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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Joana Maldonado
La Jornada Maya

Miércoles 22 de junio, 2016

Se viven días aciagos en Quintana Roo. En el ocaso de un régimen, una sociedad polarizada es testigo de hechos fuera de lo común. Ayer, en el Congreso, el pasado y el futuro se enfrentaron. Por un lado, una serie de iniciativas para blindar al aún gobernador Roberto Borge Angulo. Por otro, opositores envalentonados, que dentro de poco cambiarán de papel.

De las palabras se pasó incluso a los hechos y se registraron enfrentamientos. Mientras el recinto del Poder Legislativo quintanarroense era sitiado, dentro ardían discursos a favor y en contra. El ¡No más deuda! se convirtió en dique y logró detener, por instantes, la propuesta de refinanciamiento al municipio de Solidaridad hasta por más de mil millones de pesos. Al final, el dique se rompió y se aprobó en lo general la solicitud. Quintana Roo se refrendó así —y con creces— como uno de los estados más endeudados del país.

Gases lacrimógenos, mensajes del gobernador electo Carlos Joaquín González, toma de tribunas, salidas apresuradas por la puerta trasera, escudos humanos, marchas, mentadas. De todo en este día de guardar, capítulo que se une a otros dos similares en Yucatán y en la capital del país. En el vecino estado, el Congreso fue igual el epicentro del malestar ciudadano. Ahí, se aprobó vía fast track la iniciativa del Ejecutivo para supuestamente adaptar la ley del transporte a las nuevas tecnologías, tipo Uber.

Igual se vivieron momentos de tensión. Sin embargo, la presión opositora fue insuficiente y se aprobó la propuesta, que en ciertos círculos se denominó “Ley antiuber”. Este problema sigue latente. Apenas anteayer, los diputados panistas yucatecos anunciaron que enviarán una contrarreforma y que buscarían que la Suprema Corte de Justicia la declare inconstitucional.

En este caso, fue el debate lo que brilló por su ausencia. Los opositores se toparon con una tupida tapia, formada por la obediencia de los legisladores priistas. Ahí, el Ejecutivo hizo y deshizo, literalmente. Cuando las modificaciones ya habían sido aprobada en comisión, en un acto surrealista acudió un representante del Ejecutivo para tachar el impuesto al diez por ciento que se contemplaba en la versión original. Nunca un poder estuvo tan supeditado a otro.

En la ciudad de México, específicamente en el Senado, también supuestos representantes de los mexicanos actuaron en contra de ellos. Una iniciativa ciudadana, avalada por más de seiscientas mil firmas, recibió una patada en el trasero. Dura, seca, contundente. La Ley 3 de 3 se tornó en un engendro, condenada a una agonía larga y dolorosa. Esta norma, llena de sinrazones, no cumple, ni de lejos, la acuciante necesidad de transparentar el ejercicio público.

También en el caso del Senado, los legisladores se movieron según los dictados de hilos invisibles que se manejaban desde Los Pinos. La orden de parar en seco la propuesta ciudadana surgió precisamente de la Presidencia, ya que la iniciativa de ley 3 de 3 parecía tener destinatario: el esposo de una ex actriz con una mansión que puso a su amigo a investigarlos.

En estos tres casos, hijos bastardos de un mismo mal, se ha reducido —y caricaturizado— la labor de lo que se supone es uno de los tres poderes de nuestro sistema democrático. En los tres casos, legisladores han actuado obedeciendo al Ejecutivo, y no a los ciudadanos que supuestamente representan. Así, a una de las figuras más denostadas de nuestra política le echan leña a la hoguera. Ódiame más, parecen pedir; suplican con su servilismo al único poder de facto en nuestra enclenque democracia.

Diputados con baja autoestima, que se ven más como cortesanos que como integrantes de uno de los pilares del sistema, han legislado en contra de los ciudadanos. Si nos atenemos a estos tres ejemplos, que coincidieron en el tiempo, vemos que el debate se centra más en leyes que benefician a un gobernante o a un partido que al ciudadano de a pie. Así pasa con el blindaje y la deuda quintanarroense. Así, también con la supuesta regulación de plataformas tecnológicas de transporte. Y así con ese Frankenstein que dicen que es una ley anticorrupción. El Poder Legislativo se tornó en una aberración, ya no representa al pueblo. Es un olimpo en el que sólo se velan los intereses de unos cuantos.

¿Cambiará algo cuando los diputados puedan reelegirse? ¿Cuando los ciudadanos podamos premiar o castigar a nuestros representantes en los congresos? Creo que sí. Los tristes episodios de los que hemos sido testigos en estos días son las patadas de un ahogado. Vimos, por ejemplo en Yucatán, cómo los diputados priístas, que tuvieron que hacer el trabajo sucio, dudaban al ver cómo se tambaleaba su futuro político. No hay nada que aterre más a un político que el destierro del erario. Y ahí sí que tiene decisión el voto. Ya lo vimos. Así pasó el 5 de junio pasado.

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La semilla de esta columna que fructificó en cinco mil caracteres fue este comentario: “Yucatán con Uber, el Senado con la Ley 3 de 3, Quintana Roo con Ley Borge, Oaxaca con reforma educativa. Ciudadanos, empresarios de Coparmex, más ciudadanos, maestros. Algo pasa en México”.


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