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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 15 de junio, 2016

No me gustaría estar en los zapatos de los funcionarios del gobierno estatal. Ni hoy ni en las próximas elecciones de 2018. El repudio social que ocasionó la aprobación de las iniciativas relacionadas en el Congreso estatal es, sin lugar a dudas, una de las crisis más dañinas de la actual administración. Es verdad. El enojo está encapsulado en un sector de la población, mismo que por lo general no vota por el PRI. Sin embargo, esta molestia ha tenido un eco importante gracias a las redes sociales, un factor con el que no contaban los ajedrecistas de la estrategia política del gobierno del estado.

Los promotores de las adecuaciones que se aprobaron ayer fallaron al no explicarlas a la población; el secretismo con el que se manejan los argumentos relacionados con la seguridad no es infalible, como se demostró. El fantasma de la delincuencia no puede ni debe convertirse en el recurrente as bajo la manga, en el “¡ahí viene el coco!” de una sociedad infantilizada por sus autoridades. Uber, por su parte, jugó bien sus cartas. Ya tiene experiencia en este tipo de conflictos. Ciudad a la que va, ciudad con la que se enfrenta con las autoridades y con los gremios de taxistas. Y ha ganado en la mayoría de esas batallas. ¿Por qué Yucatán iba a ser la excepción? ¿Es acaso el FUTV más poderoso que, digamos, los taxistas de Nueva York? No por nada se le ubica entre las empresas disruptivas.

Para los usuarios, el tuétano de este asunto se encontraba en el impuesto del diez por ciento que el gobierno del estado imponía al servicio de Uber y otras plataformas tecnológicas. Ese gravamen, en realidad, era el que afectaba directamente a los pasajeros. Sin embargo, y como quedó demostrado en el debate de ayer, pasó a segundo plano. Para el gobierno estatal se convirtió en moneda de cambio, en un colchón para negociar. Te pido diez, ¿cuánto me ofreces? Cuando las cosas se pusieron candentes, se eliminó, calmando, por unos instantes, el incendio en las redes sociales. Instantes, matizo. Uber, a su vez, lo minimizó, teniendo en cuenta que ese impuesto lo absorbería el usuario, no la empresa. La molestia radica en otros candados, que poco tienen que ver con la seguridad.

El usuario, es decir, nosotros, nos encontramos ante dos megáfonos. Y cada uno nos grita lo que quiere que creamos. Por un lado, está la versión del gobierno estatal, que va desde argumentos serios hasta burdas declaraciones, como esa con la que se anunció la aprobación en comisiones de la ley: ese bienvenido a Uber escondía un vayabiem, huach. Uber, por su parte, mostró los dientes y negoció a periodicazos y a ultimátums. La valentonada de irse de Mérida si no se aprobaba la ley bajo sus condiciones poco ayudó en el debate. Es más, estoy seguro que dinamitó cualquier acercamiento posible.

En este escenario, los únicos que salimos perdiendo somos nosotros, que nos soñamos en una urbe y nos despertamos en un pueblote. Nuestras autoridades nos han demostrado que no somos aún merecedores de servicios que tienen otras ciudades en México y en el mundo. Y es aquí donde vale recordar que cada pueblo —pueblote, en nuestro caso— tiene el gobierno que se merece. Por eso, reitero, no me gustaría estar en los zapatos de los funcionarios del gobierno estatal. Ni hoy ni en las próximas elecciones de 2018. La carrera por la gubernatura ya comenzó. Específicamente, el 5 de junio pasado. Y el PRI tuvo un pésimo arranque. Este malestar, que se da en esta importante coyuntura, será alimentado, azuzado por las otras fuerzas políticas, que se encargarán de que no lo olvide la ciudadanía.

Este episodio, si se hubiera registrado un año atrás, podría pasar desapercibido, desactivarse con mayor facilidad. Pero en estas circunstancias, no. Y vaya que se convierte en una paradoja. Con este hecho, todo lo que había construido Rolando Zapata Bello puede derrumbarse: niveles de popularidad, inversiones de empresas nacionales y extranjeras, buena relación con grupos opositores y empresariales… Es más, ante un país envalentonado, que ya demostró en las urnas que sí se puede, incluso peligra la permanencia de su partido en el poder. Y eso sería lo peor que le podría pasar. Imagínate: Ivonne Ortega Pacheco, calificada de manera negativa por muchos, ganó al final, logrando la permanencia de su partido en el poder. Rolando Zapata, ante una situación que podría convertirse en el primer eslabón de una cadena de acciones y decisiones desafortunadas, podría sufrir un revés en el 2018. Al final, la historia sólo recuerda los epílogos; es simplista: ganaste o perdiste.

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[b]Mérida, Yucatán[/b]


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