liliputienses armados hasta los dientes.

El florero que se reveló en Cleveland es, para el abanderado republicano, el prototipo de mujer. Ella es la suma del género, según el paradigma del magnate. En su esperpéntica campaña, Trump ha presumido de sus conquistas sexuales y se ha burlado de las mujeres por su aspecto físico. También, en un episodio más del vodevil, ha retado a otros hombres sobre quién tiene la esposa más sexi o quién la tiene más grande. Como todos los machistas, el candidato republicano es un cobarde, ya que ante las avalanchas de críticas, se ha retractado a las pocas horas. Le memoria de teflón de sus compatriotas ayuda a que Trump siga vomitando bilis de misoginia.

En el génesis de la campaña, el esposo de Melania le dijo a una periodista de la cadena FOX “cerda” y “perra”. Cuando una colega de las mujeres insultadas se quejó, él dijo que no debía preocuparse, ya que era un “tocinito”, y dio a entender que su mal humor era consecuencia de que estaba menstruando. Melania ha sido, por acción u omisión, protagonista de los alardes misóginos de su partido. Al final de la precampañas republicana, Trump compartió un meme en el que ponía dos fotos: una de su esposa y otra de la de su entonces rival Ted Cruz. “Una imagen vale más que mil palabras”, escribió.

a costilla de Trump cuando aún nadie soñaba —o tenía pesadillas— sobre las aspiraciones políticas de Trump, en un programa radiofónico, conducido por Howard Stern, Trump confesó que calificaba a las mujeres en una escala del 1 al 10. “Una mujer sin pecho es muy difícil que tenga un 10”, explicó. En ese mismo programa, el magnate dijo que le encantaba Lady Di, quien ya había fallecido. “Tenía la altura perfecta, la belleza, la piel ideal”, recordó, babeando. “Estaba loca, pero ese es un detalle menor”. Remató diciendo que se hubiera acostado con ella “sin dudarlo”.

En otra ocasión, tuvo una discusión en un programa conducido por Tucker Carlson. En ese entonces y como ahora, su pelo era tema de debate. Carlson se burló de él, y Trump, al no tener argumentos, disparó: “Es cierto que tienes mejor pelo que yo, pero yo consigo más coños”. Finísimo. Ante él, el plagio de su esposa palidece, y más que indignación provoca pena. Melania forma parte de ese veinticinco por ciento del electorado femenino que dice que votará por Trump. A pesar de todo lo anterior.

Y no es para que nos vanagloriemos. A pesar de que a muchos nos indigna lo que acabo de escribir, en México Trump no destacaría por su misoginia; sería uno más. ¿Recuerdas las “lavadoras de dos patas” de Vicente Fox? Somos un país donde las mujeres son invisibles y en algunos casos políticos hacen castings para elegir a la esposa perfecta. Melania leyó su discurso. Igual lo hizo Angélica Rivera cuando anunció que vendería su casa blanca.

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Mérida, Yucatán


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