Ocupaciones impropias

Jhonny Brea
Foto: Israel Mijares
La Jornada Maya

Viernes 17 de junio, 2016

"¡Papá, el viernes tienes que ir con pants y tenis a la escuela!”. Así me sorprendió [i]El Kisín[/i] el lunes. Por el susto se me cayó la sartén que estaba lavando, así que tuve que ir por el trapeador para limpiar el piso de la cocina. Ustedes saben, las labores propias de mi sexo.

Y bien, comencé a prepararme sicológicamente para el suplicio, porque eso es la actividad que la Secretaría de Educación Pública promueve en los centros escolares… cuando hay una. La verdad, luego de ver a tanto compañero papá sometido al tormento anual de su festejo, no sé si prefiero que me ignoren.

A diferencia del día de la madre, en el que suele haber desayunos hasta en hoteles, sesiones de spa, mariachis y regalos como chocolates, jabones de olor (no Maja), y lecturas de poemas por parte de los [i]dzirices[/i], con los papás hacen “eventos deportivos”.

Nomás de pensarlo, me entra la angustia. El año pasado, [i]La Cutusa[/i] se paró junto a mí y me aventó una de esas miradas de gatito abandonado en combo con sonrisa, mientras decía “¡Vas a entrar al [i]rally[/i]! ¿Verdad que sí, [i]papito[/i]?”

El dichoso [i]rally[/i] era el equivalente de [i]Ninja warrior[/i] para hombres con sobrepeso: futbol americano y del corriente, jalasoga, carreras de sacos y para terminar, carrera de relevos. 10 papás por equipo. Aquí su [i]Wolverine[/i] con panza fue parte del equipo de los Rojos, y que me toca el último turno en la carrera de relevos. ¿Lo malo? ¡Íbamos ganando cuando me tocó correr! Por supuesto, fue el momento en que hizo crisis el síndrome de padre que quiere seguir siendo el héroe de su hija y puse en movimiento mis 98 kilos… a 10 metros de la meta me resbalé, desplomé, rodé y arrastré, pero terminé… con un esguince de segundo grado en muñeca y hombro. Necesité usar una férula durante seis semanas.

Las lesiones sanan. El orgullo duele por más tiempo, sobre todo cuando uno tiene que explicarle a medio mundo por qué lleva un cabestrillo.

Cuando se trata festejar a los papás en el trabajo, la perspectiva no mejora mucho. Una vez me convocaron a un desayuno que cerraba con una presentación de Ninel Conde. Lo malo es que había que oírla cantar. Y como que se gastaron el presupuesto de tres años porque para el siguiente festejo, apenas nos hicieron llegar una [i]chan[/i] taza. Un año después, el regalo quedó en un destapador, dizque para las cervezas. Como que les salía más barato alquilar un teibol. Y si a esas vamos, prefiero por mucho el cuerpecito de [i]La Xtabay[/i].

Volviendo a los festejos para los papás en las escuelas, estos suelen ser incapacitantes para algunos que como yo, llevamos en kilos las bendiciones del matrimonio. La pregunta llegando a casa es “¿qué tal estuvo la convivencia con tus hijos?” Nada más quiero irme a mi hamaca porque estoy a punto de expulsar el bofe, como cualquier papá que lleva varios años descuidado porque hay que salir a cazar el sustento.

La verdad es que ni chance nos dan a los papás para platicar entre nosotros. Como que sospechan que la única charla que podríamos tener es sobre deportes o para ponernos de acuerdo e irnos por unas chevas. Luego va resultando que en el festejo está una mamá “que también es papá”… Si un hombre intenta hacer lo mismo un día de las madres por ser “padre soltero” seguro no lo dejan entrar. Como que hace falta exhibir esa película sobre el matrimonio igualitario tan adelantada a su tiempo que fue [i]Pobres pero sinvergüenzas[/i], con Manolín y Schilinsky.

Yo sólo pido algo más simple: que me den un día libre en el trabajo y así poder ir a visitar a mi papá, tomarme un par de cervezas con él, y salir al cine con mis hijos, jugar y conversar con ellos hasta que por cansancio se duerman mientras les hago [i]loch[/i].