de

del

Rafael Robles de Benito
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 10 de junio, 2016

Hasta hace muy poco tiempo, los pepinos de mar eran desconocidos para la mayoría de los mexicanos. Quienes sabían de ellos –buzos, pescadores, y un puñado de biólogos– los veían como un “extraño ser de las profundidades”, un bicho muy feo o un equinodermo holothuroideo, emparentado con las estrellas y los erizos de mar.

Pocos nos habíamos enterado de que en varios países del lejano oriente, los pepinos de mar eran considerados una delicadeza culinaria, con propiedades afrodisíacas, entre otras cosas. Solamente podían consumirlos unos cuantos privilegiados (de la corte, primero; y después, en el caso de China, de los asientos más encumbrados de la jerarquía del partido único).

Cuando las naciones de Asia empiezan a descollar en la cerrera por el “desarrollo” y la misma República Popular de China empieza a abrirse a las prácticas del mercado capitalista dominante, los pepinos se convirtieron en una aspiración asequible para la población de clase media emergente. Ya no bastan sus mares para satisfacer la demanda, se han lanzado a buscar pepinos de mar por otras latitudes.

Para bien o para mal, han encontrado en la costa yucateca una fuente de pepinos de mar, que se llevan por toneladas, deshidratados, a sus países, dejando tras de sí lo que para muchos –pescadores originarios y nuevos pescadores “de oportunidad”– se percibe como una bonanza súbita y nada despreciable.

Pero los pepinos de mar se desplazan muy despacio por el fondo del mar, en aguas poco profundas: son una presa fácil de capturar y una población creciente de pescadores se abalanza sobre ellos para extraerlos en el menor tiempo posible, acotado por la vigencia de las vedas. A pesar de los alegatos de funcionarios, comerciantes, pescadores, y algunos científicos, la pesca del pepino de mar parece ser del todo insustentable: es pan para hoy y hambre para mañana.

¿Y a quién le importa que se va a acabar un bicho feo, que no nos interesa comernos y que se compra bien y rápido? Ya otros colegas han hablado de las consecuencias sociales y económicas de esta pesquería, que aproxima un recurso natural más al abismo de la tragedia de los comunes.

Pero poco se ha dicho acerca de las consecuencias ecológicas de acabar con las poblaciones de pepinos que habitan el fondo de los mares yucatecos. Los pepinos de mar son filtradores de detritos; es decir, se alimentan de los desechos orgánicos que caen al fondo de los mares donde habitan. Hacen que esos desechos se conviertan en nutrimentos accesibles para las algas y otras plantas marinas, y limpian el sustrato sobre el que crecen otros organismos. Hacen que el mar sea productivo, que en él se pueda llevar a cabo fotosíntesis, que crezcan ahí organismos que capturan y fijan carbono, y que haya oxígeno disuelto suficiente para que plantas y animales marinos respiren. Sin pepinos, el fondo se deteriora, y los organismos que lo habitan mueren. Vista así, la permanencia de los pepinos de mar nos debería importar a todos.

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[b]Mérida, Yucatán[/b]


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