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Orlando Delgado Selley
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Jueves 16 de junio, 2016

Al tiempo que se realizaban elecciones en 12 entidades del país para elegir gobierno, en la ciudad de México se eligieron 60 de 100 constituyentes. El PAN ganó siete gubernaturas, lo que le hizo el vencedor absoluto de la jornada, en tanto el PRI sólo logró cinco gubernaturas siendo el gran perdedor, junto con el PRD que pretendió haber ganado en tres entidades al ir en coalición con el PAN, pero en realidad tuvo resultados muy desfavorables. Morena, aunque creció significativamente, no logró ganar Zacatecas ni Veracruz, pero resultó la fuerza con mayor respaldo electoral en la Ciudad de México.

El balance general es, en consecuencia, un triunfo de la derecha panista sobre la derecha priísta y una derrota importante para unas izquierdas divididas. Este resultado está en línea con lo que ha ocurrido a nivel latinoamericano: en Argentina y Brasil, con las dificultades crecientes del gobierno venezolano, la elección entre dos neoliberales en Perú, la derrota de Evo Morales en su búsqueda de una nueva relección y con el próximo fin del gobierno de Correa en Ecuador. La pregunta que se plantea es: ¿Se trata de un giro a la derecha, o bien de un rechazo a la mala provisión de bienes y servicios públicos resultado del deterioro económico?

En América Latina terminó el ciclo de precios altos de las commodities y del boom de las exportaciones a China, lo que junto con la volatilidad financiera global ha provocado el fin del ciclo expansivo. Además, los escándalos de corrupción y la agravada desigualdad, volcaron a los electores hacia opciones políticas de diferente signo ideológico. En México se vive la misma situación: fuerte caída de los ingresos petroleros, significativa reducción del valor del peso, escándalos de corrupción, a lo que se añade la brutal inseguridad en casi todo el territorio y el nulo avance en la reducción de la pobreza y la desigualdad.

Los resultados electorales en México, sin embargo, no modificaron el apoyo electoral en relación con la identidad ideológica partidaria. Por el contrario ratificaron un mismo contenido neoliberal, pero con un partido distinto. Las izquierdas tienen una indudable responsabilidad en este cambio electoral. Su presencia electoral conjunta le hubiera permitido ganar con claridad dos entidades (Tlaxcala y Zacatecas) y probablemente una alianza diferente en Veracruz les hubiera permitido un resultado favorable. Su separación electoral implicó un muy alto costo político.

Las izquierdas electorales mexicanas no fueron capaces de centrar el debate electoral en la incapacidad de los neoliberales para conducir al país por una ruta de crecimiento sostenido. Más aún, en varias entidades parecía fácil colocar el debate electoral en la seguridad, que ni priístas ni panistas han podido resolver. La desigualdad y la pobreza son temas en los que no avanzaron los gobiernos panistas, ni tampoco lo ha hecho el gobierno actual del PRI. Las izquierdas potencialmente deberían tener una oferta que no pueden proponer las otras fuerzas políticas. La oportunidad se perdió y su mejor frase, vaya paradoja, fue la del frijol con gorgojo.

Los electores latinoamericanos han votado en un contexto en el que, de acuerdo con el informe del PNUD dado a conocer esta semana, en América Latina entre 2003 y 2013, 72 millones de personas salieron de la pobreza al ascender su ingreso a entre cuatro y 10 dólares diarios. No llegan a considerarse clase media, que tiene entre 11 y 50 dólares diarios de ingreso, pero superaron la condición de pobreza que implica ganar menos de cuatro dólares diarios. Estos 72 millones de personas se consideran vulnerables, porque pueden regresar a la pobreza ya que su salida se logró al conseguir empleos en servicios que pueden desaparecer ya que están asociados al consumo y no a la inversión. Son vulnerables porque la desigualdad ha impedido que se beneficien en mayor medida del crecimiento económico.

A esto hay que agregar que los gobiernos nacionales diseñaron políticas públicas para reducir la pobreza, que aprovecharon ingresos públicos crecientes derivados del auge del precio de las commodities. El nuevo ciclo de precios bajos ha reducido significativamente los ingresos públicos, cuestionando el sostenimiento de las políticas públicas redistributivas. Frente a esta dificultad los electores argentinos decidieron regresar a políticas convencionales que golpearán a la población vulnerable. En México también eligieron sostener políticas convencionales.

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