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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 24 de mayo, 2016

Todo comenzó con un “Rodrigo estuvo aquí”. Después, aparecieron un “Alex ama a Berta” y “¿Te sientes sola? Háblale a Pedro: (número ficticio)”. Luego, alguien pintó un gallito inglés y otro más rubricó el lienzo con otro clásico de la picardía mexicana. Así se bautizó la primera unidad del Situr —Sistema Integral del Transporte Urbano—. Comenzaron también a reportarse choques, protagonizados por estas flamantes unidades. Los choferes de este proyecto comenzaron a sumar quejas, en algunos casos grabadas y compartidas en las redes, por su mal trato y su temeridad. Lo nuevo se convirtió en obsoleto en cuestión de meses.

Y era de esperarse. En 1969, Philip Zimbardo, sicólogo social de la Universidad de Stanford, tenía una teoría. Para probarla, abandonó un automóvil en el conflictivo barrio del Bronx de aquella época: pobre, peligroso y lleno de delincuencia. El vehículo no tenía placas ni estaba cerrado. Oculto entre matorrales, a los diez minutos Zimbardo observó cómo el auto empezó a ser desvalijado. Tras tres días ya no quedaba nada de valor y a partir de ese momento el coche fue destrozado.

El sicólogo hizo lo mismo en otro barrio, completamente distinto al Bronx. En Palo Alto, California, abandonó otro vehículo idéntico y en similares condiciones. Aguardó, igual, escondido en matorrales, pero no pasó nada. Aburrido, decidió irse, y al regresar al cabo de una semana encontró el automóvil en las mismas condiciones. Entonces, tomó un martillo y golpeó algunas partes del vehículo, entre ellas, una de sus ventanas, que rompió. De este modo, el auto pasó de estar en un estado impecable a mostrar signos de maltrato y abandono.

Y entonces, se confirmó la hipótesis. ¿Qué ocurrió? A partir del momento en el que el auto se mostró en mal estado, los habitantes de Palo Alto se cebaron con el vehículo a la misma velocidad que lo habían hecho los habitantes del Bronx. Esta experiencia fue utilizada como germen de una investigación posterior de James Wilson y George Kelling, quienes la llamaron, después de amplios estudios, La Teoría de las Ventanas Rotas.

Las nuevas unidades que se han integrado al parque del servicio público de transporte de Mérida sufren un alto riesgo de ser vandalizadas. Sólo basta que Rodrigo, o Pablo, o Juan, o Isabel, o Cecilia saquen un marcador y escriban en el asiento que tienen enfrente que ahí estuvieron. Una prueba primitiva de su existencia.

Dicen que Situr será un proyecto integral, que incluirá nuevas rutas, paraderos y tecnologías. Aseguran que cambiará por completo el tema del transporte en Mérida, que será un paso significativo hacia el progreso. Prometen que se implementará en tres años y que costará 3 mil millones de pesos. Juran… Sin embargo, hasta el momento, el Situr principalmente se refleja en nuevas unidades, que, como ya comenté, se están perdiendo en la vorágine de las antiguas. En ese huracán pasan desapercibidos paraderos y rutas.

Con incontinencia se ha presentado este proyecto estatal, el cual acaba de ser avalado por el Ayuntamiento. Mucha de la información se ha perdido en los laberintos de la memoria de los meridanos, que a falta de avances significativos no logramos visualizar el plan completo. Este sistema necesita avanzar, y ser reconocido como de trascendencia por todos. Si se sigue a este ritmo, se corre el riesgo que los esfuerzos —humanos, materiales y políticos— se desvanezcan en un gatopardismo de pintas, en parvadas de aves fálicas y en manadas de zorros pelones.

Tal vez lo que frenaba el avance de este cambio era la falta de recurso. Tal vez. Humberto Hevia Jiménez, director estatal de Transporte, ha asegurado que el dineral que implica ya está amarrado. Es decir; ya hay gasolina para darle velocidad a este asunto. Los recursos provienen de tres fuentes: la Federación, el estado y empresarios locales. Antes de la última entrega de unidades, realizada la semana pasada, se habían invertido 8 millones de pesos en un plan que fue aprobado en abril pasado pero que arrancó formalmente a finales del 2015. Es decir, que en lo que resta de este año deberán gastarse un poco más de 990 millones.

La inclusión del Ayuntamiento en este proyecto es de gran importancia. No sólo servirá para impulsar el plan, sino también para evitar que éste se intoxique con demagogia. A la actual Comuna le conviene que este plan arranque y funcione, ya que su éxito o fracaso repercutirá en la percepción ciudadana. Si la gente recibe bien a Situr, el Ayuntamiento será bien calificado. Y viceversa. El gobierno del estado, por su parte, debe informar de manera integral los alcances de este plan. Hoy en día, los meridanos únicamente vemos los pequeños pasos que se dan al respecto, ya que nadie nos ha mostrado con claridad que esos pasos se dan en un sendero perfectamente marcado, mismo que se recorrerá durante tres años. Aún no llegamos ni a la primera parada.

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Mérida, Yucatán


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