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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Viernes 15 de julio, 2016

Que no es lo mismo que los lúbricos sueños de silicona. Una generación de emprendedores yucatecos está ahora cosechando frutos de esfuerzos de varios años. Rondan los cuarenta, y muchos de los objetivos que se trazaron al salir de la universidad se han cumplido, uno a uno. Incluso, han superado sus propias expectativas. Unos se lo creen. Otros no. En Yucatán se está viviendo el inicio de una era de oro, principalmente en los asuntos relacionados con las tecnologías de la información.

Comenzaron desde abajo, y fueron subiendo escalones. Olfatearon oportunidades y despegaron. Como cohetes. Ese es el caso de una de estas empresas, que tomó impulso con los cambios en las leyes promovidos en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, que obligaba a todos los ayuntamientos a ofrecer servicios en línea.

Leyeron en una oscura, insignificante oficina esa noticia y se pusieron manos a la obra. Dos jóvenes se unieron, y crearon un sistema que se pudo adaptar y vender a todos los municipios del país. El tándem clásico de la cochera, formado por un programador y un vendedor. Ahora navegan por un océano azul buscando otras oportunidades. Otros, supieron descodificar los letreros que conducían al futuro, adelantándose y creando programas para generar facturas electrónicas. En aquel entonces, los vieron como bichos raros. Hoy, no se dan abasto.

Estos pioneros apostaron por su talento y por las nuevas tecnologías. Muchos no lograron sus objetivos, y tuvieron que claudicar. Otros, con tesón y suerte, se mantienen y forman parte de uno de los sectores más interesantes de la economía yucateca. Según datos dados a conocer recientemente, en el estado hay unas 250 empresas relacionadas con las telecomunicaciones y tecnologías de la información. En estas compañías trabajan aproximadamente siete mil hombres y mujeres. La mayoría de estas firmas desarrolla software, que se utiliza en sectores como agroindustria, turismo, comercio, administración de empresas, logística y facturación electrónica. Los programas de cómputo desarrollados aquí los utilizan clientes en los cinco continentes.

Ya no son aquellos jóvenes que quemaron sus naves y que apostaron todo por una idea. Ya son empresarios consolidados, obligados a repetir su primer éxito para que no sean considerados llamarada de petate. Esta es la segunda gran prueba: subsistir. Este sector está recibiendo un fuerte apoyo del gobierno —federal, estatal y municipal—, con el objetivo de que la industria de las tecnologías cuaje y se convierta en un verdadero sustento de la economía. Muchas de las empresas verán la ayuda gubernamental como fin y no como medio. Se quedarán en la mediocre —valga la redundancia— medianía de la bajada de cocos. Otras no. Y esas serán de las que estaremos hablando en una década.

Lo más interesante de esta generación es que está obligando a los académicos a salir de su burbuja. Deslumbrados por la luz del mundo real, los investigadores por fin pueden encontrar usos mundanos —y útiles— a sus trabajos. Convertidos en un incombustible motor, quienes forman parte del sector tecnológico requieren de nuevas ideas, que encuentran en los centros de investigación. La presencia de estas empresas en el Parque Científico y Tecnológico servirá para sacudir a la academia, que vive bajo su propio ritmo y tiempo, que mide su éxito por el número de sus publicaciones y no por las vidas que cambia. Los capitanes de las empresas tecnológicas tienen hambre, y la contagian. Su llegada al olimpo de los investigadores servirá para bajar todo el conocimiento que ahí se genera y que, por lo general, no bajaba.

También, estos jornaleros de software están inspirando a nuevas generaciones, demostrándoles que sí se puede. Su ejemplo y el importante impulso que se le está dando al emprendedurismo son importantes semillas que en pocos años germinarán. Será muy interesante ver cómo en dos, tres lustros, los jóvenes que hoy se están formando cambiarán por completo la economía de la región. Por ejemplo, son sorprendentes los proyectos que cuajan en la Universidad tecnológica Metropolitana, ideas que sólo brotan encubadas en esa institución.

Se está cambiado la mentalidad de los que nos sucederán. Están «reseteando» a la sociedad. No hay que tener miedo, nos dicen. Si yo lo hice, tú también puedes cumplir tus sueños. Y al convertirse en inspiración, los empresarios de nuestro prometedor sector de tecnologías de la información también tienen mucha responsabilidad. Es mucho más fácil quedarse junto a la cálida, generosa ubre del gobierno. Es mucho más sencillo mimetizarte y hacer lo que los demás hacen, como cerrar ventas de productos o servicios por medio de pagos de comisiones o moches.

Lo difícil es seguir contracorriente, continuar ofreciendo las soluciones que el mercado necesita. Lo duro es innovar a los cuarenta. Y es entonces cuando se demostrará quién está ahí por suerte o por talento, por especializarse en cerrar tratos en téibols o por ofrecer servicios innovadores y útiles, que generan riqueza y cambio.


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