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Carlos Fernández-Vega
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La Jornada Maya

Miércoles 15 de Junio, 2016

Cada día más alejados de la realidad, los integrantes de la sagrada famiglia financiera del sector público hace no mucho pregonaban que la “volatilidad” de la moneda nacional “es pasajera” (Videgaray dixit) y que, por lo mismo, “es posible que el peso se mantenga estable e incluso tienda a apreciarse frente al dólar” (frase del siempre atinado doctor Carstens). Eso y mucho más, entre narraciones de míticos logros y fabulosos avances económicos que nadie ve ni registra, al puro estilo de Foxilandia y Calderolandia.

Así es: tan exactas fueron las predicciones del citado dúo dinámico que la “volatilidad pasajera” goza de cabal salud y ayer el tipo de cambio llegó a 19.30 pesos por dólar, o si se prefiere 19 mil 300 bilimbiques por billete verde para aquellos mexicanos nacidos antes de otro mito genial (Pedro Aspe dixit), es decir, aquel que en 1993, y por decisión del gobierno salinista, de un plumazo “desapareció” tres ceros (del lado derecho) de la paridad con la divisa estadunidense.

Por aquellos días de la “solidaridad”, otro dúo dinámico (Salinas-Aspe) hizo magia chafa: los mexicanos se fueron a dormir con un tipo de cambio de 3 mil 400 pesos por dólar, y (¡sorpresa!) amanecieron con otro de 3.4 pesos, producto, decía, de la “sólida y moderna economía nacional”. Y se quedaron tan frescos como ahora Videgaray y Carstens, quienes sostienen que la divisa nacional no se devalúa; sólo “flota”. De entonces a la fecha la devaluación de lo escaso que queda de la moneda mexicana se aproxima a 500 por ciento.

Que la devaluación os hará libres, prometen a los mexicanos desde Los Pinos de hace ya muchos sexenios. Y, sí, a decir verdad a los habitantes de esta República de discursos los han “liberado” de prácticamente todo: bienestar, crecimiento económico, desarrollo, prestaciones sociales, poder adquisitivo, comida, vivienda, salud, futuro y muchísimo más, mientras de la “solidez” del peso ni quién ser acuerde.

Así, para regocijo de la mexicanada, es inminente la reaparición de la internacionalmente reconocida economista Andrea Legarreta, junto con su coordinador de asesores El Negro Araiza, quien saldrá a decir, por medio de la siempre objetiva pantalla chica, que todo está de maravilla y que la zarandeada al peso mexicano “no afecta a la economía familiar”, por mucho que “el dólar cueste un poco más” (casi 50 por ciento adicional en lo que va del sexenio peñanietista).

Y como todo marcha “por el rumbo correcto”, de inmediato el subsecretario de Hacienda, Fernando Aportela, brincó a la palestra para anunciar que “no se descarta una intervención discrecional de la Comisión de Cambios para apuntalar la paridad del peso frente al dólar en los momentos de alta volatilidad, de un mal comportamiento del mercado, como los que se han registrado en los últimos días”, con todo y que el “ministro del (d) año” (que permanece escondido) presume que el mercado cambiario funciona maravillosamente bien.

Los merolicos de pipa y guante seguirán con su pregón aunque cotidianamente la terca realidad les lleve la contraria, de tal suerte que nada raro sería que en breve los mexicanos (a los que han “liberado” de tantas cosas) registren que el tipo de cambio rebasó los 20 famélicos pesitos por billete verde (léase 20 mil por uno).

Y como la “volatilidad es pasajera”, va un mínimo recuento de su fugacidad: en tiempos de Lázaro Cárdenas el tipo de cambio paso 3.6 a 4.85 pesos por dólar, es decir, una devaluación de alrededor de 34 por ciento en el sexenio, pero, con todo y boicoteo por la expropiación de 1938, la economía mexicana creció a un ritmo anual promedio de 4.54 por ciento.

Manuel Ávila Camacho mantuvo la estabilidad cambiaria a lo largo de su sexenio, durante el cual la economía mexicana creció a una tasa anual promedio de 6.15 por ciento. Con Miguel Alemán Valdés la situación fue diferente y el tipo de cambio prácticamente se duplicó a lo largo de su estancia en Los Pinos, al pasar de 4.85 a 8.65 pesos por dólar (78 por ciento de devaluación). A pesar de ello, entre 1948 y 1952 la economía mexicana registró una tasa anual promedio de crecimiento de 5.79 por ciento.

Dos años después de instalarse en la residencia oficial Adolfo Ruiz Cortines devaluó: en pleno sábado de gloria de 1954 y sin mayor aviso incrementó el tipo de cambio de 8.65 a 12.50 pesos por dólar, una devaluación de 44.5 por ciento en su sexenio. Aun así, la economía mexicana creció a una tasa anual promedio de 6.41 por ciento.

Con Adolfo López Mateos en Los Pinos (1958-1964) el tipo de cambio permaneció estable (12.50 por dólar) y la economía creció a tasa anual promedio de 6.41 por ciento (igual a la de los tiempos de Ruiz Cortines). Tampoco se alteró en los tiempos del asesino Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), durante los cuales la economía creció a una tasa anual promedio de 6.24 por ciento.

Luis Echeverría Álvarez prometió no alterar el tipo de cambio, pero el 31 de agosto de 1976 (a tres meses de su cierre sexenal) devaluó, tras 22 años de estabilidad: de 12.50 el tipo de cambio se incrementó a 19 pesos por dólar (52 por ciento de depreciación), aunque la economía creció a una tasa anual promedio de 5.96 por ciento.

José López Portillo (1976-1982) ni lejanamente pudo “defender el peso como un perro” y durante su agitadísimo sexenio devaluó en seis ocasiones hasta llevar el tipo de cambio a 70 pesos por dólar (270 por ciento de devaluación), pero aun así la economía mexicana creció a un ritmo anual promedio de 6.55 por ciento.

A partir de allí desapareció el encanto del crecimiento económico con devaluación de la moneda. De hecho, con el arribo de los carismáticos y resultones neoliberales el tipo de cambio pasó de 150, con Miguel de la Madrid, a 19 mil 300 pesos por dólar ayer (el precio del billete verde se incrementó casi 13 mil por ciento en el periodo, y va que vuela para llegar a 20 mil por uno), mientras la economía va de mal en peor: con De la Madrid la tasa anual promedio de crecimiento se desplomó a 0.34 por ciento; Salinas, 3.9 por ciento; Zedillo, 3.5; Fox, 2.3; Calderón, 1.9, y en la primera mitad de Enrique Peña Nieto, 1.8.

Pero no hay de qué preocuparse, pues todo esto “es pasajero” y “viene de afuera”.

[b]Las rebanadas del pastel[/b]

Corre la versión, insistente pero aún no confirmada, de que el niño Nuño pronto dejaría la Secretaría de Educación Pública para convertirse en comisionado nacional de box, porque todo lo quiere “arreglar” a madrazos.

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