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José Juan Cervera
La Jornada Maya

Jueves 26 de mayo, 2016

Las impresiones iniciales que cada persona se forma del resto de la gente suelen perdurar en el trato que posteriormente se establece con ella. Muchas veces ni siquiera la interacción prolongada permite remover prejuicios que arraigan con solidez en nuestra caracterización de los demás moradores de un entorno que define una cosmovisión de apariencias. Si esto ocurre en la vida cotidiana, en medio de su fresca actualidad, con mayor razón ha de afectar el vínculo indirecto que nos enlaza con personajes de otras épocas, a quienes llegamos sólo con la mediación de testimonios orales o escritos, referencias variadas y recuerdos nebulosos que han de combinarse entre sí para trazar los rasgos de alguien que se hace presente con la vigencia de sus logros y con la plenitud de sus creaciones.

Sin embargo, algunas veces basta remontar la comodidad de las obras generales de consulta y mirar hacia otras fuentes documentales para arrojar luz sobre aquellos aspectos desatendidos de la personalidad de hombres y mujeres que en tiempos lejanos enriquecieron la vida de sus comunidades, al grado de pervivir en la memoria de una generación que ya no es la suya, así sea desde el sesgo unilateral de las simplificaciones.

Un ejemplo de esto se advierte en el caso de Víctor M. Martínez (1896-1970); nacido en Cansahcab, Yucatán; desarrolló una fecunda trayectoria magisterial, fue además letrista de canciones y promotor de la cultura popular yucateca. Los títulos de algunas de las obras que escribió son: Geografía moderna de Yucatán, Cuadros históricos del pueblo maya, Antología de las estudiantinas de Yucatán y Carnaval de Mérida a través del tiempo. De tema carnavalesco fue también la revista Confetti, que editó durante tres décadas. Panteón Cómico es el nombre de otro periódico que redactó y puso en circulación en fechas cercanas a los días en que se conmemora a los difuntos. En 1918, en su pueblo natal dirigió Finis. Revista Quincenal de Arte y Combate.

Compositores como Pepe Domínguez, Carlos Marrufo Cetina, Manuel López Barbeito y Alfredo Cáceres Pereira pusieron música a versos suyos. También fue autor de zarzuelas y libretos de teatro regional. Como puede observarse, su identificación con las raíces culturales autóctonas fue profunda, no obstante que, como poeta, tuvo conocimiento de diversas corrientes literarias e incluso incursionó en ellas, antes de definir su vena orientada a recrear la tradición maya.

Entre las piezas musicales de Pepe Domínguez que llevan la letra de Víctor M. Martínez figuran Beso asesino y Fantasía morisca, entre otras. En lo que atañe al tema de la evocación maya, Martínez escribió también los textos de las composiciones que aparecen en el álbum Cantos de la tierra del Mayab (1934), de Carlos Marrufo Cetina. La más conocida de ellas es la que se denomina El tunkul, que intercala versos en español y en maya. La tercera estrofa dice: “Mukuy Kaak, ¿tuux yanech?,/¿tuux yanech, Mukuy Kaak?/Tin uiláh, yetel tech,/ya akab-taal, in kuxtal.” Lo cual se traduce como: “Tórtola de Fuego, ¿dónde estás?,/¿dónde estás, Tórtola de Fuego?/Contigo vi/ el anochecer de mi vida.” La expresión “Tórtola de Fuego” aparece aquí como nombre propio.

Precisamente con el título “Tórtola de fuego”, empleado aquí como adjetivo que califica metafóricamente el sustantivo a que corresponde, Víctor M. Martínez publicó un soneto en la revista mensual Púrpura y Oro, en febrero de 1927: “Tórtola de fuego, espiga en que arde/todo el sensualismo de las horas vivas/haces de tus formas el más rico alarde/con el mismo orgullo de las sensitivas.//Minutos perjuros miro en la inquietante/lumbre de tus ojos que mi ser fascina/y en tus tembladores senos la incitante/frescura de un chorro de agua cristalina.//Aguarda, Faunesa, la voz de Himeneo/que voy sobre el brioso corcel del Deseo/obsesionado por tus opulencias.//Procaz e impaciente,/y con febril furia,/a robar a Roma su antigua lujuria/para el goce eterno de tus complacencias.”

El soneto resulta, así, plenamente modernista, tanto en su forma como en su contenido. Aunque dicho movimiento literario perdía aliento para ese entonces, en Yucatán se seguían escribiendo poemas con tales características por lo menos hasta los años cuarenta del siglo pasado. Los presentes apuntes sólo pretenden resaltar una faceta poco explorada del legado literario de un autor que marcó con honda significación el panorama artístico de su tiempo. Y así queda de manifiesto la riqueza de los matices que iluminan sus caudales líricos.

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Mérida, Yucatán


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