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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Viernes 1º de julio, 2016

Esta semana, el periodismo cumplió con la sociedad. Y lo hizo de una forma extraordinaria. La maquinaria, un poco oxidada, chirrió hasta ponerse a toda marcha, mostrando un músculo que muchos, incluso yo, pensábamos que ya no tenía. El cadáver está más sano que nunca. Diversos medios locales con credibilidad dieron a conocer el contenido de un borrador que tenía como objetivo modificar una ley y un reglamento. Por medio de estos cambios, se abría la puerta al otorgamiento de más licencias para vender alcohol.

Entre otros cambios, el borrador sugería reducir distancias entre un establecimiento y otro y quitarle al Ayuntamiento de Mérida la potestad de autorizar el uso de suelo. Muchas fueron las voces que reaccionaron a esta publicación, y la gran mayoría coincidió, criticando la iniciativa. El gobierno estatal negó que se estuviera trabajando en ese sentido, pero admitió la existencia del borrador. “Se trata de una iniciativa que dejaron administraciones anteriores, aunque ignoro los detalles, no la he revisado y no pretendemos retomarla”, declaró Jorge Esquivel Millet, consejero jurídico del gobierno del estado, en una entrevista con el Diario de Yucatán.

El oficio más chido (*) del mundo, la sola existencia de ese borrador es un asunto de interés público. Que la actual administración o sus antecesoras consideraran lo que ahí se plantea es preocupante. Su publicación ha sido un acierto, que redundará de manera positiva en la sociedad. Tal vez la ley o el reglamento que se pretendían cambiar están ya obsoletos. Tal vez requieran con urgencia una actualización. Sin embargo, por el tema que norman, los cambios no pueden traducirse en un monólogo; mucho menos un acto de ventriloquia, recitado bajo presión. Los cambios deben surgir de un diálogo y de un debate en el que se escuche la voz de todos los actores, entre ellos expertos en adicciones y seguridad.

Los medios de comunicación que abordaron este tema —La Jornada Maya, el Diario de Yucatán, Telemar, Canal 10, Radio Fórmula, Infolliteras, Yucatán Alerta, Noticias de Yucatán…— nos demuestran que aún hay olfato y cojones, que el periodismo sigue siendo indispensable en una sociedad en la que en muchas ocasiones no hay contrapesos; oxígeno, aire limpio en una atmósfera viciada y corrompida. Que la sociedad sea testigo de este tipo de expresiones en los medios igual es algo que celebrar, ya que cuando las loas y los elogios sean unánimes, cuando nadie desentone, todo habrá cambiado. Ya nos lo advirtieron: “Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico”. Lo anterior lo sentenció Joseph Pulitzer (1847-1911).

Específicamente, ¿qué ganó la sociedad? Que un tema se pusiera sobre la mesa y se hablara de él. Tal vez, incluso, que se haya frenado una iniciativa que se cocinaba, condimentada con intereses económicos. Eso nunca lo sabremos. Yo, por mi parte, le doy el beneficio de la duda a Esquivel Millet. Se ganó la certeza de que aún hay voces y plumas capaces de indignarse y de encarar a los poderosos; que hay palestras en las que se puede hablar con libertad, que hay personas preocupadas y ocupadas por el estado —Raúl Ignacio Kemp Lozano, Víctor Roa Muñoz, Juan José Abraham Achach, Gustavo Cisneros Buenfil, Antonio Salgado Borge, Rodrigo Llanes Salazar, Álvaro Quiñones Aguilar… Esta semana supimos que hay trincheras en las que se pelea por el bien común. El poder, en este caso el gobierno estatal, recordó que aún hay rescoldos de esa hoguera que ardió e iluminó generaciones, que hay personas que lo vigilan, quijotescamente dispuestas aún a desfacer entuertos y castigar agravios.

Y eso, al fin y al cabo, es el periodismo en el que creo; el que me hace reír y llorar, el que me hipnotizó y al que voluntariamente estoy atado a su grillete de sinsabores y éxitos. Y estos últimos, aunque pocos, son los que valen la pena. Valga esta declaración de sentimientos igual para La Jornada Maya, que este mes que inicia, julio, cumple un año de circular en el estado. Para ella y para su equipo, que refresca y sorprende todos los días. También, para los jóvenes en busca de vocación, para que se planteen seriamente el periodismo; es el oficio más chido del mundo. Lo digo sinceramente, a pesar de que en ocasiones deambulen colegas cuya autoestima ha sido aplacada con amenazas o cumplidos, y su inicial candor amaestrado por el poder corruptor.

(*) Este adjetivo multiusos se puede cambiar por otros, como el garciamarquesiano [i]bello[/i], el noventero [i]padre[/i], el millenial [i]cool[/i] o el mexicanísimo [i]chingón[/i].

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Mérida, Yucatán[i][/i][i][/i]


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