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José Juan Cervera
La Jornada Maya

Viernes 10 de junio, 2016

Las fuentes musicales y literarias que sustentan la vigencia de la canción popular de Yucatán son diversas, lo cual no tendría que ser motivo de sorpresa si se tiene en cuenta que los grandes procesos culturales están constituidos de influencias, apropiaciones y recreaciones múltiples, que circulan de unos pueblos a otros y dan cuenta de la capacidad de adaptación de los grupos humanos y de la necesaria receptividad para hacer de aquella el punto de encuentro en el que se gesta un constante intercambio de objetos, prácticas e ideas.

Desde tal perspectiva, cuando se presta particular atención a la procedencia de las letras de las canciones que conforman ese repertorio tradicional, puede observarse que, junto a los textos de poetas nacidos en Yucatán y en otras regiones del territorio nacional, hay muchos otros que surgieron de la pluma de autores extranjeros, la mayoría de ellos muy conocidos en sus países de origen y fuera de ellos, gracias al renombre que alcanzaron en vida y que ha perdurado hasta nuestros días.

Poetas decimonónicos como Gustavo Adolfo Bécquer y Ramón de Campoamor eran leídos y apreciados en Hispanoamérica, donde proliferaron sus imitadores, lo que puede notarse fácilmente en los periódicos de esa época, en los que se reproducían poemas suyos y se publicaron otros que pretendían emular su estilo.

En las obras que recopilan canciones, como varias de las que se editaron en Yucatán, es posible encontrar piezas que reflejan los gustos de los sectores sociales a los que estaban dirigidas; de este modo, el Cancionero de 1909 contiene Las campanillas de tu balcón, con música de Cirilo Baqueiro Prevé Chan Cil y letra de Bécquer, tomada de una de sus Rimas. Este mismo volumen incluye la canción María, con la composición musical de Eustaquio Pérez, que tiene como letra el poema del colombiano Jorge Isaacs denominado “Las hadas”, nombre con el que aparece en el primer tomo de El ruiseñor yucateco, de 1902. En cuanto a Bécquer, otra de sus Rimas recibió la música de Guty Cárdenas para convertirse en el bolero La lágrima, de 1929.

Fermín Pastrana Huay Cuuc, uno de los grandes compositores yucatecos de fines del siglo XIX y principios del XX, le puso música a “Dos miedos”, de Campoamor, titulando la canción resultante con el mismo nombre que lleva la escena inicial de la primera jornada del poema “Las tres rosas”, que apareció en el libro Los pequeños poemas, que en 1870 publicó el escritor español: “Al comenzar la noche de aquel día. / Ella, lejos de mí: / -¿Por qué te acercas tanto?, me decía. / Tengo miedo de ti. // Y luego que la noche hubo pasado. / Ella, cerca de mí: / -¿Por qué te alejas tanto de mi lado? / Tengo miedo sin ti.”
En el Cancionero yucateco, de 1931, que compiló Filiberto Romero, figura la canción Francina, con música suya y letra extraída de un poema de Juan Ramón Jiménez. Este mismo impreso incluye Para entonces, con música de Pepe Martínez y con la letra de un poema de Lorenzo Stecchetti, seudónimo con que fue conocido el escritor italiano Olindo Guerrini.

El álbum Canciones de Palmerín, editado en 1934, trae entre sus páginas la pieza Dos dolores, con música de dicho compositor y letra del poeta colombiano Julio Flórez. Otros textos suyos fueron musicalizados por Enrique Galaz, Ernesto Paredes y Emilio Pacheco. Palmerín compuso también la canción Claveles, a partir del poema “Madrigal de los claveles”, del libro Cancionero de Galatea (1913), de Manuel Machado.

Al igual que Julio Flórez, el venezolano Diego Córdova fue un perseguido político en su país. Durante un tiempo vivió en Mérida, donde escribió la segunda estrofa de la clave Flor; la primera de ellas es un fragmento de un extenso poema de su compatriota Juan Antonio Pérez Bonalde, en tanto que la música es de Guty Cárdenas. Otra pieza muy conocida, con letra de la autoría de Diego Córdova, es Amor secreto, que musicalizó Rubén Darío Herrera.

Armando Camejo, al ponerle música a algunos versos del poema “El amor de las selvas”, del peruano José Santos Chocano, creó la canción El jaguar, alrededor de 1923: “Yo quiero ser jaguar en las montañas / y arrastrarte a mi propia madriguera / para poder abrirte las entrañas / y ver si tienes corazón siquiera.” Otro reconocido modernista, el argentino Leopoldo Lugones, está representado en la canción de nuestra península, aunque de corte más bien académico que popular, en el lied Olas grises (1925), del musicólogo Gerónimo Baqueiro Fóster.

Y hay muchos autores foráneos más que, sabiéndolo o no, aportaron sus composiciones escritas para ser transformadas en creaciones musicales de interpretación vocal. Entre ellos cabría mencionar a Pedro Mata, Lázaro Sánchez Pinto, Mariano de las Cuevas García, Osvaldo Bazil, José Ángel Buesa y otros que confluyeron en esta radiante floración lírica, para iluminar la fragilidad de la vida con sus admirables cadencias.

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Mérida, Yucatán


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